martes, 14 de julio de 2009

Che, vigencia y convocatoria

CHE
VIGENCIA Y CONVOCATORIA

MARTA HARNECKER[1]
1989


Este libro reúne tres trabajos que nos parecen de gran utilidad para quienes pretenden hacer del marxismo, como el Che lo hizo, no letra muerta que se recita al tenor de las circunstancias, sino un instrumento de combate para construir un mundo mejor.

Vanguardia, unidad y alianzas, constituye una síntesis realizada por Marta Harnecker de uno de los ejes temáticos del debate realizado en Managua en junio de 1987 sobre “Crisis y alternativas revolucionarias en América”. Este seminario, inspirado en el carácter antidogmático y esencialmente creador del pensamiento del Che, se realizó en el marco de las conmemoraciones por el XX aniversario de su caída en combate, y contó con la participación de un grupo de reconocidos intelectuales y dirigentes políticos comprometidos con el pensamiento y con la práctica revolucionarios en América Latina.

Che: consecuencia de un pensamiento, es el producto de una entrevista del periodista español Iosu Perales a la escritora chilena realizada en septiembre de 1987[2]. Marta aclara aquí, con su reconocida capacidad pedagógica, algunos aspectos centrales del pensamiento del Che que no siempre han sido bien comprendidos.

Che: vigencia y convocatoria, es la transcripción de una charla que diera Marta Harnecker, el 17 de junio de 1988 en Rosario. Esta charla se efectuó en la provincia argentina con motivo del sesenta aniversario del natalicio de Ernesto Guevara Linch y fue patrocinada por un amplio espectro de fuerzas políticas y sociales. La exposición aborda aquellos planteamientos del Che que hoy continúan vigentes y se señalan los cambios que durante este último cuarto de siglo ha sufrido nuestro continente y que exigen de los revolucionarios respuestas nuevas y creadoras.

Ofrecemos al lector este pequeño libro convencidos de que servirá de estímulo para pensar con cabeza propia los nuevos desafíos teóricos y políticos que nos plantea la América Latina de hoy.

Los editores
mayo‑1989


índice

I. VANGUARDIA UNIDAD ALIANZAs. 3

1. No hay vanguardias a priori 3

2. La fragmentación de la izquierda y el camino de la unidad. 5

3. Articulación vanguardia‑pueblo. Hegemonía y bloque popular. 8

4. Formas de organización de la vanguardia y de las masas. La democracia en la vanguardia.. 12

5. El discurso y el proyecto nacional de la vanguardia.. 15

6. Formación teórica de la vanguardia.. 16

7. De las dictaduras militares a las democracias restringidas. 17

8. Política de alianzas. 18

9. Utilización de las armas. 21

10. Vanguardia y toma del poder. 22

II. CHE: CONSECUENCIA DE UN PENSAMIENTO.. 23

1. LA LUCHA ELECTORAL Y SUS LIMITACIONES. 23

2. LA GUERRA DE GUERRILLAS: NO UN SIMPLE METODO SINO LA VIA PRIVILEGIADA.. 25

3. EL ANTIFOQUISMO DEL CHE. 26

4. SOÑADOR CON LOS PIES EN LA TIERRA.. 26

5. LOS FACTORES MORALES EN LA CONSTRUCCION DEL SOCIALISMO.. 28

6. CHE Y FIDEL: UNA CONFLUENCIA PROVIDENCIAL. 31

7. PREPARAR EL RELEVO DE LOS DIRIGENTES HISTORICOS. 32

8. PLENA CONSECUENCIA ENTRE TEORIA Y PRACTICA.. 32

III. CHE: VIGENCIA Y CONVOCATORIA.. 33

1. LO QUE PERDURA DEL PENSAMIENTO DEL CHE. 34

2. LO NUEVO EXIGe RESPUESTAS NUEVAS. 38

1) Ejércitos con mayor preparación contraguerrillera. 38

2) Transformaciones del Estado. 39

3) El nuevo modelo de desarrollo capitalista. 39

4) Creciente proceso de urbanización. 40

5) La participación de los cristianos en la revolución. 41

6) Nueva actitud de los partidos comunistas. 41

7) Mejores condiciones para la unidad de la izquierda. 42

8) Transformaciones en la URSS. 43

3. RESPUESTAS A LAS PREGUNTAS DEL PUBLICO.. 45

1) Sobre socialismo y comunismo. 45

2) Sobre el humanismo en el Che y la crítica de Althusser a la consideración del marxismo como humanismo. 45

3) Sobre la destrucción del estado burgués. 46

4) Relación entre unidad revolucionaria y unidad antimperialista. 46


I. VANGUARDIA UNIDAD ALIANZAs

INTRODUCCION

1. Hoy, cuando la crisis estructural del capitalismo ha llegado a su punto más crítico de los últimos decenios, cuando el modelo reformista burgués muestra claros síntomas de agotamiento y las masas populares están en la calle como en Haití, Panamá, Perú, Bolivia, en la mayor parte de los países de América Latina se nota una dramática ausencia de vanguardias capaces de canalizar ese movimiento y darle una salida revolucionaria a la crisis.

2. Este no es un fenómeno nuevo. La trágica derrota de la Unidad Popular en Chile, la incapacidad de los partidos revolucionarios salvadoreños de aprovechar la situación revolucionaria del 80 para lanzarse al asalto al poder, los reveses sufridos por las organizaciones armadas guatemaltecas después de un notable ascenso de su accionar militar en el mismo período, la impotencia de la izquierda dominicana para dar conducción a las masas insurreccionadas en abril de 1985 y de las izquierdas de Brasil, Uruguay y Argentina para levantar una alternativa revolucionaria a la crisis de los gobiernos militares, son una prueba fehaciente de la anterior afirmación.

3. A partir de estos hechos, constatamos un retraso evidente del factor subjetivo en relación con las condiciones revolucionarias objetivas que hoy existen en un gran número de países de América Latina y el Caribe.

4. Fue el honesto reconocimiento de esta situación el marco referencial en torno al cual se dio el intercambio de opiniones y experiencias en torno a la cuestión de la vanguardia.

5. No obstante lo anterior, diversos indicadores señalan que la izquierda latinoamericana comienza a moverse en dirección a la superación de esta debilidad. En efecto, los años 80 están marcados por el inicio de un esfuerzo por aprender tanto de los triunfos como de las derrotas; por la comprensión y la asunción de la existencia de un campo popular, de una izquierda, formada por distintos destacamentos que requieren actuar unificadamente; por la creciente toma de conciencia de que ser vanguardia, actuar como fuerza dirigente en el proceso de la lucha de clases, significa, ante todo, otorgar una conducción autónoma a las masas en las formas reales que asume la lucha política de clases en cada sociedad, en cada período y coyuntura.

1. No hay vanguardias a priori

6. El seminario constató la madurez alcanzada por las organizaciones revolucionarias de América Latina y el Caribe, expresada en su reconocimiento de que, aunque todas ellas aspiran a ser vanguardias, muchas no han logrado todavía convertirse en los reales conductores de sus pueblos.

7. Podemos así distinguir países donde no existe vanguardia revolucionaria, cuyos casos más patéticos son Panamá y Honduras; países donde la vanguardia revolucionaria está en vías de constitución como Chile, Colombia, Perú, y, países donde existen vanguardias consolidadas como es el caso del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador, además de los países donde ya ha triunfado la revolución.

8. Por eso, es importante distinguir entre dos términos: organización o partido revolucionario y vanguardia revolucionaria. Lo que en el seminario se cuestionó no fue la calidad moral, revolucionaria, de los partidos u organizaciones de izquierda; no se puso en duda la abnegación y disposición revolucionaria de sus militantes, y que ellos de verdad quisieran hacer la revolución. Sin embargo, se fue muy preciso en señalar que el atributo de vanguardia de un partido u organización revolucionaria se obtiene por su real capacidad para conducir, en cada período y coyuntura, al movimiento popular a participar en forma autónoma en las formas concretas que asume la lucha política de clases, en dirección a la confrontación con el poder establecido hasta conseguir el triunfo revolucionario y que, por lo tanto, el problema no es autodenominarse vanguardia, sino serlo en la práctica.

9. Todos valoramos muy positivamente la autocrítica profunda que realizaron representantes de los partidos comunistas de República Dominicana, Guatemala y, muy especialmente, de Argentina. El Partido Comunista de este último país, que durante años declaró ser la vanguardia de la clase obrera, reconoce que hoy no sólo no la dirige, sino que influye muy poco en ella como consecuencia, entre otras cosas, de una desviación oportunista de derecha.

10. No sólo los partidos comunistas reconocen sus errores y debilidades, también lo hacen otras organizaciones de la izquierda latinoamericana y caribeña.

11. Ha existido una incapacidad común en la mayor parte de ellas de comprender su realidad e historia nacional. Por ejemplo, en algunos países donde la presencia indígena era evidente, estas organizaciones hasta hace poco no incorporaban a su programa las reivindicaciones étnico‑culturales de ese sector, a veces mayoritario, de la población, o en aquellos donde el fenómeno populista marcaba todo un período histórico, como el caso del peronismo en Argentina, la mayor parte de la izquierda de ese país no era capaz de entender ese fenómeno y, por lo tanto, no podía procurar encauzarlo en forma revolucionaria.

12. Esto contrasta con lo que ha ocurrido en los países donde la vanguardia ha sido capaz de conducir al pueblo al poder o donde el proceso revolucionario está ya muy avanzado.

