sábado, 14 de junio de 2008

Carta abierta de Michel Moore al Secretario del Tesoro de los Estados Unidos Henry Paulson

Carta abierta de Michel Moore al Secretario del Tesoro de los Estados Unidos Henry Paulson
Departamento del Tesoro 1500 Pennsylvania Ave. Washington, DC 20220
11 de mayo de 2007
Secretario Paulson:
Le escribo con motivo de un documento con fecha 2 de mayo de 2007, el cual recibí el 7 de mayo de 2007, que se refiere a una investigación que se está se está realizando relacionada con un viaje que hice en marzo de 2007 a Cuba con un grupo de estadounidenses, dentro del que estaban algunos héroes del 11 de septiembre, para la filmación de mi próximo documental sobre el sistema de salud estadounidense. SiCKO, que se proyectará en las salas de cine este verano, expondrá la codicia y el control de la industria de atención a la salud sobre los procesos políticos de los Estados Unidos.
Pienso que la decisión de llevar a cabo esta investigación es el ejemplo más reciente del abuso de la Administración Bush al gobierno federal para propósitos políticos, injustos y burdos. A lo largo de los últimos siete años de la Presidencia de Bush, hemos presenciado los desmanes del gobierno para promover una agenda política diseñada para beneficiar la base conservadora del Partido Republicano, los intereses especiales y los principales contribuyentes financieros. Desde la realización de reuniones secretas con la industria energética para reescribir conclusiones científicas hasta modificaciones amañadas de la información de inteligencia con el objetivo de despedir a fiscales estadounidenses, esta administración ha demostrado una y otra vez que seguirá abusando de su poder y autoridad.
Hay un número de hechos concretos que me han llevado a la conclusión de que detrás de esta investigación sobre mí y mi película por parte de la Administración Bush, podría muy bien haber una motivación política. En primer lugar, desde hace meses (desde octubre de 2006) la Administración Bush conoce de este asunto y nunca tomó ninguna medida al respecto hasta dos semana antes de que SiCKO estuviera listo para la premier del Festival de Cannes y un poco más de un mes antes de se fijara su estreno en los Estados Unidos.
En segundo lugar, la industria de salud y seguros, que se denuncia en la película y que ha manifestado sus preocupaciones acerca del impacto del filme en sus industrias, es una de las principales fuentes de financiación del presidente Bush y del Partido Republicano, pues aportó más de 13 millones de dólares a la campaña presidencial de Bush en 2004 y más de 180 millones de dólares a los candidatos republicanos durante los dos últimos ciclos de campañas. Hay muchas pruebas de que la industria está sumamente preocupada por el impacto de SiCKO. Han amenazado a sus empleados para que no hablen conmigo. Han habilitado líneas directas internas especiales por si me aparezco por la oficina central. Se ha advertido a los empleados acerca de las consecuencias de participar en SiCKO. A pesar de esto, algunos empleados, corriendo un gran riesgo, han salido ante las cámaras para contar al pueblo estadounidense la verdad acerca de la industria de la atención a la salud. Puedo entender por qué el principal beneficiario de las contribuciones de esa industria, o sea, el Presidente Bush, quiere acosar, intimidar y posiblemente impedir que esta película tenga la mayor audiencia posible.
En tercer lugar, esta investigación comenzó después de que el posible candidato a presidente por el Partido Republicano, Fred Thomson, un diario conservador muy importante, The New York Post y varias bitácoras derechistas iniciaran sus ataques falaces a propósito del viaje a Cuba.
La administración Bush lleva cinco años y medio ignorando y descuidando a los héroes de la comunidad del 11 de septiembre. Los que primero respondieron heroicamente a la catástrofe han sido abandonados a su suerte, sin seguro ni atención a la salud. Entiendo por qué la administración Bush me persigue: porque he tratado de ayudar a las mismas personas que ellos se han negado a auxiliar, pero mientras George W. Bush no declare ilegal ayudar al prójimo, yo no habré violado ninguna ley y no tengo nada que esconder.
Exijo a la administración Bush que detenga inmediatamente esta investigación y que emplee su tiempo y recursos en tratar de ayudar a algunos de los verdaderos héroes del 11 de septiembre.Atentamente,
Michael Moore
(Tomado de Cubadebate.cu)

Esta realmente muerta la Doctrina Monroe

¿Cómo será la Doctrina Obama?
¿Está realmente muerta la Doctrina Monroe?
Greg Grandin
Tom Dispatch
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Introducción del editor de Tom Dispatch
Por lo menos una vez por semana – sospecho que desde hace tiempo – los dirigentes chinos deben salir por las calles de la Ciudad Prohibida de Beijing, a cantar, bailar y rezar a los dioses (geo) políticos que llevaron al gobierno de Bush al agujero negro (dorado) de Iraq. Sin Iraq, no cabe duda de que hubiésemos oído mucho más durante estos últimos años sobre la “amenaza china” de parte de los neoconservadores. Sin Iraq, Latinoamérica, también, sería indudablemente un sitio muy diferente.
Hace algunos años, era evidente que las dos antiguas superpotencias de la Guerra Fría estaban perdiendo el control sobre que los rusos gustaban de llamar su “extranjero cercano” (los Estados del Báltico, Europa Oriental, y Asia Central) y los estadounidenses preferían llamar su “patio trasero” (Latinoamérica). A pesar de refunfuños sobre, y un intento de, un golpe contra, Hugo Chávez (y otro contra Jean-Bernard Aristide de Haití), Latinoamérica ha vivido, desde 2001, tan cerca de un abandono benigno por parte de Washington como pueda ser imaginado. En esos años, han comenzado a formarse nuevos bloques, el más sorprendente de los cuales podría ser un creciente conjunto de democracias tendientes a la izquierda en Latinoamérica, determinadas a dedicarse a sus propios intereses colectivos, no a cualquier cosa que se proponga el gobierno de Bush.
A medida que Rusia se alzó de las cenizas como una superpotencia energética y comenzó a utilizar su control sobre el gas natural para aplicar una presión renovada sobre partes de su antiguo “extranjero cercano,” EE.UU. distraído se ha mantenido algo moroso respecto al estado de su patio trasero. Vale la pena señalar, sin embargo, que el Pentágono acaba de reconstituir oficialmente la “Cuarta Flota de EE.UU.” – para el Caribe y las costas de Centroamérica y Sudamérica, “después de un sopor de casi 60 años.” Por el momento, sigue siendo un gesto simbólico con el que se pretende, como ha dicho el contralmirante James Stevenson, enviar “la señal adecuada, incluso a gente de la que se sabe que no es necesariamente nuestra mayor partidaria.”
En cuanto al patio de quién resulte ser Latinoamérica en los años por venir, si será el de alguien, dejemos que Greg Grandin, autor de ese libro indispensable sobre el papel imperial de EE.UU. en Latinoamérica: “Empire's Workshop,” se ocupe del tema con su inteligencia usual. Tom
¿Está realmente muerta la Doctrina Monroe?
¿Cómo será la Doctrina Obama?
Greg Grandin
Busca en Google “desatención,” “Washington,” y “Latinoamérica,” y serás llevado a miles de llamados desgarradores de políticos y expertos para que Washington “preste más atención” a la región. Es verdad que Richard Nixon dijo una vez que “a la gente le importa un carajo” el lugar. Y su Consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, dijo sarcásticamente que Latinoamérica es un “puñal que apunta al corazón de la Antártica.” Pero Kissinger también hizo el mismo chiste sobre Chile, Argentina, y Nueva Zelanda – y, de los tres países, sólo el último no sufrió asesinatos políticos generalizados como resultado de sus políticas, un alto precio que pagar por un lugar supuestamente tan insignificante.