13. El Movimiento 26 de Julio hizo suyo el ideario martiano ‑Fidel sostiene que José Martí es el autor intelectual del Moncada‑ y tomó muy en cuenta las tradiciones de lucha de su pueblo. La guerra de guerrillas del Ejército Rebelde se inspira en las luchas del Ejército Mambí. Valoró correctamente la experiencia revolucionaria de los años treinta y, considerando la conciencia democrático‑progresista de las masas, que en ese momento, estaba muy lejos de ser una conciencia socialista, transformó en bandera de lucha la Constitución de 1940, un cuerpo legal burgués avanzado.

14. Por su parte, el Frente Sandinista, guiado por Carlos Fonseca, buscó en las propias raíces históricas de la lucha del pueblo nicaragüense los elementos ideológicos, políticos y organizativos que le permitieron ligar y dar continuidad al proceso de liberación expresado en su proyecto revolucionario. Rescató e hizo que las masas se apropiaran de los principales símbolos de rebeldía, de valentía y de dignidad nacional. Buscó el lenguaje y el estilo propio a sus tradiciones de lucha. En un país sojuzgado, intervenido militarmente en múltiples ocasiones, cuya historia abunda en gestas y rebeliones heroicas, el FSLN encontró en Sandino al principal caudillo de la lucha del pueblo nicaragüense, al máximo exponente y síntesis de las luchas de Zeledón y Andrés Castro contra el interventor yanqui, la expresión más consecuente del antimperialismo, la identidad de la nación y la expresión más organizada de la moral combativa de los nicaragüenses patriotas. Halló en el “general de hombres libres” la inspiración para formular su programa revolucionario y su táctica de combate guerrillero. Encontró en Sandino, su bandera roja y negra y en su grito de combate: ¡Patria Libre o Morir!, los símbolos movilizadores de la rebelión popular.

15. Por otra parte, tanto en el caso de Cuba como en el de Nicaragua quedó demostrado que para llegar a ser vanguardia no basta con que ésta sea capaz de apropiarse de las tradiciones de la lucha popular, sino que, al mismo tiempo, es indispensable ganarse la credibilidad y respeto de su pueblo. El Moncada en Cuba, Bocay y Pancasán en Nicaragua, fueron gestas heroicas donde la vanguardia demostró estar dispuesta a dar su vida por la causa que pregonaba, llegando a calar muy hondo en el sentir de las masas populares.

16. Se constató a su vez que en los países donde los procesos revolucionarios que tuvieron expresiones armadas sufrieron reveses o derrotas, la capacidad de autocrítica, la lucha ideológica con las concepciones reformistas, la recuperación de las experiencias militares exitosas en el terreno táctico, junto a la constancia en las tareas en el seno de las organizaciones de masas, son de vital importancia para recobrar la credibilidad del proyecto revolucionario.

2. La fragmentación de la izquierda y el camino de la unidad

17. ¿Cómo se explica el creciente surgimiento de organizaciones de izquierda a partir de 1959 y por qué se mantiene el distanciamiento y la proliferación, a pesar de la madurez alcanzada por muchas de ellas?, fueron preguntas que se plantearon en el seminario.

18. Hay quienes sostienen que la existencia de diversas organizaciones políticas de izquierda tendría su base explicativa más profunda, no en los errores o debilidades de los partidos de izquierda hasta entonces existentes, en su mayoría partidos comunistas, sino en la complejidad de la estructura social latinoamericana. A partir de la brusca expansión del desarrollo capitalista dependiente en la década de los cincuenta y especialmente en la de los sesenta, habrían surgido nuevos sujetos sociales tales como: una clase obrera más calificada, sectores marginales urbanos productos de la emigración rural, un importante sector pequeño‑burgués intelectual también marginal, surgido de la expansión de la enseñanza media y universitaria; el crecimiento de las capas medias urbanas. Estos nuevos sujetos sociales productos del desarrollo capitalista dependiente constituirían, según esta tesis, la base objetiva sobre la cual surgirían las nuevas organizaciones políticas revolucionarias. El aspecto positivo de esta tesis es que conduce a reconocer un status revolucionario a dichas organizaciones y no a tratarlas, como hasta entonces se había hecho, como meras desviaciones de ultraizquierda. El aspecto negativo es que el fraccionamiento de la izquierda se asume como un hecho inevitable e incluso necesario al estar socialmente determinado.

19. Otros sostienen que el origen de toda organización o partido de izquierda se explica por las ineficiencias o errores de los ya existentes, sin considerar las características heterogéneas de la realidad del propio país ni la historia política concreta de éste, ni lo que ocurre en el movimiento revolucionario a nivel internacional. No cabe duda que la polémica chino‑soviética de mediados de la década de los sesenta y la discusión acerca de la validez de la lucha armada y específicamente de las potencialidades de la lucha guerrillera en el campo levantada por la revolución cubana, son factores que influyen en las discusiones y divisiones que se originan en el seno de la izquierda de nuestro continente en las décadas sesenta‑setenta.

20. Pero, la historia de los procesos revolucionarios triunfantes o que han madurado lo suficiente en el continente muestran que una vez desatada la guerra revolucionaria y después de avanzar exitosamente, no surge en Cuba ni en Nicaragua ninguna otra organización alternativa al M‑26‑7 y al FSLN respectivamente. Igual cosa sucede en El Salvador desde que se unificaron las organizaciones revolucionarias en el FMLN. Esto lleva a algunos analistas a concluir que el origen o las causas más profundas de esta desintegración o diversidad de la vanguardia estaría en la incapacidad de esas diversas organizaciones para levantar un proyecto político de alcances hegemónicos nacionales. Según esta tesis, si un partido que se considera vanguardia de su pueblo sólo actúa sobre una clase social y no tiene en consideración al resto de las fuerzas sociales potencialmente revolucionarias, es lógico que surjan representante de éstas, que a la larga disputarán también la influencia sobre otras clases y sectores sociales, en la medida en que se planteen un proyecto revolucionario nacional.

21. El debate sobre esta temática quedó pendiente ya que las intervenciones en el seminario se volcaron, no tanto a comprender el origen de la fragmentación de la izquierda, como a plantear la necesidad de la unidad de la vanguardia, y al intercambio de experiencias acerca de cómo avanzar en la unidad.

22. Si uno de los rasgos característicos de la mayoría de los países del continente es la existencia de una amplia gama de partidos o movimientos revolucionarios cuyo objetivo estratégico, explícito o implícito, es la lucha por el socialismo, asumir esta realidad es imprescindible. Y esto significa que, en la mayoría de los países sólo se logrará conquistar el poder, si se logra avanzar en la unidad de estas organizaciones que representan ingredientes necesarios e incluso complementarios entre sí. Algunos compañeros hablan de la existencia de una vanguardia “dispersa”, ya que a pesar de la división de la izquierda, cada partido u organización revolucionaria de alguna manera conduce a un sector del pueblo; cada organización asume una parte de la división del trabajo político y también existe una emulación entre los distintos grupos o fracciones. De su articulación fraguada por la lucha nacerá la vanguardia de todo proceso nacional.

23. En el seminario se recalcó que lo que hace posible la unidad es la exigencia política real de la misma, la existencia de un proyecto estratégico común y la voluntad política de lograr la unificación de las fuerzas revolucionarias. Sin esa voluntad política que implica, obviamente, como punto de partida, empezar por reconocer que no se es la única organización legítima de izquierda del país, es imposible pensar en la unidad.

24. La experiencia de las revoluciones triunfantes y de los procesos revolucionarios más avanzados ha demostrado que la unidad de las fuerzas revolucionarias es un factor muy importante para lograr la unidad del pueblo y para levantar su moral combativa, pero ésta no sólo tiene efectos positivos internos sino que también repercute en la lucha de otros pueblos.

25. Por otra parte, se reconoció que la unificación de la vanguardia se hace más urgente en la medida en que se entra en un período revolucionario, aunque no siempre se da una correspondencia entre necesidad objetiva y posibilidad subjetiva para llevar adelante el proceso unitario.

26. Sin embargo, se insistió en que el camino de la unidad no tiene recetas ni fórmulas válidas para todos lo procesos, aunque pudieran existir algunos rasgos comunes a las diferentes experiencias:

27. ‑La necesidad de avanzar por etapas, mediante un proceso gradual de aproximaciones sucesivas que va de lo simple a lo complejo. Partir, en un comienzo, de la simple coordinación de acciones comunes, buscando, en primer lugar, los puntos de coincidencia, para, desde ellos, comenzar a resolver las diferencias. No pretender abarcar todos los problemas de una vez sino aquellos que puedan garantizar las bases mínimas de la unidad.

28. ‑Enfasis mayor puesto en la práctica que en las discusiones bizantinas, ya que se ha comprobado que las exigencias de la lucha iluminan y acercan más que aquéllas. Fidel tuvo especial cuidado en evitar este tipo de discusiones. Estaba profundamente convencido de que lo que más ayuda a la unidad es que se demuestre en los hechos cuál es la estrategia correcta, puesto que una vez logrado esto es mucho más fácil construir la unidad en torno a ella.

29. ‑Papel unificador del ejército revolucionario. La experiencia cubana nos señala cómo el Ejército Rebelde fue un importante factor de unidad revolucionaria. A él se integraron militantes del Partido Socialista Popular y del Directorio. En El Salvador, la exigencia de enfrentar militarmente a un ejército directamente apoyado por el imperialismo ha mostrado la necesidad de coordinar los planes militares e ir paulatinamente asumiendo funciones de una manera unificada para lo cual tienden a surgir organismos únicos que van creando las condiciones para la fusión de las cinco organizaciones político‑militares que hoy conforman el FMLN en un partido único de la revolución.