Latinoamérica, en los hechos, ha sido indispensable para la evolución de la diplomacia de EE.UU. Se refieren a menudo a la región como “patio trasero” de EE.UU., pero una metáfora mejor sería “reserva estratégica” de Washington, el sitio donde coaliciones ascendentes de política exterior se reagrupan y alteran los contornos del poder de EE.UU., después de momentos de crisis global.
Cuando la Gran Depresión tuvo a EE.UU. al borde del abismo, por ejemplo, los diplomáticos del Nuevo Trato elaboraron en Latinoamérica los fundamentos del multilateralismo liberal, un marco diplomático que Washington llegaría a introducir con mucho éxito en otros sitios después de la Segunda Guerra Mundial.
En los años ochenta, la primera generación de neoconservadores se dirigió a Latinoamérica para materializar sus fantasías de “retroceso” – no sólo contra el comunismo, sino contra una política exterior multilateralista tambaleante. Fue en gran parte en una Centroamérica agitada por insurgencias izquierdistas donde la Nueva Derecha desarrolló por primera vez los principios fundacionales de lo que, después del 11-S, llegó a ser conocido como la Doctrina Bush: el derecho a librar la guerra unilateralmente en términos altamente moralistas.
Una vez más nos encontramos ante encrucijadas históricas. Un poder menguante – esta vez causado, en parte, por una sobre-extensión militar – enfrenta a una Latinoamérica movilizada; y, ante un cambio de régimen en EE.UU., con la coalición neoconservadora de George W. Bush en ruinas después de ocho años de gobierno desastroso, los pretendientes a responsables políticos vuelven a mirar hacia el sur.
Adiós a todo eso
“La era de EE.UU. como influencia dominante en Latinoamérica ha pasado,” dice el Consejo de Relaciones Exteriores [CFR, por sus siglas en inglés], en un nuevo informe repleto de sugerencias políticas sobrias sobre maneras como EE.UU. puede recobrar su influencia decreciente en una región que desde hace tiempo pretende que es suya.
Latinoamérica es gobernada actualmente en su mayor parte por gobiernos de izquierda o de centroizquierda que difieren en política y estilo – desde el populismo de Hugo Chávez en Venezuela al reformismo de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y Michelle Bachelet en Chile. Pero todos comparten un objetivo común: hacer valer más autonomía de EE.UU.
Los latinoamericanos atraen ahora inversiones de China, abren mercados en Europa, discrepan de la Guerra contra el Terror de Bush, estancan el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, y marginan al Fondo Monetario Internacional que, durante las últimas décadas, ha servido de estratagema a Wall Street y al Departamento del Tesoro.
Y eligen a presidentes como Rafael Correa en Ecuador, quien recientemente anunció que su gobierno no renovará el acuerdo para la Base Aérea Manta, la base militar más destacada de EE.UU. en Sudamérica. Correa había sugerido anteriormente que, si Ecuador podía establecer su propia base en Florida, consideraría la extensión del acuerdo. Cuando Washington respingó, Correa ofreció Manta para una concesión china, sugiriendo que la pista aérea podría ser convertida en una “puerta a Latinoamérica de China.”
En el pasado, una desfachatez semejante habría sido considerada como una clara violación de la Doctrina Monroe, proclamada en 1823 por el presidente James Monroe, quien declaró que Washington no permitiría que Europa volviera a colonizar ninguna parte de las Américas. En 1904, Theodore Roosevelt actualizó la doctrina para justificar una serie de invasiones y ocupaciones en el Caribe. Y los presidentes Dwight Eisenhower y Ronald Reagan la invocaron para validar golpes y otras operaciones clandestinas de la CIA durante la Guerra Fría.
Pero las cosas han cambiado. “Washington no puede perder a Latinoamérica,” dice el informe del CFR, “ni Washington tiene que salvarla.” La Doctrina Monroe, declara, es “obsoleta.”
Buenas noticias para Latinoamérica, se podría pensar. Pero la última vez que alguien del CFR, que desde su fundación en 1921 ha representado la opinión dominante en política extranjera, declaró difunta la Doctrina Monroe, el resultado fue genocidio.
Llegan los círculos dominantes liberales
Tuvo que ser Sol Linowitz quien dijo, en 1975, como presidente de la Comisión de Relaciones entre EE.UU. y Latinoamérica, que la Doctrina Monroe era “inapropiada e irrelevante ante las realidades cambiadas y las tendencias del futuro.”
La poco recordada Comisión Linowitz estaba compuesta de respetados académicos y empresarios de lo que era llamado en aquel entonces el “establishment liberal.” Sólo fue una parte de un intento más amplio de la elite de la política exterior de EE.UU. de responder a las crisis sucesivas de los años setenta – la derrota en Vietnam, el creciente nacionalismo en el tercer mundo, la competencia asiática y europea, los precios de la energía en rápido aumento, la caída del dólar, el escándalo Watergate, y el disenso en el interior. Enfrentado a un abrupto colapso de la legitimidad global de EE.UU., el CFR, junto con otros ‘think-tanks’ de la línea dominante como el Brookings Institute y la recién formada Comisión Trilateral, presentó una serie de propuestas que podrían contribuir a que EE.UU. estabilizara su autoridad, mientras permitía “una evolución sin problemas y pacífica del sistema global.”
Existía un consenso generalizado entre los intelectuales y los dirigentes corporativos afiliados a esas instituciones de que el tipo de fervor anticomunista que había llevado a EE.UU. al desastre en Vietnam debía ser controlado, y que había que elaborar “nuevas formas de gestión común” entre Washington, Europa, y Japón. Propugnadores de un orden mundial más tranquilo venían del mismo bloque corporativo que respaldaba al Partido Demócrata y al ala Rockefeller del Partido Republicano.
Esperaban que una normalización de la política global detuviera, si no invirtiera, la erosión de la posición económica de EE.UU. La desescalada militar liberaría ingresos públicos para inversiones productivas, mientras hacía frente a presiones inflacionarias (que asustaban a los gerentes de valores de los bancos multinacionales). Relaciones mejoradas con el bloque comunista abrirían la URSS, Europa Oriental, y China, al comercio y a la inversión. Existía también un acuerdo general en que Washington debería dejar de ver al socialismo del Tercer Mundo a través del prisma del conflicto de la Guerra Fría con la Unión Soviética.
En ese momento, a través de toda Latinoamérica, los izquierdistas y los nacionalistas exigían, como lo hacen ahora, una distribución más equitativa de la riqueza global. A fin de que no se extendiera la radicalización, el director ejecutivo de la Comisión Trilateral, Zbignew Brzezinski, quien pronto sería consejero de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter, argumentó que sería “sabio que EE.UU. hiciera un acto explícito de abandono de la Doctrina Monroe.” La Comisión Linowitz estuvo de acuerdo y presentó una serie de recomendaciones con ese fin – incluyendo la devolución del Canal de Panamá a Panamá y una disminución de la ayuda militar de EE.UU. a la región – que definirían en gran parte la política latinoamericana de Carter.
Mutis del establishment liberal
Por cierto, no fue el liberalismo corporativo sino más bien un militarismo resurgente y revanchista de la derecha lo que finalmente ofreció la solución más coherente y, durante un cierto tiempo, exitosa a las crisis de los años setenta.
Uniendo a una coalición creciente de anticomunistas de la vieja escuela, partidarios del orden público, de neoconservadores de la primera generación, y de evangélicos recientemente fortalecidos, la Nueva Derecha organizó un conjunto en metástasis permanente de comités, fundaciones, institutos y revistas que se concentró en temas específicos – las negociaciones de desarme nuclear SALT II, el Tratado del Canal de Panamá, y el propuesto sistema de misiles MX, así como la política de EE.UU. en Cuba, Sudáfrica, Rodesia, Israel, Taiwán, Afganistán, y Centroamérica. Todos estaban ampliamente comprometidos con el desquite por la derrota en Vietnam (y la “puñalada por la espalda” de los medios liberales y del público en el interior). También se proponían restaurar un propósito ético a la diplomacia estadounidense.
Como lo habían hecho los liberales corporativos, ahora los intelectuales conservadores miraron hacia Latinoamérica para poner a punto sus ideas. La embajadora del presidente Ronald Reagan ante la ONU, Jeane Kirkpatrick, por ejemplo, se concentró sobre todo en Latinoamérica al presentar los principios fundacionales del pensamiento neoconservador moderno. Fue particularmente dura con Linowitz, quien, dijo, representaba el “espíritu internacionalista desinteresado” del “apaciguamiento” – una palabra que vuelve a sonar entre nosotros. Su informe, insistió, significaba “abandonar la perspectiva estratégica que había conformado la política de EE.UU. desde la Doctrina Monroe hasta antes del gobierno de Carter, al centro de la cual había una concepción del interés nacional y una creencia en la legitimidad moral de la defensa.”
Al principio Brookings, el CFR, y la Comisión Trilateral, así como la Mesa Redonda Empresarial, fundada en 1972 por la flor y nata de los directores ejecutivos, se opusieron al impulso por remilitarizar la sociedad estadounidense, pero, a fines de los años setenta, se hizo evidente que la “normalización” no había logrado resolver la crisis económica global. Europa y Japón no se preocupaban de estabilizar el dólar, y las economías de Europa Oriental, la URSS, y China, eran demasiado anémicas para absorber suficientes cantidades de capital estadounidense o servir de socios comerciales lucrativos. Durante todos los años setenta, firmas financieras como el Chase Manhattan Bank de los Rockefeller se vieron inundadas de petrodólares depositados por Arabia Saudí, Irán, Venezuela, y otras naciones exportadoras de petróleo. Tenían que hacer algo con todo ese dinero, pero la economía de EE.UU. seguía lenta, y gran parte del Tercer Mundo era zona prohibida.
Por lo tanto, después de la victoria presidencial de Ronald Reagan en 1980, los responsables políticos e intelectuales de la línea dominante, muchos de ellos auto-descritos como liberales, llegaron a respaldar cada vez más la agenda interior y exterior de la Revolución de Reagan: vaciar el Estado de bienestar, aumentar los gastos de defensa, abrir el Tercer Mundo al capital de EE.UU. y acelerar la Guerra Fría.
Una década después que la Comisión Linowitz proclamara que la Doctrina Monroe ya no era viable, Ronald Reagan la invocó para justificar el patrocinio de su gobierno para asesinos anticomunistas en Nicaragua, Guatemala y El Salvador. Unos pocos años después que Jimmy Carter anunciara que EE.UU. se había “liberado de ese desmedido temor del comunismo,” Reagan citó a John F. Kennedy diciendo que: “la dominación comunista en este hemisferio no será jamás negociada.”
Reagan patrocinó ilegalmente a los Contras – los asesinos a los que saludó como “el equivalente moral de los padres fundadores de EE.UU.” y los envió a desestabilizar el gobierno sandinista de Nicaragua, su gobierno financió escuadrones de la muerte en El Salvador y Guatemala, y unió, por primera vez, a los dos electorados principales de la Nueva Derecha. Los neoconservadores dieron a la resurrección por Reagan de la presidencia imperial la justificación legal e intelectual, mientras la derecha religiosa respaldaba el nuevo militarismo con energía proveniente de la base.
Esta asociación fue erigida primero – tal como ha continuado más recientemente en Iraq – sobre una montaña de cadáveres mutilados: 40.000 nicaragüenses y 70.000 salvadoreños asesinados por aliados de EE.UU.; 200.000 guatemaltecos, muchos de ellos campesinos mayas, sacrificados en una campaña de tierras arrasadas que la ONU decidió que fue genocida.
El fin de las ‘vacaciones de la historia’ de los neoconservadores
El reciente informe del CFR sobre Latinoamérica, que llega precisamente en otro momento de decadencia imperial, parece indicar una vez más un nuevo consenso emergente, similar en tono al de los años setenta, después de Vietnam. En cada dimensión aparte de la militar, argumenta el editor de Newsweek, Fareed Zacharia,
en su nuevo libro: “The Post-American World”: “la distribución del poder está cambiando, alejándose de la dominación estadounidense.” (Qué importa que, hace sólo cinco años, en la víspera de la invasión de Iraq, haya insistido en lo exactamente contrario – que ahora vivimos en un “mundo unipolar” en el que la posición de EE.UU. era, y seguiría siendo, “sin precedente.”)
Para usar una frase de su propio léxico, las “vacaciones de la historia” de los neoconservadores han terminado. El fiasco en Iraq, la caída del valor del dólar, el ascenso de India y China como nuevas potencias industriales y comerciales, y de Rusia como superpotencia energética, el fracaso en el intento de afianzar Oriente Próximo, precios del petróleo y del gas en vertiginoso aumento (así como precios que se disparan para otras materias primas esenciales y alimentos básicos), y la consolidación de una Europa próspera, han llevado a que se derrumben sus sueños de supremacía global.
Barack Obama es obviamente el candidato mejor colocado para alejar a EE.UU. del borde de la irrelevancia. Aunque nadie que espere un puesto en la Casa Blanca lo diría en términos tan derrotistas, la tarea histórica del próximo presidente no será ganar la Guerra Global contra el Terror del actual presidente, sino negociar el reingreso de EE.UU. a la comunidad de naciones.
Parag Khanna, un asesor de Obama, argumentó recientemente que, al maximizar su ventaja cultural y tecnológica, EE.UU. puede, con un poco de suerte, asegurarse tal vez una posición como tercer socio en un nuevo orden tripartita global en el que Europa y Asia tendrían acciones por partes iguales, un eco diferente de la posición trilateralista de los años setenta. (Olvidad esas analogías con Munich, si el electorado de EE.UU. fuera más culto en lo histórico, los republicanos sacarían más provecho al calificar a Obama, no de Neville Chamberlain, sino de Fernando VII de Espala, o Clement Richard Attlee de Gran Bretaña, cada uno de los cuales presidió sobre la decadencia imperial de su país.
De modo que hay que preguntar: Si Obama gana en noviembre y trata de implementar un despliegue más racional, menos incandescente en lo ideológico del poder estadounidense – utilizando tal vez a Latinoamérica como la escena para una nueva política - ¿provocaría de nuevo el tipo de reacción nacionalista que purgó al rockefellerismo del Partido Republicano, barrió a Jimmy Carter de la Casa Blanca, y armó los escuadrones de la muerte en Centroamérica?
Ciertamente, ya hay muchos febriles ‘think tanks’ conservadores, desde el Hudson Institute a la Heritage Foundation, que doblarían las cruzadas de Bush como un camino para salir del actual lío. Pero en los años setenta, la Nueva Derecha estaba en ascenso; hoy en día, se descompone visiblemente. Luego, podría cargar la responsabilidad por la profunda y prolongada crisis que afectó a EE.UU. sobre las espaldas del “establishment,” mientras ofrece soluciones – más acumulación de armas, un nuevo empuje hacia el Tercer Mundo, y fundamentalismo de libre mercado – que condujeron a gran parte de ese establishment a su órbita.
En la actualidad, la derecha reconoce totalmente la actual crisis, junto con su causa más inmediata, la Guerra de Iraq. Incluso si John McCain lograra vencer por un pelo en noviembre, sería el equivalente funcional no de Reagan, que encarnó un movimiento en marcha, sino de Jimmy Carter, tratando desesperadamente de mantener unida una coalición desgastada.