30. ‑Evitar dar pasos artificiales que después resulten contraproducentes. Si la unidad a todo nivel se gesta prematuramente, antes de que estén suficientemente maduras todas las condiciones para ello, lo que puede ocurrir es que, o se llegue a conformar una unidad puramente formal que tienda a caer hecha trizas ante el primer obstáculo que aparezca en el camino, o puede producir la inhibición de estrategias correctas representadas por grupos minoritarios que en pro de la unidad, se deciden a renunciar a ellas para someterse al criterio de la mayoría, con las consecuencias negativas que ello tendrá para el proceso revolucionario en su conjunto.

31. ‑Para lograr la unidad y hacer que ésta perdure en el tiempo es necesario que cada una de las organizaciones de izquierda renuncie a sus afanes hegemónicos, que destierren conciente y perseverantemente los propósitos deliberados por imponerse al conjunto de las fuerzas revolucionarias, incluso atropellando, a veces, el interés y los derechos políticos de otro destacamento revolucionario. Es importante que se valore en forma correcta el aporte de todas las fuerzas revolucionarias sin fijar cuotas de poder ni en relación a su grado de participación en el triunfo de la revolución, ni en relación a la cantidad de militantes que tenga cada organización. Es decir, establecer la igualdad de derechos de todos los participantes, combatiendo cualquier “complejo de superioridad” que pudiese presentarse en alguna de las organizaciones que conforman la unidad.

32. Veinte años después del triunfo de la revolución cubana, el Frente Sandinista conquista el poder en Nicaragua, siendo la primera experiencia histórica de nuestro continente donde la unidad de las fuerzas revolucionarias más significativas se consigue antes del triunfo y es un factor determinante de éste. Pese a las diferencias existentes entre las tres tendencias sandinistas, y en lugar de ponerse a aclarar quien tenía la verdad absoluta, quién era revolucionario y quien “aventurero” o “reformista”, cada una de ellas consideró a las otras dos como tendencias revolucionarias a pesar de sus diferencias tácticas. Estaban concientes de que, sosteniendo posturas tácticas diferentes, debían, en primer lugar, aprender lo uno de lo otro; en segundo lugar, no seguir el camino de “ideologizar” las divergencias y, en tercero, actuar de forma solidaria y aspirar a la unidad orgánica. Los dirigentes sandinistas comprendieron que por sobre sus diferencias estaba la causa de la revolución y actuaron en consecuencia.

33. Se sostuvo en el seminario que al final, antes o después del triunfo, y no por razones morales sino políticas, lo deseable sería la constitución de una sola poderosa vanguardia, garantía suprema de la revolución. Otros plantearon la conveniencia de una pluralidad en la vanguardia. La discusión sobre este tema quedó pendiente.

34. Por último, se constató que a pesar de que los factores históricos y económicos, el enfrentamiento al mismo enemigo exterior y la interrelación política de nuestros países evidencian la identidad de propósitos del movimiento revolucionario continental y que la victoria de la revolución cubana ha significado un enorme cambio en relación con todas las experiencias anteriores de lucha desarrolladas en el continente, gracias a su línea internacionalista y solidaria con los procesos revolucionarios de América Latina y el Caribe, a su búsqueda de un diálogo e intercambio de experiencias como contribución a un proceso de maduración colectiva de las vanguardias de esta región, cambio que ha sido fortalecido por el triunfo de la revolución sandinista. Las divisiones nacionales o la insuficiente maduración de los procesos no contribuyen a la solidaridad recíproca, tan necesaria para el avance global. El problema de la unidad y de la solidaridad de las organizaciones revolucionarias del continente podría ser también tema para un futuro debate.

3. Articulación vanguardia‑pueblo. Hegemonía y bloque popular

35. Para llegar a ser la conductora de su pueblo la vanguardia debe ser capaz de determinar, en primer lugar, qué clases, sectores o movimientos sociales pueden constituirse, por las condiciones objetivas de su existencia, en las fuerzas motrices del proceso revolucionario, o en lo que también en el seminario se denominó sujeto social de la revolución, bloque popular o, simplemente, pueblo.

36. En la segunda parte del seminario se constató que en la actualidad han surgido en América Latina nuevas fuerzas y movimientos sociales, que pueden constituirse en fuerzas motrices de la revolución, en la medida en que la vanguardia sea capaz de orientarlos correctamente, partiendo de sus intereses inmediatos disímiles y, a veces, contradictorios. Se trata de darle perspectivas a los sectores sociales que ya están estructurados y de organizar a aquellos que no lo están. En el caso de sociedad con escasa tradición organizativa popular la vanguardia ha debido asumir también la tarea de organizar al pueblo a través de los más diversos canales.

37. No siempre las organizaciones revolucionarias han seguido una línea correcta en su esfuerzo por articular al bloque popular. En Guatemala, por ejemplo, los compañeros de algunas organizaciones de la URNG reconocen haber trabajado con los pobladores, con los cristianos, en forma sectaria, cometiendo el error de no respetar la autonomía e intereses propios de cada uno de estos sectores. Sólo consideraban sujetos revolucionarios a los pobladores que junto a luchar por la vivienda se comprometían con la guerra popular; igual cosa ocurría con los cristianos. Las consignas que entonces se usaban: ¡Por la vivienda, viva la guerra popular! ¡Por el derecho a la misa, viva la guerra popular! reflejan bien esta errada forma de trabajar con las masas.

38. Una cosa diferente hizo el Frente Sandinista de Liberación Nacional en su esfuerzo por organizar a las masas en un país con una muy escasa tradición organizativa. Partiendo de su carácter de organización clandestina era necesario que buscara una fórmula de integrar a las masas sin arriesgarlas a la represión de la guardia somocista. Para ello el Frente creó lo que denominó “organizaciones intermedias”. Se destinó ‑aún a riesgo de “quemarlos”‑ a algunos militantes en la tarea de organizar al pueblo de las formas más diversas. Primero el FSLN se concentró en el sector estudiantil, luego a través de los universitarios entró a organizar los barrios: se conformaron grupos de alfabetización, dispensarios médicos, clubes juveniles, equipos de deportes, fiestas los fines de semana. El objetivo no era que las masas se identificaran como sandinistas ni como revolucionarias, sino sencillamente que se organizaran. Se trataba de ayudar al desarrollo natural del pueblo sin hablarle explícitamente de política. Sólo se reclutaba para la organización a aquellos cuadros que demostraban mejores condiciones para un compromiso político de mucho mayor envergadura. Por su esfuerzo centrado en solucionar algunas de las más apremiantes necesidades de las masas, el FSLN fue acusado por la izquierda tradicional de desempeñar el papel de los Cuerpos de Paz yanquis, de andar impulsando el reformismo, porque en lugar de enfrentar a la dictadura consideraban que estas acciones la ayudaba a resolver algunos problemas de las masas.

39. La experiencia demuestra, entonces, que en esta articulación del bloque popular es importante respetar los intereses de cada sector social y su autonomía, evitando transformar a los organismos de masas en meras correas de transmisión de la vanguardia. Sólo de esta manera se pueden anticipar las formas de democracia política y participativa de la futura sociedad.

40. Hubo quien sostuvo que existen vanguardias que tienden a transformarse en sustituto de la voluntad del pueblo, que se sienten y actúan como si fueran propietaria del movimiento. En algunos países se da una lucha entre las diversas organizaciones de izquierda por copar la conducción de los movimientos sociales, usando mecanismos no siempre legítimos, violando la propia ética política y corrompiendo a los líderes de esos movimientos. De lo que se trata ‑se expresó‑ no es de hacer competencia entre los partidos de izquierda para ver quién tiene más influencia en los movimientos sociales, sino de ser capaces de articular los movimientos sociales que tienen su propia dinámica, sus demandas y desarrollo propios, en torno a una estrategia de poder.

41. En el seminario se planteó también la importancia de incorporar al proyecto revolucionario a los líderes naturales del movimiento de masas. A nivel campesino o indígena suele ocurrir que una vez incorporado a la lucha el cacique o patriarca de la comunidad, toda ella se integra a la misma.

42. En aquellos países donde existen diversos grupos étnicos consideramos fundamental que la vanguardia levante las reivindicaciones étnicas como banderas de la revolución. Todas las sangres por el socialismo ha sido un lema empleado, por ejemplo, en la izquierda peruana, para significar la participación pluriétnica en el proceso revolucionario.

43. Por otra parte, se señaló que, de acuerdo a las condiciones específicas de cada país, la vanguardia debe ser capaz de determinar en cada momento, qué sujeto social o sector dentro del bloque popular es el que manifiesta más potencialidades revolucionarias para, sin abandonar el trabajo en los otros sectores, concentrar allí su trabajo. Los sandinistas vieron, por ejemplo, con claridad el papel revolucionario que podían desempeñar los estudiantes universitarios y secundarios que se contaban por decenas de miles en un país con una clase obrera muy reducida y fácilmente reprimible en sus centros de trabajo. Fue a partir de ellos que pudieron expandir su trabajo hacia otros sectores sociales y ahí nuevamente determinaron correctamente que era principalmente en los barrios y no en los centros productivos donde su tarea rendiría más frutos revolucionarios, en un país donde la mayor parte de la población era desempleada o subempleada. El auge del movimiento revolucionario guatemalteco de fines de los años setenta y comienzos de los ochenta está también muy ligado al trabajo que las organizaciones político¾militares impulsaron en las regiones indígenas, logrando movilizar por primera vez y masivamente a sus habitantes en favor de los objetivos de la revolución.