El sitio en el que es más evidente la decadencia de la derecha como fuerza intelectual es en los arrebatos de cólera que sufre frente a los progresos de la izquierda – o de China – en Latinoamérica. La vitalidad segura de sí misma con la que Jeane Kirkpatrick utilizó a Latinoamérica para inmovilizar al gobierno de Carter ha sido reemplazada por los chillidos desesperados, de oropel, de la desesperanza. “¿Quién perdió a Latinoamérica?” pregunta Frank Gaffney del Centro para la Política de Seguridad – a casi cada persona que encuentra. La región, dice, es ahora “un magneto para terroristas islamistas y un caldo de cultivos para movimientos políticos hostiles... El líder crucial es Chávez, el multimillonario dictador de Venezuela que ha declarado una yihád latina contra EE.UU.”
Diplomacia que recurre a “comillas que asustan”
Pero sólo el que sea poco probable que la derecha despliegue de nuevo su bandera sobre Latinoamérica no significa que la diplomacia hemisférica de EE.UU. vaya a ser desmilitarizada. Después de todo, fue Bill Clinton, no George W. Bush, quien, a pedido de Lockheed Martin, revocó una prohibición del gobierno de Carter (basada en recomendaciones del informe de Linowitz) sobre la venta de armamentos de alta tecnología a Latinoamérica. Eso, por su parte, provocó una carrera armamentista imprudente y despilfarradora en el Cono Sur. Y fue Clinton, no Bush, quien aumentó dramáticamente la ayuda militar al asesino gobierno colombiano y a mercenarias corporativas como Blackwater y Dyncorp, escalando aún más la descaminada “guerra contra la droga” de EE.UU. en Latinoamérica.
De hecho, una rápida comparación entre el informe de Linowitz y el nuevo estudio del CFR sobre Latinoamérica suministra un modo aleccionador para medir hasta qué punto el “establishment liberal” ha pasado a la derecha durante las últimas tres décadas. El CFR aconseja admirablemente a Washington que normalice relaciones con Cuba y colabore con Venezuela, mientras minimiza la posibilidad de que “terroristas islámicos” utilicen el área como escala – una antigua fantasía de los neoconservadores. (Douglas Feith, ex subsecretario del Pentágono, sugirió que, después del 11-S, EE.UU. postergara la invasión de Afganistán y en lugar de hacerlo bombardeara Paraguay, que tiene una gran comunidad chií, sólo para “sorprender” a la suní al-Qaeda).
Sin embargo, en circunstancias que el informe Linowitz provocó la ira de gente como Jeane Kirkpatrick al escribir que EE.UU. no debiera tratar de “definir los límites de diversidad ideológica para otras naciones” y que los latinoamericanos “son capaces de evaluar, y lo harán, los méritos y desventajas del enfoque cubano,” el CFR es mucho menos dispuesto a aceptar nuevas ideas. Insiste en presentar a Venezuela como un problema que EE.UU. debe encarar – a pesar de que el gobierno en Caracas es reconocido como legítimo por todos y es considerado como aliado, incluso estrecho, por la mayoría de los países latinoamericanos. Los latinoamericanos podrán “saber lo que es mejor para ellos mismos,” como concede el nuevo informe, pero Washington sigue sabiéndolo mejor, y por lo tanto debería respaldar temas de “justicia social” como un medio para hacer que los venezolanos y otros latinoamericanos se aparten de Chávez.
El que el informe del CFR coloque regularmente la “justicia social” entre comillas que asustan sugiere que utiliza la expresión sobre todo como un truco de mercadeo – algo como “Nueva Coca-Cola” – que para indicar que los bancos y las corporaciones de EE.UU. estén dispuestos a hacer concesiones sustanciales a los nacionalistas latinoamericanos. Hace siete décadas, Franklin Roosevelt apoyó el derecho de los países latinoamericanos a nacionalizar intereses de EE.UU., incluyendo propiedades de Standard Oil en Bolivia y México, diciendo que era hora de que otros en el hemisferio obtuvieran “su justa parte.” Hace tres décadas, la Comisión Linowitz recomendó el establecimiento de un “código de conducta” que definiera las responsabilidades de compañías extranjeras en la región y que reconociera el derecho de los gobiernos a nacionalizar industrias y recursos.
El CFR, al contrario, desprecia los esfuerzos mucho más limitados de Chávez de crear compañías conjuntas con las multinacionales petroleras, y no ofrece nada a cambio excepto papilla para bebés. Su recomendación central – orientada a cultivar a Brasil como una posible ancla para un orden hemisférico pos-Bush, pos-Chávez – insta a abolir subsidios y aranceles que protegen a la agroindustria estadounidense a fin de promover una “Asociación de Biocombustible” con el colosal sector agrícola de Brasil.
Sería un desastre medioambiental, que llevaría grandes plantaciones mecanizadas cada vez más profundo dentro de la cuenca del Amazonas, y no contribuiría en nada a generar puestos de trabajo decentes o a distribuir la riqueza de un modo más justo.
Dominado por representantes del sector financiero de la economía de EE.UU., el Consejo recomienda poco que vaya más allá de continuar con las fracasadas políticas corporativas de “libre comercio” de los últimos veinte años – y, en este caso, las ‘comillas que asustan’ son justificadas porque lo que están propugnando es tan libre como sólo puede ser la “justicia social” corporativa.
¿Una Doctrina Obama?
Hasta ahora Barack Obama promete poco que sea mejor. Hace unas pocas semanas, viajó a Miami para pronunciar un importante discurso sobre Latinoamérica ante la “Fundación Nacional Cubano Americana”. No se puede decir que haya sido un sitio de reunión auspicioso para un discurso que prometía “involucrar a la gente de la región con el respeto debido a un socio.”
Seguramente sus prioridades para la participación humana habrían sido diferentes si se hubiera dirigido no a los acaudalados exiliados derechistas cubanos sino a un público, digamos, del tipo de los inmigrantes latinos en Los Ángeles que han revitalizado el movimiento laboral de EE.UU., o de familias centroamericanas en Postville, Iowa, donde autoridades de inmigración y del Departamento de Justicia realizaron recientemente una masiva redada en una planta embaladora de carne, arrestando a unos 700 trabajadores indocumentados. Obama pidió una reforma exhaustiva de la inmigración y prometió cumplir con la agenda de las Cuatro Libertades de hace 68 años, de Franklin Roosevelt, incluyendo la socialdemocrática “libertad de la necesidad.” Pero pasó gran parte de su discurso satisfaciendo a su público cubano.
Ignorando el consejo no exactamente radical del CFR, el candidato prometió mantener el embargo contra Cuba. Y luego fue más lejos. Sonando un poco como Frank Gaffney, casi acusó al gobierno de Bush de “perder Latinoamérica” y de permitir que China, Europa y “demagogos como Hugo Chávez” llenen “el vacío.” Incluso sacó a relucir el espectro de la influencia iraní en la región, al señalar que “recién el otro día Teherán y Caracas lanzaron un banco conjunto con sus beneficios inesperados del petróleo.”
Sea cual sea la opinión que uno tenga de Hugo Chávez, cualquier diplomacia que afirma que toma en serio la opinión latinoamericana tiene que reconocer una cosa: La mayor parte de los dirigentes de la región no sólo no lo ven como un “problema,” sino se le han unido en importantes iniciativas económicas y políticas como el Banco del Sur, una alternativa al Fondo Monetario Internacional y la Unión de Naciones Sudamericanas, modelada según la Unión Europea, establecida hace sólo dos semanas. Y cualquier presidente de EE.UU. que sea sincero en su deseo de ayudar a los latinoamericanos a librarse de la “necesidad” tendrá que trabajar con la izquierda latinoamericana – en todas sus variedades.
Pero de aún más mal agüero que la pose de Obama sobre Venezuela es su opinión sobre Colombia. Los críticos han señalado hace tiempo que los miles de millones de dólares suministrados a las fuerzas de seguridad colombianas para derrotar a la insurgencia de las FARC y restringir la producción de cocaína, cortarían las alas a un fin negociado de la guerra civil en ese país y provocarían potencialmente su escalada a países andinos vecinos. Es exactamente lo que sucedió en marzo pasado, cuando el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, ordenó el bombardeo de un campamento rebelde situado en Ecuador (posiblemente con apoyo logístico de EE.UU. suministrado desde la Base de la Fuerza Aérea en Manta, lo que da una idea del motivo por el cual Correa quiere transferirla a China). Para justificar el ataque, Uribe invocó explícitamente el derecho de acción preventiva, unilateral, de la Doctrina Bush. Como reacción, Ecuador y Venezuela comenzaron a movilizar tropas a lo largo de sus fronteras con Colombia, llevando a la región al borde de la guerra.
Es muy interesante que en ese conflicto, una abrumadora mayoría de países latinoamericanos y caribeños se haya puesto de parte de Venezuela y Ecuador, condenando categóricamente el ataque colombiano y reafirmando la soberanía de las naciones individuales, reconocida por Franklin Roosevelt hace mucho tiempo. No por Obama, sin embargo. Esencialmente apoyó la campaña del gobierno de Bush por transformar las relaciones de Colombia con sus vecinos andinos en algo como las que Israel tiene con la mayor parte de Oriente Próximo. En su discurso de Miami, juró que “apoyará el derecho de Colombia a atacar a terroristas que busquen refugio al otro lado de sus fronteras.”
Es igualmente inquietante la aprobación de Obama a la controvertida Iniciativa de Mérida, que grupos de derechos humanos como Amnistía Internacional han condenado como una aplicación de la “solución colombiana” a México y Centroamérica, suministrando a sus militares y policías una masiva infusión de dinero para combatir la droga y las pandillas. El crimen es ciertamente un problema serio en esos países, y merece una atención considerada. Es escalofriante, sin embargo, que se ponga a Colombia – donde los escuadrones de la muerte han infiltrado todos los niveles del gobierno, y donde activistas sindicales y políticos son asesinados regularmente, - como modelo para otras partes de Latinoamérica.
Obama, sin embargo, no sólo apoya la iniciativa, quiere expandirla más allá de México y Centroamérica. “Debemos presionar también más hacia el sur,” dijo en Miami.
Parece que una vez más, como en los años setenta, los informes sobre la muerte de la Doctrina Monroe son muy exagerados.
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No hay que endiosar al Che Guevara

Alberto Granado:“No hay que endiosar al Che Guevara”
Silvina Friera
2008-06-11
Página 12, Argentina
El hombre que emprendió con el Che, en los años ’50, aquel viaje iniciático por Latinoamérica, rescata con gran lucidez anécdotas y detalles del revolucionario. También habla de Fidel, de Perón y de los gustos literarios de Guevara.
A los 85 años, Alberto Granado camina despacio, con pasos cortos, pero firmes. Avanza, seguro y ligerito, de la habitación del hotel hasta el ascensor sin acordarse del bastón de madera, hasta que lo pide como quien de pronto se da cuenta de que le falta algo, como si fuera un estorbo o un mal necesario que acepta a regañadientes. Tiene una picardía expansiva y contagiosa en la mirada. Y en su sonrisa. Las huellas de la vida, en su rostro, producen un contrapunto entre la emoción y el respeto, pero cuando habla nunca comete el pecado de la solemnidad, palabra que, seguramente, debe haber expurgado de su diccionario, cuando decidió emprender, a fines de 1951, aquel viaje iniciático por Latinoamérica con su amigo Ernesto Guevara, a bordo de la Poderosa II, una vieja moto de Granado, “fiel compañera de giras por pampas y montañas”. Cordobés inquieto, “un gitano sedentario”, como lo definía el Che, que reside en Cuba desde 1960, de acento más aporteñado que cubanizado, le brillan más los ojitos cuando recuerda al Fúser –apócope de Furibundo Guevara de la Serna, por su tenacidad y falta de temor en el juego del rugby– o al Pelao –apodo que tenía antes de que lo conociera, de cuando se cortó el pelo al rape–, como le decía al Che. Granado llegó a la Argentina para presentar Con el Che por Sudamérica (editado por Marea por primera vez en el país), libro en el que se basó la película Diarios de motocicleta, de Walter Salles, y para participar de las celebraciones por el 80º aniversario del nacimiento del Che, que se realizarán en Rosario, el próximo sábado y en distintas ciudades del país.
Mientras aferra con una mano el bastón, Granado rechaza la mitificación de la figura del Che. “Creo que como no hay muchos ejemplos, la imagen de ese hombre joven, fuerte, que abandona la comodidad de su ministerio y deja a su familia para seguir un ideal, provoca que la gente tienda a transformarlo en un ser sin defectos y lleno de virtudes. A medida que vemos cómo la globalización va aplastando y matando a la gente, la figura del Che, que siguió un camino recto y abandonó lo fácil por lo difícil, se convierte en ejemplo”, explica Granado en la entrevista con PáginaI12. “Pero no se puede caer en ese error, no hay que endiosar al Che porque si no se lo termina lavando. Hay muchos Che Guevara, menos brillante que el nuestro, claro, pero que son capaces de luchar y de sacrificarse por un ideal. Hay que evitar que desprendan al Che de la tierra; tiene que ser un hombre de carne y hueso”. La amistad entre Guevara y Granado, Mial –-contracción de “mi Alberto”–, como lo llamaba el Che, se inició en 1942. “Yo tenía 20 y el Pelao 14. En esa época era una diferencia de edad enorme, pero siempre fui muy amigo de los jóvenes, me gustaban mucho el deporte (a pesar de mi poco físico) y la lectura. Fue muy fácil coincidir con él en esos gustos. También coincidíamos en las cosas que no nos gustaban. Si algo no nos gustaba, ni teníamos que mirarnos para saber que estábamos en desacuerdo”, aclara Granado.
De pronto se acerca al grabador, como poseído por un pensamiento que quiere dejar registrado, subrayado en el énfasis de un tono de voz que aumenta su caudal. “Hay que tratar de hacer lo que hacía el Che: sacrificarse por los otros. Yo siempre digo que mientras haya un niño que está pasando hambre, el capitalismo está fracasando. Hay que seguir luchando para que no haya niños que no tengan qué comer.”
–¿Qué significó para usted ese viaje?
–Fue la confirmación práctica de las ideas que tenía antes de viajar: descubrí que había que luchar y no sólo filosofar, que había que pelear contra la discriminación de la mujer, del indio, contra la explotación de los obreros del cobre... Esas cosas se fueron confirmando y agrandando con el tiempo, y con la evidencia de lo que veíamos. Ese viaje me hizo entender que al mundo no solamente había que conocerlo sino cambiarlo.
–¿Cómo impactó esa experiencia en su formación política?
–El viaje me dio un empujón. En ese tiempo yo era crítico de todos: los peronistas no servían porque eran mentirosos, los radicales no servían porque eran oligárquicos, los conservadores no servían porque habían matado a los indios, los comunistas estaban alejados de las masas y los socialistas eran demasiado teóricos (se ríe). El viaje me sirvió para darme cuenta de que había que tomar partido: sos o no sos, no podés estar en contra de todas las banderas. El viaje me ayudó a eso, y también la Revolución Cubana, que fue una gran escuela para mí porque me enseñó a ser útil, a hacer lo que había que hacer y no lo que me gustaba.