44. Del mismo modo, se estimó que la relación partido¾masas es fundamental, constatándose que allí donde se ha dado una ruptura entre el partido y las masas la revolución ha abortado, como ocurrió en Granada. En este caso la ruptura se debió al aventurerismo y excesos de vanguardismo del Partido Nueva Joya, que cayó en el dogmatismo y el sectarismo transformando al partido en una logia desvinculada de las masas e incapaz de comprender el rol que desempeñaba Maurice Bishop para su pueblo. También se expuso que en la Nicaragua revolucionaria, cuando se ha debilitado la relación del Frente Sandinista con las masas se han presentado problemas, cuando ésta se ha fortalecido ha habido capacidad para enfrentarlos.

45. Un tema expuesto, pero no debatido, fue el de la necesidad, en algunos países de América Latina, de aglutinar a los explotados y marginados por el desarrollo capitalista dependiente, como un bloque posible de integrarse a un mismo proyecto revolucionario sin que ninguna de las clases o fracciones de clase que conforman este bloque se constituya inicialmente en eje del proceso. Esto fue lo que ocurrió, por ejemplo, en República Dominicana durante la revolución de abril de 1965 y el estallido popular de abril de 1984. En ambas ocasiones las masas populares en su conjunto fueron el gran sujeto de la rebelión. El proletariado no dirigió esa lucha, sino que actuó como parte de un gran conglomerado social rural y urbano. En abril de 1965, la unificación del pueblo y el estallido revolucionario, que llegó a desmantelar al ejército nativo, se produjo alrededor de la lucha por el establecimiento de la democracia y arrancó de un amplio y diverso contingente popular. En abril de l984 el levantamiento anti¾Fondo Monetario Internacional fue de carácter nacional, protagonizado por las masas pobres de la ciudad y del campo, fuera de las fábricas y de los centros de producción, pero con el apoyo o la neutralidad positiva de los obreros industriales.

46. La hegemonía de la clase obrera dentro del bloque popular no es algo que se dé, por lo tanto, a priori en toda revolución por el sólo hecho de que esta clase exista en un determinado país. Puede ocurrir que durante todo el período de lucha por el poder y aún durante algún tiempo después del triunfo, el proletariado actúe como parte de un amplio conglomerado social rural y urbano, movido únicamente por demandas democrático¾‑antimperialistas.

47. Efectivamente, si nos detenemos a analizar las características del bloque popular que se conformó en las revoluciones de Cuba y Nicaragua, nos daremos cuenta que existe una diferencia significativa con respecto a la primera revolución proletaria mundial y a algunos procesos revolucionarios de América Latina, como el de Chile en la década del setenta. En estos casos, el bloque popular estuvo conformado por una suma de clases claramente diferenciadas entre sí, que luchaban por la materialización de sus respectivas reivindicaciones clasistas, aunque el factor que las uniera fuera la lucha democrática contra el régimen zarista, y más coyunturalmente la bandera de la paz en el caso de Rusia, y la lucha por un gobierno democrático y popular en el caso de Chile. Además, dentro del bloque popular se dio una clara hegemonía de la clase obrera. Fue esta clase, indiscutiblemente, el motor fundamental tanto de las revoluciones rusas de 1905 y l9l7, como del fenómeno de la Unidad Popular en Chile.

48. Concretamente, el partido bolchevique representaba los intereses de clase de un proletariado ya maduro, con conciencia de clase proletaria, es decir, una clase obrera cuyos sectores más concientes sabían que sólo con el socialismo podían conseguir su plena emancipación. Por otra parte, antes del triunfo de octubre de 1917, esto es, antes del triunfo de la revolución socialista, los sectores revolucionarios habían adquirido conciencia de que sólo a través del socialismo podrían resolver sus anhelos más profundos de paz, pan, tierra y libertad. La paciente propaganda bolchevique acerca del carácter burgués imperialista del nuevo gobierno surgido de la revolución de febrero, comprobada en la práctica por las acciones en favor de la continuación de la guerra que éste promovió, determinó que las masas más activas de las grandes ciudades: los obreros y los soldados que formaban parte de los soviets, fueran pasando rápidamente de posiciones de clase pequeño‑burguesas a posiciones de clase proletarias.

49. En el caso de la revolución cubana la situación fue muy diferente. Si bien la máxima dirección del Movimiento 26 de Julio tenía un proyecto proletario socialista, los cuadros con conciencia de clase socialista eran una minoría y no existía una conciencia revolucionaria profunda ni en la mayoría del proletariado cubano ni mucho menos en los restantes sectores del pueblo.

50. La clase obrera ‑de por sí bastante reducida y cuyo máximo contingente estaba formado por el proletariado rural‑ no tenía, salvo una escasa minoría, una conciencia socialista. Para explicarse esto es necesario recordar la intensa campaña anticomunista llevada a cabo por los gobiernos anteriores y el peso del “mujalismo” o sindicalismo oficialista. Se movía por intereses gremiales muy definidos. No existía una solidaridad con los otros sectores más explotados, no luchaba por su verdadera meta: la conquista del poder político.

51. Si la conciencia de la clase obrera no era socialista, mucho menos lo era la del resto del pueblo. Las grandes masas populares tenían, en aquel entonces, una conciencia más bien progresista, democrática, de dignidad nacional.

52. Se produce aquí entonces algo nuevo con relación a la revolución de octubre: los pasos al socialismo se dan antes de que el proletariado como clase y las masas populares hayan adquirido una conciencia socialista.

53. Lo que existía en la primera etapa de la revolución era lo que podría denominarse una conciencia democrático‑popular, que luego se transforma en conciencia antimperialista y, por último, en conciencia socialista.

54. En Nicaragua, donde la clase obrera era muy minoritaria, estaba poco organizada y no tenía las tradiciones de lucha que tenía la clase obrera cubana, sufrió la influencia de una conducción política desacertada, demasiado economicista y conciliadora durante la época de Somoza, por lo que la ausencia de una hegemonía proletaria en el bloque social antisomocista fue aún más notoria.

55. En ambas revoluciones latinoamericanas, la demarcación clasista del bloque popular fue entonces mucho menos evidente que en Rusia o en Chile. Este bloque se presentó como un todo mucho más homogéneo. El factor movilizador por excelencia fue la lucha contra el dictador. La lucha democrática fue el “eslabón principal” del proceso revolucionario. Esta confrontación contra el dictador es la que desempeña el papel de unión y de movilización en el desarrollo de la revolución, además de darle un carácter real al bloque popular. Al mismo tiempo, la ausencia de una clara hegemonía proletaria dentro de este bloque y el carácter democrático (no socialista) de la conciencia de las masas revolucionarias no fueron un obstáculo para la victoria de estas revoluciones populares, que lograron derrocar al bloque burgués imperialista del poder. Esto fue posible porque al frente de ellas se encontraba una vanguardia que asumió, no siempre explícitamente, un proyecto revolucionario proletario o socialista y logró conquistar la hegemonía en la lucha democrática, popular y antimperialista.

56. Tanto en Cuba como en Nicaragua, el factor común de la lucha antidictatorial unido a las contradicciones propias del capitalismo dependiente, primó sobre las contradicciones clasistas. Pero para que la diversidad de contradicciones que se dieron en estas sociedades se transformara en un sistema de premisas objetivas de la revolución antimperialista y socialista fue necesaria la participación activa de un factor consciente y subjetivo que logró articular los intereses populares en un proyecto de poder alternativo.

57. La expresión gráfica de esta situación es la imagen de los “dos motores” que nació en Cuba para analizar retrospectivamente las razones del triunfo de la revolución. El “pequeño motor”, la acción armada de los revolucionarios, al levantar el bloqueo de los factores sociales, socio‑psicológicos y políticos que frenan la actividad revolucionaria de masas, pone en marcha el “motor grande”, el movimiento revolucionario de masas y la revolución popular.

58. No cabe duda de que tanto en Cuba como en Nicaragua existían condiciones materiales objetivas para la revolución, pero existía un atraso en la conciencia de las masas y, como consecuencia de ello, de su capacidad movilizativa. Tanto el bombardeo ideológico del imperialismo y las clases dominantes, como el uso de la fuerza para amedrentar al movimiento popular, habían logrado, con relativo éxito, bloquear al movimiento de masas. En estas circunstancias, el instrumento principal para desbloquear esta situación fueron las acciones armadas del 26 de Julio y del Frente Sandinista dirigidas contra el poder dictatorial.

59. Estos planteamientos significan una ruptura con una cierta visión dogmática, obrerista, del desarrollo del proceso revolucionario.

60. La explicación de este tipo de conformación del bloque popular se encontraría en el impacto que tiene sobre todos estos sectores el capitalismo dependiente, determinados fenómenos ideológicos y culturales, la debilidad numérica del proletariado, su reciente conformación de procedencia campesina, la heterogeneidad de la clase obrera debido a diferencias generacionales, a diferenciaciones y demarcaciones entre un proletariado del sector del estado y otro del sector privado, sus débiles fronteras sociales con los desempleados y subempleados y con el sector campesino.

61. Esta heterogeneidad explicaría, en alguna medida, la división política y organizativa del movimiento obrero y su falta de hegemonía social.

62. Se advirtió, sin embargo, que cuando se señalan las limitaciones del proletariado y se plantea la potencialidad revolucionaria del bloque popular como conjunto, no se está poniendo en cuestión que la clase obrera sea sujeto histórico de la revolución socialista. De lo que se trata es de comprender que en las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales ya señaladas, el proletariado, actuando dentro del conglomerado popular y movido por sus demandas comunes puede compensar más fácilmente sus debilidades.

63. La conciencia popular, democrática, antimperialista que caracteriza al bloque popular en su primera etapa de desarrollo sería un primer paso hacia la maduración de la conciencia socialista, que se adquiere progresivamente a través de las experiencias que aporta la lucha del pueblo, conducido por el accionar político de su vanguardia o de sus sectores de vanguardia. La vida indica que el paso directo de la conciencia populista a la conciencia socialista es difícil de lograr en una buena parte del movimiento obrero en América Latina y particularmente en los países de menor desarrollo. Por razones distintas ha resultado también difícil de lograr en los países de experiencia de lucha proletaria más antigua como Argentina y México.

64. Es quizá importante aclarar que cuando se habla de bloque popular o de pueblo se está pensando en las fuerzas interesadas objetivamente en impulsar la revolución, las que Lenin denomina fuerzas motrices. En torno a este bloque debe tratar de aglutinarse al más amplio espectro de sectores sociales del país, como veremos más adelante en el tema de las alianzas.

4. Formas de organización de la vanguardia y de las masas. La democracia en la vanguardia

65. En relación con el tema de las modalidades orgánicas de la vanguardia se sostuvo que éstas no deben definirse a priori sino que deben estar condicionadas por las circunstancias políticas y las tradiciones de lucha de cada país. Es distinta la forma que debe adoptar la vanguardia si su trabajo se efectúa bajo un régimen dictatorial o bajo una democracia burguesa relativamente estable; si existen posibilidades o no para el desarrollo inmediato de la lucha armada. Debe también tenerse en cuenta las tradiciones y niveles organizativos de las clases y sectores populares y el escenario y las formas principales de lucha diseñadas, entre otras cosas.

66. Se planteó que era necesario superar las discusiones ociosas sobre la forma que debe adoptar el partido ‑si éste debe ser un partido de cuadros o un partido de masas‑ ya que estas formas no pueden ser producto de la teoría ni de la mera voluntad organizativa, sino de las concretas situaciones sociales y políticas en las que se lucha.

67. En relación a la vigencia de la concepción leninista de partido en las condiciones de la sociedad y de la lucha por el socialismo en América Latina y el Caribe, no hubo debate a pesar de ser un problema histórico y teórico fundamental. ¿Deben ser nuestras organizaciones revolucionarias partidos de la clase obrera o partidos‑frente? ¿Cómo construir un partido‑frente que sirva de instrumento para impulsar la revolución hacia el socialismo?, fueron temas no abordados, cuya discusión podría incluirse en un próximo encuentro.

68. Se planteó, sin embargo, que las experiencias victoriosas y más avanzadas en la lucha actual del continente parecen confirmar algunos aspectos fundamentales de la teoría leninista sobre el partido revolucionario, a la vez que reportan hechos nuevos vinculados a la realidad específica de la región e incluso a la de un determinado país. Se afirmó que estos aportes y adecuaciones son de tal importancia que sin ellos resultaría imposible concebir la vanguardia real en nuestro continente.

69. Ni el Movimiento 26 de Julio, ni el Frente Sandinista reprodujeron las formas organizativas ni funcionales del partido leninista. Sin embargo, ambas organizaciones, que también presentan diferencias entre sí, reafirmaron principios generales de la concepción leninista de la vanguardia revolucionaria como: su capacidad para establecer una dirección revolucionaria del proceso de lucha de clases; su capacidad para conducir las formas reales que asume la lucha de clases en el terreno de la lucha política, económica, teórica, orientando la acción de las masas en forma autónoma; su capacidad para ir constituyendo en cada período y coyuntura la fuerza social revolucionaria que armada moral y materialmente pueda cumplir las metas fijadas.

70. En el seminario se manifestó la duda de si, en determinados casos concretos, la vanguardia no debe adoptar en la primera fase democrático‑antimperialista de la revolución la forma de un partido democrático‑revolucionario con un liderazgo marxista‑leninista.

71. Se dijo también que en relación a la forma que adopte la vanguardia deben tenerse muy en cuenta las tradiciones políticas. Las experiencias políticas de la clase desempeñan en este terreno un papel primordial y, por ello, se estimó que muy probablemente aún en los países de América del Sur la solución no sería la misma, por ejemplo, para Chile, con una larga tradición de partidos clasistas, que para Argentina, donde el movimiento obrero y popular estuvo sujeto a una amplia y profunda experiencia populista.

72. Por otra parte, en relación a la organización de la vanguardia se planteó el carácter democrático que ésta debía tener, considerándose que era imposible luchar por una democracia futura sin que desde ahora se prefigurara de alguna manera esa democracia en la propia vanguardia. No basta que exista un proyecto democrático ‑se dijo‑ sino que es necesario adoptar una forma democrática para llevar adelante ese proyecto. En este sentido es necesario adoptar un estilo de dirección que favorezca la expresión democrática, que deje un espacio para la decisión creadora de los cuadros y permita la expresión democrática de los militantes como una forma de auto‑oxigenarse. Se sostuvo que un proyecto democrático profundo, verdadero, era necesariamente revolucionario.

73. Sin desdeñar estos planteamientos se hicieron algunas precisiones a los mismos. Se sostuvo que la democracia en una organización tiene razón de ser siempre que esté al servicio de una gran propuesta transformadora, de una propuesta de poder. Y que, por lo tanto, no necesariamente todo lo que es democrático es revolucionario, ni antes ni después de la toma del poder.

74. Quizá el problema esté en qué es lo que se entiende por democracia verdadera. En una organización que pretende llevar a cabo una lucha armada contra el poder establecido hay cosas que no pueden estar sujetas a una discusión democrática, partiendo por la dirección misma de la organización, una parte de la cual puede verse obligada por las circunstancias a no ser pública. En esos casos se requiere de una férrea fraternidad revolucionaria y, más globalmente, de una ética revolucionaria que esté, en cierta medida, por encima de ciertas garantías democráticas formales.

75. Cuando Fidel Castro planifica el asalto al cuartel Moncada, únicamente diez de los 151 combatientes que participan en la acción conocen cuál es el objetivo del plan de ataque, ni siquiera saben con certeza a la zona en que se dirigen una vez que salen de La Habana. Sólo en la misma madrugada del 26 de julio se da a conocer integralmente el plan. Igual cosa ocurre con las tareas clandestinas y las acciones armadas impulsadas por el Frente Sandinista. Esta era una organización político‑militar centralista, vertical. La figura de autoridad era “El Hombre”. “El Hombre” dice, “El Hombre” orienta, “El Hombre” manda pedir tal cosa, se decía y los militantes se limitaban a ejecutar las instrucciones. Pero también son importantes otros aspectos de la vida partidaria si existía discusión en las bases.

76. Por otra parte, a veces circunstancias extremas exigen que el poder conquistado sea ejercido en forma enérgica y firme, para hacer frente a los problemas más agudos que surgen cuando se pretende hacer transformaciones sociales en favor de las grandes mayorías nacionales. Sin embargo, una línea de masas es siempre vital, más aún cuando se trata del ejercicio del poder. Se planteó, que era fundamental buscar en cada momento el máximo de expresiones democráticas que las circunstancias permitan. Sólo la participación democrática hace que las masas sientan suyo el proyecto revolucionario. Algo que no se discutió y que podría ser tema de un futuro debate es el papel y las formas de expresión de las minorías.

77. Partiendo de la óptica de las revoluciones triunfantes se dijo que era necesario estar en guardia contra el virus del burocratismo. También se planteó que las tareas administrativas pueden llegar a distanciar a la vanguardia de la masa.

78. En relación con las formas de organización del movimiento de masas se expusieron algunas ideas que no fueron debatidas y que consideramos podrían ser parte de una futura agenda de discusión.

79. Se sostuvo que era importante tener en cuenta que algunos movimientos revolucionarios se mueven en nuestro continente en ambientes donde existe un alto grado de desarrollo del sistema político y la representación electoral ha adquirido una importancia vital. En este contexto, existen determinadas formas de organización política y de masas como los partidos electorales, los sindicatos, las asociaciones campesinas, en los que las gestiones de negociación y representación se suelen encontrar institucionalizadas; en cambio se dan otras formas de organización de tipo informal de las masas en las que las instancias de negociación y representación no están institucionalizadas. Mientras la negociación y representación sindical lleva a formas de gobierno, curiosamente las luchas de las organizaciones de tipo informal llevan a fenómenos de poder. Se puso el ejemplo de Chile durante la Unidad Popular donde estas organizaciones (cordones industriales, comandos comunales, comandos de pobladores) nombraban a sus propios representantes y debatían sus propios problemas. En este sentido se señaló que en general, la clase obrera cuando lleva adelante una lucha más radical, es decir, cuando pasa de la negociación al enfrentamiento, no actúa a través de los sindicatos sino que organiza los comités de huelga, que han jugado un papel destacado en las insurrecciones populares.

80. Se insistió en la importancia de aplicar el autogobierno de masas desde lo más pequeño hasta lo más grande, desde la experiencia de la conducción en los centros de trabajo a la conducción en los barrios, las formas de organización de la sobrevivencia, los comedores populares, clubes juveniles, etc. Y se habló de crear foros de discusión de políticas sectoriales y nacionales que levanten banderas y plataformas propias.

81. Un tema sólo mencionado y en el que sería interesante profundizar, se refiere a la forma de organización que deben adoptar las masas más radicalizadas cuando surgen situaciones revolucionarias de tal manera de conformar lo que algunos llaman el “ejército político de masas” como correlato del aparato militar propio.