–¿Qué defectos del Che descubrió a partir del viaje?
–Era demasiado estricto con la gente. El era estricto también consigo mismo, pero era demasiado duro con los mentirosos y le gustaba un poco burlarse de la gente que era capaz de aparentar lo que no era. Eso se refleja muy bien en la película, cuando el doctor Pesce, en Perú, le pide opinión sobre un libro que había escrito. Ernesto le dijo cosas tan rudas que es hasta doloroso recordarlo... que el libro era malo, que no decía nada nuevo, que no parecía escrito por un científico comunista.
–Usted comienza el viaje cuando gobernaba Perón, a quien cuestionaba desde que era estudiante universitario. ¿Cómo fue evolucionando su visión del peronismo?
–Por mi condición social, por ser hijo de un empleado de ferrocarril, por las cosas que hizo el peronismo en lo social, tendría que haber sido más peronista que antiperonista. Pero era más antiperonista por la lucha contra el nazismo. En aquel tiempo, en Córdoba, donde yo era estudiante, estaban los Tacuara, el ala derecha del peronismo, y veíamos que llegaban los criminales nazis y se instalaban en la Patagonia... Ahora, a cincuenta años o más, puedo decir que había una fuente en el peronismo, que Perón no era sólo un demagogo. El Che no fue tan radicalmente antiperonista como yo. Cuando cayó Perón, en una carta que le escribió a la madre le decía: “tus amigos de la Marina estarán muy contentos...”. Pero el Che creía que la caída del peronismo no le convenía mucho al país.
Hay una escena bisagra que Granado atesora en su prodigiosa memoria, como si pudiera reproducir en voz alta la cartografía exacta de ese recorrido con su amigo y compañero de ruta por la Argentina, Chile, Perú, Colombia y Venezuela, que culminó a fines de julio de 1952, cuando el Che regresó a Buenos Aires a dar sus últimas materias de Medicina. “Tengo la imagen de Ernesto alejándose en esa barca del leprosario como el momento en que deja de ser Ernesto para convertirse en el Che, el momento en que deja de ser un médico de personas y pasa a ser un médico de pueblos.” Otras anécdotas y recuerdos brotan de las “travesuras” compartidas, de pequeños altercados y puntos de vista disímiles sobre el arte o la literatura. “Al Che le gustaba mucho recitar a Neruda; era el poeta al que más había leído, sobre todo Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Ahora recuerdo que discutíamos sobre Almafuerte. El Che decía que Almafuerte era demasiado panfletario, y yo le decía que no, que era un hombre luchador. A él le gustaba mucho Sarmiento, pero a mí no, porque atacaba demasiado al gaucho.”
–Cuando estaban en Machu Picchu, usted recuerda que el Che le contestó: “¿Revolución sin tiros? Vos estás loco, Petiso”. ¿Qué resonancia tiene esa frase hoy?
–Aquel era un momento en que todo el poder lo tenían los militares, lo tenían la CIA y el Pentágono; desde (Marcos) Pérez Jiménez, en Venezuela, hasta (Carlos) Ibánez, en Chile, en el sur, toda América latina estaba gobernada por militares. Con las mismas armas del capitalismo, ahora se está clareando hacia el socialismo, como pasa con Evo y con Chávez. En ese momento, en 1951, se tomaba el poder con las armas mientras que ahora se busca el poder a través las armas del capitalismo, como diría Ernesto. Fuera del contexto histórico, no se puede aplicar esa respuesta. Soy muy optimista: América latina está dando un paso adelante. Aunque todavía hay peligros en Colombia o el secesionismo en Bolivia, hay que luchar y mantenerse firme. Y si hay que tomar las armas, habrá que tomarlas... pero no creo que sea el momento oportuno.
–¿Cuándo fue la última vez que vio al Che?
–En octubre de 1964, cuando él vino a despedirse a mi casa. Dimos una vuelta por la Sierra Maestra, fuimos a una pizzería, pero no pudo comer mucho porque todo el mundo se amontonaba donde él estaba. El se iba de viaje, ya se estaba entrenando para Bolivia. “Me voy a dar el lujo de invitarle un trago a un ministro”, le dije. Abrí una botella de ron y le confesé: “Vos sabés, Pelao, que de todos mis defectos pequeñoburgueses, hay dos que no me los puedo quitar: el deseo de viajar y el gusto de un buen trago”. El me contestó: “Mirá, Petiso, a mí los tragos nunca me interesaron, y en cuanto a viajar, si no es con una metralleta, tampoco me interesa”. Cuando él se fue, me dijo: “Te espero, gitano sedentario, cuando el olor a pólvora amaine”.
–¿Qué le habría regalado al Che para su cumpleaños?
–Un libro que se llama Cien horas con Fidel (risas).
Es hora de dejar que los recuerdos descansen un rato, que se echen una siesta. Es hora, también, de almorzar. Para confirmar sus defectos pequeñoburgueses, los ojitos pícaros de Granado se achican y brillan al mismo tiempo cuando pregunta: “¿Me podré tomar un vinito?”.

domingo, 8 de junio de 2008

Leonard Weinglass: Hay 40 paginas de prejuicio ideologico en el nuevo fallo de Atlanta

Leonard Weinglass:"Hay 40 páginas de prejuicio ideológico en el nuevo fallo de Atlanta"
Leonard Weinglass:"Hay 40 páginas de prejuicio ideológico en el nuevo fallo de Atlanta"POR ARLEEN RODRÍGUEZ DERIVETUn panel de tres jueces del Onceno Circuito de Apelaciones de Atlanta ratificó este miércoles los veredictos de culpabilidad de los Cinco antiterroristas cubanos, prisioneros en cárceles de Estados Unidos desde 1998, y anuló las sentencias de tres de ellos que deberán ser sentenciados nuevamente en Miami. Se ratificaron a su vez las sentencias de René González (15 años) y Gerardo Hernández (dos cadenas perpetuas más 15 años). En este último caso la decisión del panel fue 2-1. En una opinión de 16 páginas la jueza Phyllis Kravitch afirma que el Gobierno no había presentado evidencias suficientes para probar que Gerardo era culpable del Cargo de Conspiración para cometer asesinato.Solo la solidaridad, la denuncia constante y la movilización internacional logrará la libertad de Los Cinco.Los casos de Ramón Labañino (cadena perpetua más 18 años), Fernando González (19 años) y Antonio Guerrero (cadena perpetua más 10 años) fueron enviados para que la jueza del Tribunal de la Florida proceda a re-sentenciarlos. Será la jueza Joan Lenard quien deba convocar una audiencia para emitir el próximo fallo. Lenard fue quien dictó en el 2001 las desproporcionadas condenas impuestas a los Cinco. La decisión de 99 páginas de la Corte de Atlanta, redactada con un lenguaje politizado ajeno a un texto legal que favorece explícitamente la posición del gobierno, dictaminó que "carecían de mérito" los argumentos de la defensa referidos a los cargos en apelación.Por la trascendencia del tema, Cubadebate ofrece la transcripción literal de la entrevista que Arleen Rodríguez le realizara a Leonard Weinglass, abogado de Antonio Guerrero y miembro del equipo de juristas que lleva la defensa de los Cinco cubanos presos en Estados Unidos. El diálogo fue transmitido originalmente en la Mesa Redonda, programa estelar de la Televisión Cubana, el jueves 5 de junio 2008.Arleen Rodríguez.- Weinglass ayúdenos a entender ¿Qué dicen en síntesis las 99 páginas del fallo de la Corte de Apelaciones de Atlanta?Leonard Weinglass.- Lo que significan, en breve, es que las cadenas perpetuas de dos, las de Antonio y de Ramón, fueron quitadas y hay un programa para su resentencia nuevamente en Miami ante la jueza Lenard.La sentencia de Fernando va a reducirse.Arleen Rodríguez.- Pero Ramón y Antonio tienen cargos diferentes de Fernando. ¿Qué significa que sean devueltos los tres a Miami y qué podría esperarse?Leonard Weinglass.