82. Otra cuestión de gran importancia que convendría someter a discusión es la naturaleza más profunda del centralismo democrático que nada tiene que ver con aspectos formales, sino con el desarrollo de la capacidad de dirección revolucionaria de la vanguardia, de su capacidad de vinculación y conducción de las masas en el proceso de la lucha de clases.

5. El discurso y el proyecto nacional de la vanguardia

83. En el seminario se insistió mucho en el tema del discurso que debía usar la vanguardia para dirigirse al pueblo. Se consideró que para ello es fundamental tener en cuenta el grado de desarrollo de la conciencia de las masas. Hablarles en su lenguaje, que es un lenguaje diferente al del partido para sus militantes. Distinguir el discurso dirigido a las masas del discurso dirigido internamente a los militantes del partido u organización revolucionaria. Si las masas atribuyen, por ejemplo, a la inmoralidad administrativa la causa de sus males, será partiendo de la lucha contra esta inmoralidad y vinculándola con los problemas de fondo, como se irá avanzando en la conciencia del pueblo. Si los trabajadores tienen una conciencia economicista, no tiene sentido hablarles de nacionalizaciones, es más conveniente hablarles de participación en la ganancia de las empresas. Si los campesinos anhelan poseer un pedazo de tierra, es absurdo hablarles de empresas estatales en la agricultura. Lo fundamental es lograr comprometer al pueblo en la lucha revolucionaria a partir de su actual nivel de conciencia, sabiendo que es en la lucha misma donde éste se va educando y va avanzando en la comprensión del origen de su situación de explotación. Será esta lucha, al perseguir determinados objetivos concretos relacionados a sus intereses más vitales, la que enfrentará a las masas explotadas en el terreno de los hechos a sus explotadores. En ese marco, la formulación de un programa democrático, popular y antimperialista, capaz de aglutinar fuerzas de distinto signo ideológico y de desplegar una intensa y radical movilización de masas es un factor de la mayor importancia en la recuperación de la confianza de las masas en sus propias fuerzas.

84. De otra manera se expresó esto mismo cuando se afirmó que era necesario hacer coincidir la conciencia de unos cuantos con el lenguaje de muchos, para que esta conciencia de unos cuantos llegase a ser la conciencia de todo un pueblo. Se insistió en la vinculación entre lenguaje político y política.

85. En el encuentro se expuso que la vanguardia tiene que ser expresión no sólo de los intereses de una clase, sino de toda la nación. Su proyecto debe ser nacional, debe asumir los intereses del conjunto de la sociedad en ese determinado momento de su desarrollo y no exclusivamente sus intereses sectoriales. La conciencia de clase para Lenin es justamente esa capacidad que tiene la clase obrera de asumir los intereses de todos los explotados y oprimidos por el régimen imperante. Tener entonces conciencia proletaria en la etapa democrático‑antimperialista de la revolución es asumir esos intereses como propios y no pretender luchar en ese momento por los intereses estratégicos finales de la clase obrera. Muchas veces se cree erróneamente que ser proletario es ser más radical, cuando en realidad tener conciencia de clase significa ser capaz de asumir los intereses de toda la nación en cada etapa de la revolución.

86. Como ejemplo de una clase obrera sin proyecto nacional, y el fracaso político a que esto condujo, se expuso el caso de obreros argentinos y uruguayos, que en la primera y segunda década de este siglo luchaban por cobrar en libras esterlinas y no en pesos argentinos o uruguayos a las empresas inglesas que los contrataban. Existían entonces partidos obreros, izquierdistas, marxistas, anarquistas, pero que no habían entendido que la clase obrera debía asumir un proyecto nacional y buscar alianzas con otros sectores sociales, con los campesinos, etc. Estas organizaciones tenían una incapacidad absoluta de ponerse al frente de un bloque de fuerzas populares capaz de revertir la situación.

87. Se insistió en que es fundamental articular a los distintos sectores que conforman el pueblo en torno a un gran proyecto nacional, que encarne la esperanza de un cambio radical de su actual situación de vida y que sea capaz de arrastrar a las amplias masas a lucha frontal contra el poder establecido. La capacidad dirigente de la vanguardia supone el desarrollo de una política orientada hacia todas y cada una de las clases y movimientos sociales de la sociedad nacional en cuestión.

88. Se apuntó también que en medio de una crisis, que es también una crisis moral y de confianza, la vanguardia debe rescatar el mito revolucionario entendido como la fuerza movilizadora de la mística revolucionaria.

89. Se hizo notar, al mismo tiempo, que una de las deficiencias de la izquierda marxista es que, con todo el peso del materialismo, no ha sabido manejar los símbolos cuando estos conforman una parte fundamental de la cultura de nuestro continente. Y se advirtió, como lo demuestra Nicaragua, que si la izquierda no los usa los va a usar la derecha.

90. Por último, se señaló que hace falta que los revolucionarios elaboren una moral revolucionaria que no sólo abarque el quehacer político público sino la vida cotidiana. Sin duda que este es un tema que merecería un profundo debate.

6. Formación teórica de la vanguardia

91. Se argumentó que en la formación de los militantes debía estudiarse a fondo la realidad nacional, la historia del país, las luchas del movimiento popular, otras experiencias revolucionarias y la teoría revolucionaria. Se sostuvo que el marxismo ha sido hasta ahora la única teoría revolucionaria capaz de servir de guía al movimiento revolucionario, pero que su estudio no puede aislarse del estudio de pensadores latinoamericanos y del propio país, que han hecho aportes de gran interés para dar cuenta de nuestras realidades específicas. Bolívar, Martí, Sandino, Farabundo Martí, Mariátegui, y tantos otros no pueden estar ausentes de la formación de los militantes revolucionarios, que antes que todo deben empezar por conocer su propio país y su propia historia.

92. Es sintomático que es justamente en los procesos revolucionarios más avanzados donde más se valora el aporte del marxismo en la interpretación de la realidad y en la elaboración de la estrategia y la táctica de lucha por la conquista del poder. Sin embargo, es necesario insistir que en estos procesos se ha hecho un correcto uso de la teoría marxista, es decir, se ha evitado transformar esta ciencia que, como tal, debe ser esencialmente abierta y creadora, en un dogma petrificado que se repite como catecismo sin que quien lo utiliza se preocupe por dar cuenta de nuestras realidades, que en muchos aspectos se diferencian de las estudiadas por Marx y Lenin.

93. El movimiento revolucionario debe evitar pensar en modelos, debe negarse a aplicar mecánicamente esquemas preestablecidos. Debe pensar su propia revolución a partir de su propia realidad, usando todos los instrumentos científicos y los conocimientos históricos que den cuenta de ella.

94. En aquellos países donde no se ha logrado conformar una vanguardia o se ha dejado de serlo, se suele encontrar una aplicación dogmática del marxismo, una adopción de este como una fe con la consiguiente pérdida del sentido crítico esencial a toda ciencia. Una especie de embriaguez de ideología se ha traducido en la práctica en una incapacidad de analizar la realidad concreta y, por lo tanto, de dar cuenta de los fenómenos nacionales, lo que se traduce en una falta de capacidad para establecer una correcta relación entre partido y masas, y para elaborar una estrategia y una táctica de acuerdo a la realidad nacional.

95. Existe todavía un vacío que es muy importante llenar y es la elaboración teórica de las recientes experiencias de lucha revolucionaria que atraviesan por un período de reflujo, la reflexión, en términos racionales y objetivos, de las raíces de los errores y derrotas de manera que permita rectificar y seguir avanzando.

96. Un tema muy importante que no se discutió es el de las escuelas de cuadros. Cómo hacer para proporcionar a los nuevos miembros de las organizaciones revolucionarias la formación adecuada para que sean flexibles y creadores, y no meros repetidores de manuales y aplicadores de modelos, cuadros capaces de partir de su realidad nacional y latinoamericana y elaborar políticas para ellas.

7. De las dictaduras militares a las democracias restringidas

97. Tanto Fidel como el Frente Sandinista de Liberación Nacional conocían los poderosos medios con que contaban las clases dominantes para mantener el régimen establecido y, entre ellos, el apoyo del país imperial más poderoso del mundo. Su gran mérito histórico, después de haber precisado que el enemigo estratégico de la revolución era el imperialismo norteamericano y los sectores burgueses criollos ligados a sus intereses, fue definir con claridad el enemigo inmediato contra el cual era necesario concentrar todo el poder de fuego para destruir definitivamente el régimen vigente y, de esa manera, hacer avanzar la revolución. Este eslabón decisivo que permitiría arrastrar toda la cadena no era otro que la lucha contra Batista en el caso de Cuba y la lucha contra Somoza en el caso de Nicaragua. Para lograr este objetivo era necesario unir al más amplio espectro de fuerzas sociales; unir no sólo a las clases y sectores revolucionarios, sino también a los sectores reformistas y aun a aquellos sectores reaccionarios que tuvieran la más mínima contradicción con el dictador.

98. De ahí que Fidel, en el programa del Moncada, planteara sólo medidas de tipo “democrático‑burgués” y, aunque proponía medidas que afectarían a los intereses norteamericanos, no hizo nunca una declaración formal antimperialista. Luego, en el “Manifiesto de la Sierra” escrito por Fidel después de conversaciones con los principales líderes de los partidos burgueses Ortodoxo y Auténtico, desaparecieron aun las medidas relacionadas con las nacionalizaciones, para terminar en el Pacto de Caracas con un programa mínimo reducido a las medidas más esenciales: castigo a los culpables, defensa de los derechos de los trabajadores, orden, paz, libertad, cumplimiento de los compromisos internacionales y búsqueda del progreso económico, social e institucional del pueblo cubano. En lo que el máximo dirigente cubano nunca cedió fue en cuestiones de fondo, las únicas que podían estancar el desarrollo del proceso revolucionario, y ellas fueron: la no aceptación de la injerencia extranjera, el rechazo al golpe militar y la negativa a conformar un frente que excluyera a alguna fuerza representativa de un sector del pueblo.

99. De la misma manera, el Frente Sandinista, después de haber pasado por una etapa en la que consideró necesario establecer una clara línea de demarcación entre la vanguardia revolucionaria y los partidos burgueses a través de la formulación de un programa radical, en l977, cuando su prestigio entre las masas era indiscutido, consideró llegado el momento de elaborar un programa mínimo amplio, acorde con las exigencias de la lucha antisomocista y patriótica de ese momento. Sus ideas centrales quedaron plasmadas luego en el programa del Frente Patriótico Nacional, basado en tres principios fundamentales: la soberanía nacional, una democracia efectiva y la justicia y el progreso social.

100. En el seminario se planteó que en varios países las democracias burguesas, algunas recientemente electas, no eran sino la fachada renovada de un modelo contrainsurgente foráneo, producto de una alianza entre el imperialismo, los sectores burgueses más reaccionarios y los militares. Los casos más típicos serían los de El Salvador y Guatemala. En este último país, después de “pacificarlo” mediante una de las más brutales campañas de tierra arrasada en las zonas indígenas, se convoca a elecciones, no para generar una verdadera democracia sino una “democracia representativa contrainsurgente”, es decir, un régimen que permita darle a la contrainsurgencia una cobertura institucional que la haga más aceptable internacionalmente. Es interesante anotar que es precisamente este gobierno democráticamente electo el que pide a los Estados Unidos helicópteros para transporte de tropas, cosa que no habían hecho antes los regímenes militares, y que implementa la concepción de las grandes “aldeas estratégicas”, las patrullas civiles y las “coordinadoras institucionales”, que no son sino mecanismos con los que los militares controlan todas las estructuras, desde el poder local hasta el poder central.

101. En otros países donde existen democracias burguesas bastante avanzadas, existen discusiones dentro de la izquierda en relación a la definición de cuál es el enemigo inmediato.

102. En los países del Cono Sur (Argentina, Brasil, Uruguay) se han desarrollado procesos de transición bajo hegemonía burguesa de los que ha resultado un nuevo tipo de régimen político en el que, junto a la existencia de instituciones propias de la democracia burguesa tradicional (parlamento, elecciones, libertad de asociación sindical y política) subsiste un estrecho control del aparato estatal por parte de las fuerzas armadas, las que ejercen así ‑de manera no muy visible‑ un rol tutelar sobre el conjunto de la formación social. La lucha contra la impunidad, la denuncia de los crímenes, la corrupción y el entreguismo de los jefes militares durante las dictaduras ha cobrado particular importancia en el proceso de reagrupamiento de fuerzas en el campo popular.

103. Otro aspecto en que el pensamiento revolucionario latinoamericano parece haber madurado con relación a las décadas anteriores es en lo que se refiere a la cuestión del programa mínimo. No hace mucho había izquierdas latinoamericanas que consideraban que sólo se era consecuentemente revolucionario si se levantaba un programa muy radical. Hoy, en cambio, nadie discute la necesidad de elaborar un programa mínimo, aunque algunos manifestaron que preferían hablar de las tareas objetivas, concretas, de un determinado período. Se planteó además, la necesidad de elaborar un proyecto político de acercamiento al poder que no debe ser confundido con el programa mínimo. Se trata de plantear tareas mínimas, pero que de hecho se entroncan con la toma del poder.

104. Se señaló el carácter movilizador que podían tener las luchas por la democracia, contra la dictadura y por las reivindicaciones más sentidas por el pueblo (empleo, tierra, pan, trabajo, etc.).

105. Se insistió también en que en épocas de crisis, cuando el gobierno cierra cada vez más los espacios de negociación, las reformas y las luchas reivindicativas adquieren una potencialidad revolucionaria dado que el sistema establecido está incapacitado de satisfacerlas. Se señaló que a veces hasta la lucha contra la corrupción tiende a crear una situación de confrontación entre la inmensa mayoría del pueblo y el poder establecido. De ahí la importancia de articular una propuesta de reformas y reivindicaciones en que las reivindicaciones básicas tengan un gran poder movilizador, especialmente en aquellos países de democracia representativa, para que esta propuesta alternativa llegue a involucrar el problema del poder. Así las reformas pasarían a ser un ingrediente de la revolución y no una alternativa a ella.

8. Política de alianzas

106. En la conducción política de la izquierda latinoamericana y caribeña han existido dos desviaciones respecto a la política de alianzas que han obstaculizado el desarrollo de la revolución: la desviación sectaria que concebía las alianzas sólo entre fuerzas revolucionarias. Este fue, por ejemplo, el caso de algunas organizaciones político‑militares guatemaltecas y salvadoreñas en la década del setenta, y la desviación de derecha que priorizaba las alianzas con las fuerzas burguesas, como ocurrió con el Partido Comunista de Argentina. Este, al considerarse la única fuerza de izquierda existente en el país sólo podía concebir alianzas con fuerzas que estuvieran a su derecha, quedando en la práctica a la cola de la burguesía. Por una errada comprensión del tipo de capitalismo existente en el país atribuía a la burguesía argentina una potencialidad transformadora que hace años había perdido.

107. Las experiencias de las revoluciones triunfantes en América Latina nos demuestran que es posible llevar adelante una amplia política de alianzas, aun con sectores de la burguesía, siempre que previamente la vanguardia, a través de su accionar político y militar, haya logrado transformarse en una alternativa de poder, es decir, cuando lo haga desde posiciones de fuerza. Si la vanguardia todavía es débil corre el riesgo de quedarse a la zaga de las fuerzas burguesas.

108. En Cuba la amplia política de alianzas que Fidel tuvo en mente desde los inicios, fue implementada siguiendo, a su vez, determinadas consideraciones estratégicas. El máximo dirigente cubano busca primeramente la unidad con las fuerzas revolucionarias. Sólo después de agotar los esfuerzos en este sentido plantea una unidad más amplia. Es importante observar aquí que el hecho de no haber logrado la completa unidad que deseaba entre los revolucionarios, no lo detiene en su avance hacia la unidad más amplia, pero que sólo da pasos concretos hacia ella, cuando su estrategia de lucha ha sido probada con éxito en la práctica y el Movimiento 26 de Julio ha logrado constituirse en una alternativa real de poder, es decir, cuando ya ha alcanzado una repercusión decisiva en el escenario político nacional. Fidel veía con claridad que llamar a conformar un amplio frente político, cuando todavía el Movimiento era débil, significaba, de hecho, correr el riesgo, como ya señaláramos, de quedarse a la zaga de las fuerzas reaccionarias y dar con ello lugar a una salida burguesa y no revolucionaria a la situación política.

109. En el caso de los sandinistas, aunque todas las tendencias tenían claro que había que implementar una amplia política de alianzas, surgieron dos criterios dentro del FSLN en cuanto a la forma de llevarla a cabo: el primero ponía el acento en la constitución previa de la unidad de la izquierda y, en consonancia con ello, quienes lo compartían centraron sus esfuerzos en la conformación del Movimiento Pueblo Unido ‑conglomerado de partidos de izquierda y organizaciones populares‑; el segundo priorizaba su incorporación en el Frente Amplio Opositor ‑agrupación de partidos y gremios organizados por la burguesía‑, como forma de impedir las maniobras intervencionistas que promovían los sectores más reaccionarios de los Estados Unidos. Pero, igual que en el caso del 26 de Julio, la amplia política de alianzas que promovían los terceristas, defensores de este segundo criterio, se basó siempre en una premisa fundamental: la fuerza militar del FSLN. Por otra parte, sus intervenciones armadas más significativas: la insurrección de octubre de 1977 y la toma de Palacio en agosto de 1978 se hicieron con un propósito muy claro, impedir que el imperialismo pudiera implementar fórmulas de recambio del somocismo sin cuestionar sus principales resortes de poder: su inmenso poder económico y el poder represivo de la Guardia Nacional.

110. La política de alianzas puesta en práctica por Fidel y el 26 de Julio logró aglutinar a un amplísimo espectro de fuerzas sociales, sin que lograra materializarse propiamente en un frente político, de ahí que nosotros hablemos de bloque social antibatistiano. En el caso de la revolución nicaragüense, en cambio, las alianzas llegaron a formalizarse en un amplio frente político con un programa bien definido, el Frente Patriótico Nacional.

111. En el seminario se insistió en la necesidad de rescatar el papel de la fuerza en la conquista de la hegemonía y enfrentar la tesis corrosiva dentro de la izquierda de que primero hay que conquistar la mayoría y luego aplicar la fuerza. Hay que manejar una correcta combinación entre la lucha por la hegemonía y por ganar legitimidad con el ejercicio de la fuerza. Sin fuerza no hay legitimidad, aunque la legitimidad no deriva exclusivamente del uso de la fuerza. La fuerza es un factor de construcción de legitimidad. Un movimiento de masas que hace mítines, que sale a las calles, que no puede protegerse frente a la represión, se disgrega, su vanguardia pierde credibilidad, no tiene capacidad de dar saltos. Por eso es que la fuerza es también un factor en la conquista de la hegemonía.

112. Hubo consenso en la necesidad de poner en práctica una amplia política de alianzas que logre comprometer en la lucha, o al menos neutralizar, al más extenso espectro de fuerzas sociales que va de los aliados estratégicos, o fuerzas motrices de la revolución, hasta los aliados tácticos o circunstanciales.