- Cuando fueron arrestados los Cinco en 1998, el Pentágono y el Ministerio de Justicia hicieron una declaración diciendo que la seguridad nacional de Estados Unidos no había sido dañada. Ahora, después de estar 10 años en prisión, tenemos una afirmación por una corte de alto nivel de que no hubo espionaje y que ninguna información muy secreta había sido obtenida ni trasmitida. Eso lo encontró así la Corte, y aun así regresan a una resentencia y no estamos seguros de cuál sería la nueva sentencia; pero no sería, en este caso, cadena perpetua, y ellos pudieran, incluso, regresar a casa.Arleen Rodríguez.- ¿Por qué Gerardo no está incluido en esa revisión?Leonard Weinglass.- El caso de Gerardo era el caso más fácil, de acuerdo con todos los abogados, y pudo haber sido retirado. Sin embargo, aunque su caso es fácil desde el punto de vista legal, desde el punto de vista político es el caso más difícil, debido al clima político existente en Miami. La Corte no tuvo el coraje de dejar a un lado una condena por conspiración para cometer asesinato cuando cuatro residentes de Miami fueron las víctimas.Arleen Rodríguez.- El hecho de que la Corte de Apelaciones de Atlanta haya decidido reenviar a Miami, en el caso de Ramón, de Fernando y de Antonio, significa que se exageraron las condenas, ya eso es una prueba de mala conducta, ¿no es absurdo entonces que se le devuelva a la propia jueza que impuso esas condenas tan elevadas?Leonard Weinglass.- Es desafortunado.En esta decisión de 99 páginas, encuentran que la jueza Lenard cometió errores al sentenciar a Fernando; cometió errores al sentenciar a Antonio; cometió errores al sentenciar a Ramón; cometió errores en las instrucciones que le dio al jurado sobre Gerardo, y, de acuerdo con dos de nuestros tres jueces, cometió errores al negar el cambio de sede.A pesar de estos seis o siete errores serios, la Corte devuelve el caso a la jueza Lenard.Arleen Rodríguez.- ¿Qué recursos judiciales quedan?Leonard Weinglass.- Sí tenemos aún recursos disponibles. En primer lugar, podemos, inmediatamente, el 24 de junio, pedirles a estos tres jueces que reconsideren su decisión a la luz de muchos de los errores que cometieron en esta decisión que dieron, y vamos a hacer eso.Si ellos no reconsideran este razonamiento, entonces tenemos el derecho de ir a la Corte Suprema de Estados Unidos para reconsiderar todos o algunos de los asuntos que hemos presentado, incluyendo la sede, la mala conducta de la Fiscalía, la insuficiencia de la evidencia en contra de Gerardo y otros asuntos que esta Corte ha decidido, incluyendo el uso de un procedimiento secreto en contra de los Cinco entre la jueza y la Fiscalía, y también de mantener evidencias secretas, que pudieron haber sido entregadas a la defensa.Arleen Rodríguez.- Este fallo se produce en un momento en que el pueblo norteamericano está concentrado en el tema electoral y quizás no tiene atención hacia otros asuntos como, junto con el de los Cinco, otro que ha llamado la atención, el posible indulto a Luis Posada Carriles, que ya está libre en las calles de Miami, y uno se pregunta si el equipo de abogados ha tenido en cuenta la doble moral del gobierno norteamericano en relación con el terrorismo, que se hace visible tanto en el tratamiento del caso de los Cinco, que son luchadores antiterroristas y están presos y no hay fallo absolutorio, y la liberación de un terrorista confeso como Luis Posada Carriles. ¿Eso se toma en cuenta en las apelaciones de los abogados?Leonard Weinglass.- En realidad esta contradicción, la cual es muy clara en los hechos que usted citó, no está disponible a nosotros en las escrituras legales del caso; sin embargo, en la opinión original del primer panel al cual nosotros apelamos, ellos sí escribieron una nota al pie, especial, en la cual se refieren a Carriles y entonces lo nombran como terrorista. Desafortunadamente, en esta opinión de 99 páginas, no hay esas referencias.Arleen Rodríguez.- Este fallo también se produce un 4 de junio, cumpleaños de Gerardo. El hecho de que se confirma por el Tribunal de Apelaciones la condena para uno de los cargos más frágiles que tiene todo este proceso, que es la conspiración para el asesinato y, en general, los cargos contra Gerardo, parece un acto deliberado de crueldad contra este joven luchador antiterrorista. ¿Cómo lo ve usted?Leonard Weinglass.- Esto quizás pudo no haber sido un accidente. Las personas, incluso, lo toman en cuenta como una intención insensible contra un hombre que sirvió honorablemente a su país. Sin embargo, cuando usted lee toda la opinión que dieron, en particular las primeras 40 páginas, para nosotros, como abogados, está bien claro que hay prejuicio ideológico en la escritura. Y el hecho de dar la decisión el día del cumpleaños de Gerardo, puede ser visto como usted sugiere: un acto intencional.Arleen Rodríguez.- ¿Qué razones podría darnos un abogado como Leonard Weinglass para que podamos seguir creyendo que hay alguna posibilidad de que triunfe la justicia en el sistema legal norteamericano, en el caso de los Cinco?Leonard Weinglass.- Lamentablemente, este caso es una de esas situaciones donde creo que el gobierno de Estados Unidos está utilizando su sistema de justicia para lograr un objetivo de política exterior. Es por eso la diferencia con el caso de Posada Carriles, y entre el caso de Posada Carriles y este caso.Cuando esto sucede históricamente y se revela esta existencia de prejuicio político, los norteamericanos sienten un gran sentimiento de vergüenza en las leyes y en la confianza del sistema de justicia, en los tribunales de justicia.Arleen Rodríguez.- Si tuviera que decir en una frase qué opinión le merece este fallo del 4 de junio...Leonard Weinglass.- Al menos, Gerardo debió haber sido liberado de todas las condenas y todas las cadenas perpetuas debieron haber sido revocadas.O sea, ganamos una parte pequeña del caso en estos momentos, pero el asunto de la sede está aún vivo y lo vamos a presentar nuevamente ante la Corte Suprema, y, afortunadamente, vamos a comenzar el trabajo de base para que los Cinco regresen a casa.Estamos preparados para seguir luchando y, con suerte vamos a lograrlo, como lo hicimos anteriormente, y como vamos a hacerlo y debemos hacerlo en el futuro.Nosotros ganamos la revocación de las cadenas perpetuas, y esto es una victoria bastante significativa; pero estamos, realmente, muy defraudados al no haber ganado la parte más débil del caso que presentó la Fiscalía, y debíamos haberla ganado.Arleen Rodríguez.- Que es el cargo tres, ¿no?Leonard Weinglass.- Sí, el cargo tres.Cualquier abogado que revise ese cargo, incluyendo a los fiscales, han concluido que no se pudo haber hecho una condena sobre la base de la evidencia que se presentó; y uno de los jueces escribió una opinión de 16 páginas, y muy claramente y de una forma muy fuerte dijo que Gerardo no era culpable de esos cargos. Esta es una declaración fuerte y poco usual, por una jueza de 85 años, que ha sido una jueza federal de apelaciones casi un cuarto de siglo.Este es un acto o una acción histórica realizada por una jueza, incluso, en el cargo que incluye la conspiración para cometer asesinato, que, incluso, su posición es por debajo de la Corte Suprema; ella es una de las líderes más reconocidas del sistema de tribunales en Estados Unidos.Arleen Rodríguez.- Esa es la jueza Kravitch.Leonard Weinglass.- Sí, Kravitch.Ella fue nombrada por Carter, un hombre que cree más en los derechos humanos que muchos de los otros líderes nacionales. Él la escogió de una corte o un tribunal muy pequeño, en Georgia donde ella practicaba el derecho, a pesar de haberse graduado por encima de sus compañeros de clases, en uno de los colegios de derecho más prestigiosos en Estados Unidos; pero ella no encontraba trabajo en ninguna firma de abogados grande porque era mujer. Entonces, ella entiende claramente el precio que las personas tienen que pagar cuando son víctimas de un prejuicio, y creo que ella aporta esto a su trabajo como jueza.Arleen Rodríguez.- Muchas gracias por sus palabras para nuestra Mesa Redonda.
Publicado por Manuel Alberto Leyva Estupiñán en 7:28

La sentencia de Atlanta

La sentencia de Atlanta

Por: Rodolfo Dávalos
Correo: digital@jrebelde.cip.cu
08 de junio de 2008 00:18:00 GMT
Tarde y con daño llegó la sentencia de Atlanta. Luego de una larga espera, se suponía que los jueces hicieran un esfuerzo por la justicia. Pero no fue así, veintidós meses después del último pronunciamiento del Onceno Circuito de Apelaciones (aquel que echara por tierra la decisión de tres jueces que acogió en agosto de 2005 la solicitud de cambio de sede por considerar, como es obvio, que no era Miami el lugar adecuado para el juicio), nos llega la sentencia de los tres jueces que conocían de la segunda apelación de los Cinco. ¡Vaya decepción!, para aquellos que alguna vez pensamos que podía haber un espacio a la justicia en el sistema judicial norteamericano.
Como se recordará los abogados de los Cinco habían planteado unas 24 causales o motivos de apelación, suficientes para revocar el ilegal veredicto o las injustas sentencias dictadas en Miami por la jueza Lenard. Entre ellos los más fuertes, por su trascendencia, eran: El Estado de Necesidad, que justifica y legitima la acción de los Cinco, elimina el ilícito penal y, por ende, el veredicto de culpabilidad. La conducta impropia de la Fiscalía, esa actuación malintencionada y fraudulenta de la Fiscalía durante todo el juicio que constituyó una verdadera burla al sistema judicial norteamericano. La insuficiencia de las evidencias, al no haber sido probados ninguno de los dos cargos por los cuales se impusieron las injustas condenas de cadena perpetua. Las instrucciones erróneas al jurado, y la aplicación indebida de CIPA.
Con menor fuerza, por su repercusión para la posible libertad de los acusados, pero no con menos razones legales, se plantearon otras causales, entre ellas los errores cometidos por la Jueza en la aplicación de la guía de sentencia.
Ahora, con infeliz coincidencia (o mucha maledicencia) el mismo día del cumpleaños de Gerardo se emite el esperado fallo. ¿Y qué dicen los jueces? Se ratifica el veredicto de culpabilidad, se ratifica en parte la sentencia recurrida, al mantenerse las condenas de Gerardo y René, se anula en parte la sentencia al revocarse las sanciones impuestas a Ramón, Tony y Fernando, y se devuelve en parte al Juez de «primera instancia» o sea, a la jueza Joan Lenard del Distrito Federal de Miami Dade, para que dicte nuevas sentencias en el caso de aquellas que fueron anuladas, es decir, se vuelva a dictar sentencia para Ramón, Tony y Fernando.
El documento de 99 páginas consta de tres partes. Una primera de 82 páginas aceptada en su generalidad por los tres jueces, de la cual es ponente el juez Pryor, quien se incorporara (para mal) al panel de tres jueces que conoce del caso luego de la jubilación del juez James Oakes, que presidiera antes dicho panel. Un voto particular, de una página, del juez Stanley Birch, quien ya había formado parte antes del panel de tres jueces que emitiera la sentencia de agosto de 2005, y que ahora vuelve a insistir en el criterio dado en aquella oportunidad: los acusados no tuvieron un juicio justo con un jurado imparcial. El Juez sigue convencido, según sus propias palabras, de que el juicio en Miami estuvo sometido a un nivel de daño basado en el demostrado prejuicio de la comunidad, contaminado además por la campaña de prensa, y que los acusados merecen un nuevo juicio fuera de Miami. Una tercera parte, de 16 páginas, de la veterana y experimentada jueza Phyllis Kravitch, en la que sin lugar a dudas se hace un análisis certero de la falta de evidencias para condenar a Gerardo por el cargo 3, «Conspiración para cometer asesinato», concluyendo que el Gobierno no presentó pruebas suficientes para demostrar, más allá de toda duda razonable, que Gerardo Hernández estuvo de acuerdo en una confabulación para derribar las avionetas el 24 de febrero de 1996, en el espacio aéreo internacional.
Lamentablemente al juez Birch le faltaron agallas para suscribir también este voto, con lo cual se habría anulado una de las injustas cadenas perpetuas impuestas a Gerardo. Inexplicablemente también, no fueron admitidas para Gerardo las mismas razones que están presentes para invalidar las sentencias de Ramón y Tony. Y es que no se cometió «Conspiración para cometer espionaje», no existe una sola evidencia de la comisión de este delito. Como se ha insistido una y otra vez, los Cinco no son espías, porque no fue nunca su propósito obtener información sobre la defensa, la seguridad, los intereses del gobierno de los Estados Unidos. Esto habría echado por tierra las dos cadenas perpetuas impuestas a Gerardo, con lo cual si no satisfechos, porque no podremos estarlo hasta que no se reconozca su inocencia, al menos el fallo sería más congruente.
¿Y qué decir del análisis de la sentencia impuesta a René? No tienen nada en la mano contra él, como no sea su dignidad de cubano revolucionario. Cuánto odio se percibe en el trasfondo. Recuérdese que la Jueza Lenard le prohibió que cuando cumpla la injusta condena vuelva a visitar lugares donde se conoce están los terroristas...
Hoy 8 de junio los cubanos celebramos el Día del Trabajador Jurídico, en reconocimiento a todos aquellos que se esfuerzan en el trabajo por la justicia, la legalidad, el orden, el respeto a la verdad y la razón. En recuerdo también de aquel acto que un 8 de junio, pero de 1865, en la Real y Pontificia Universidad de La Habana, un joven estudiante de Derecho nombrado Ignacio Agramonte y Loynaz al defender su tesis para recibirse de Abogado, pronunciaba un brillante discurso, en el cual entre otras audaces manifestaciones jurídico-políticas, revolucionarias para la época, valientes ante el propio claustro español decía: «La justicia, la verdad, la razón, solo puede ser la suprema ley de la sociedad».
Paradójicamente también un 8 de junio, de 2001, concluía la farsa del juicio oral contra los Cinco en Miami, y quedaba concluso para sentencia, hasta diciembre del propio año, cuando en las vistas de sentencia junto a los injustos e ilegales pronunciamientos de sentencias, se escucharon los valientes y dignos alegatos de cada uno de ellos, que retumbaron en la Corte de Miami, como retumbara en su día el discurso del Bayardo ante los profesores españoles. Y es que no es posible un país sin justicia, verdad y razón. Por eso la lucha continúa hasta que se alcance la justicia.
Ellos, como Agramonte, tienen dos blancuras: su espada y su conciencia. Son diamantes con alma de beso.