113. Se insistió en que no se trata de lograr una sumatoria de siglas o coalición de partidos, sino de aglutinar a fuerzas sociales reales. En la política de alianzas, las alianzas propiamente políticas deben estar subordinadas a las alianzas sociales. Un criterio metodológico básico para distinguir si una alianza política es correcta o no es preguntarse si esta contribuye a no a la unidad de las distintas fracciones y sectores del proletariado, si sirve o no al proyecto de desarrollo de la alianza obrero‑campesina, a la constitución del bloque popular. Por eso, en el caso de partidos burgueses con una base social pluriclasista, la política de alianzas debe estar dirigida más a las bases sociales populares de dichos partidos que a sus directivas, que muchas veces no representan los verdaderos intereses de esos sectores populares.

114. Asimismo, se estimó que al frente político deberían incorporarse sectores de la militancia gremial o corporativa, que no necesariamente participan en un determinado partido político, ya que hay quienes se identifican más con el proyecto unitario de la izquierda en su conjunto que con un partido determinado. En este sentido es interesante la experiencia del Frente Amplio de Uruguay, que combina una estructura de coalición de partidos con la de un movimiento con instancias de integración común, instancias que están representadas en la dirección del Frente junto a los dirigentes partidarios.

115. Se hizo también hincapié en la necesidad de plantearse una política con relación a los militares, tema que por su importancia merece un profundo debate. En el seminario sólo se señalaron algunas ideas al respecto como la de los golpes que puedan propinársele, lo que los debilita, los obliga a reflexionar y puede producir un resquebrajamiento interno; importancia de levantar plataformas políticas que definan el rol de las fuerzas armadas sobre bases doctrinarias, radicalmente opuestas a las predominantes de la Seguridad Nacional, la contrainsurgencia, etc. Tal como están organizadas e ideológicamente cohesionadas, las Fuerzas Armadas actuales constituyen un escollo estratégico fundamental en el cumplimiento, no ya de un programa socialista, sino simplemente democrático, nacional y popular. Estas plataformas deben levantar: la defensa del derecho a voto, del derecho a la agremiación, etc. Recuperar los personajes dentro del sector militar que forman parte del patrimonio nacional. Se plantea también que cuando se emplea la lucha armada es importante insistir en que el objetivo contra el cual se lucha no son las fuerzas armadas, y que en las filas de la revolución caben todos los militares honestos. Es también muy importante tener una actitud humanitaria durante la guerra, atender a sus heridos, no maltratar a los prisioneros, respetar el honor militar.

116. Y dado que en la actual correlación de fuerzas a nivel internacional no se puede pensar en el triunfo de la revolución como un problema exclusivamente nacional, es necesario buscar también el momento internacional preciso para lanzarse al asalto al poder. Y trabajar por lograr la más amplia política de alianzas a nivel internacional con gran flexibilidad y madurez. En este terreno el Frente Sandinista demostró una gran maestría. Consiguió el apoyo, el respeto o al menos la neutralización, no sólo de las fuerzas de izquierda y de las fuerzas progresistas, sino también de las fuerzas burguesas “maduras”, es decir, aquéllas que respetan la autodeterminación de los pueblos y no pretenden imponer sus ideas por la fuerza, aun dentro de los Estados Unidos, logrando con éxito paralizar toda maniobra intervencionista extranjera en apoyo a Somoza.

117. Se planteó también la necesidad de privilegiar o priorizar el eje revolucionario dentro de la política de alianzas, pero no para agotarla allí, sino para extenderla luego a una mucho mayor amplitud.

9. Utilización de las armas

118. Se puso énfasis en que un rasgo distintivo de toda vanguardia revolucionaria es que su política parte de la base de que toda lucha política de carácter revolucionario supone en su desarrollo una confrontación entre fuerzas sociales armadas moral y militarmente y, por consecuencia, la vanguardia debe irse capacitando para actuar en todos los escenarios de lucha.

119. Sería un grave voluntarismo pretender una estrategia continental de lucha para todos los países de América Latina. Pero otra cosa es ignorar ciertos principios que resultan del sistema de dominación imperante en este hemisferio.

120. Las armas, como concepto político‑militar, son indispensables para hacer triunfar las revoluciones sociales en América Latina‑Caribe y más aun para garantizar su realización socialista plena.

121. Se pueden distinguir en relación a este tema dos situaciones diferentes: aquellos países sometidos a dictaduras militares de derecha frente a las cuales resulta ineludible el empleo consecuente de la lucha armada, sin precipitaciones innecesarias, pero tampoco reduciéndola sólo a un instrumento de presión. Considerándola, por el contrario, la vía óptima y principal que involucre a toda la vanguardia y busque la aceptación del pueblo de manera que sus sectores más avanzados, pasen a formar parte del ejército político revolucionario de masas de la revolución, con el objetivo de crear y desarrollar una fuerza militar propia.

122. En los países donde prevalecen normas de vida democráticas y los partidos de la izquierda tienen un espacio institucional para desenvolver sus actividades, la vigencia de las armas no radica en su utilización extemporánea ni en su proclamación exhibicionista, sino en conocer al enemigo en ese plano, estudiar sus doctrinas, liderazgos, posibles fisuras y en cimentar en la militancia y los dirigentes la idea de que la confrontación político‑militar del pueblo con el enemigo será inevitable, en uno u otro momento, en una u otra forma. Se trata de crear una actitud en los revolucionarios y de avanzar en la preparación de los cuadros para la lucha militar y conspirativa de forma que cuando se presente el momento del viraje el “cuerpo” de la vanguardia reaccione a la orden emanada del “cerebro”. La estrategia debe legitimar la violencia popular hacia la insurgencia y la guerra popular. Se trata de una estrategia que permita una acumulación política hacia el salto militar. Ir creando el ejército político de masas como correlato del aparato militar propio.

123. El carácter revolucionario de cualquier forma de lucha se mide, no por su carácter armado o no, sino por el avance o retroceso que implique para las metas finales.

124. Por último, no se puede identificar mecánicamente lucha armada con una determinada experiencia de lucha. Cada revolución debe elaborar, de acuerdo a su situación concreta, la estrategia y la táctica de la lucha armada para su país.

125. Del origen social de los sectores populares que participan en la lucha armada depende de cual sea el escenario fundamental de la lucha: una guerra escenificada en el campo reclutaría entre los campesinos y obreros agrícolas su fuerza principal; si la estrategia es insurreccional urbana, cabría un papel destacado a los sectores sociales que habitan los barrios populares, y entre ellos a los desempleados y subempleados en forma predominante.

126. En relación a la lucha armada, se consideró que la vanguardia debe evitar tanto la precipitación de acciones decisivas cuando todavía no están suficientemente maduras las condiciones, como la postergación indefinida de ellas con el pretexto de que las masas no tienen la preparación idónea.

10. Vanguardia y toma del poder

127. El problema central que toda vanguardia debe resolver en cada país, en cada período de la lucha de clases, es la conducción del pueblo en la lucha política de clases en la perspectiva de la toma del poder. Y una vez logrado este objetivo, debe ser capaz de garantizar las condiciones materiales y subjetivas para sostenerlo, consolidarlo y avanzar ininterrumpidamente, de acuerdo al ritmo óptimo posible, hacia el socialismo.

128. La primera de esas condiciones es la destrucción del aparato estatal burgués y la instauración de un estado revolucionario, basado en la fuerza material y los intereses de las clases y sectores populares. Esta ruptura histórica es indispensable en toda genuina revolución.

129. No todos los componentes del estado burgués pueden desintegrarse al mismo tiempo, sin embargo, la destrucción del núcleo de éste, el aparato represivo, es la prueba de fuego definitoria del triunfo revolucionario.

130. La solución del problema del poder está ligada directamente a la solidez de la estrategia para lograr este objetivo. Es necesario potenciar todos los factores del poder: el apoyo de las masas, el ejército revolucionario, el control territorial, los espacios políticos internos, los factores político‑diplomáticos.

131. En aquellos países en que existe un régimen democrático‑burgués en los que es posible una lucha electoral, se consideró que algunos partidos de izquierda tienen sólo una estrategia de gobierno y que ello los conduce a buscar ser gobierno a cualquier precio, conciliando con el gran capital y las fuerzas armadas, aun a costa del programa, y que otros, sólo tienen una estrategia maximalista de poder, despreciando toda forma de lucha que no esté directamente relacionada con este objetivo, planteándose que toda vanguardia que está inmersa en esa situación debe saber combinar en una sola estrategia ambos objetivos. Se trata de un reto para la vanguardia que plantea la relación entre política y violencia, legalidad e ilegalidad.

132. Una temática no analizada en el seminario y que podría ser objeto de futuras discusiones es aquélla que se refiere a lo que podríamos denominar modelos estratégicos de toma del poder en las revoluciones populares y proletarias de América Latina. ¿Existe uno o varios modelos de estrategia revolucionaria de toma del poder por el proletariado y por el pueblo? ¿Se puede sostener que existen dos vías y formas de acumulación de fuerzas para lograr la conquista del poder, una que parte de la lucha armada para ir extendiéndose hacia el terreno político y culminar con una levantamiento general de todo el pueblo, más propia de los países de Centroamérica y el Caribe, y otra que partiría de lo político para desembocar en lo militar? ¿Cuáles son los puntos de encuentro o recurrencias históricas del modelo cubano, nicaragüense y salvadoreño? ¿Cuáles son sus diferencias y particularidades? ¿Qué elementos estratégicos se pueden rescatar de las experiencias derrotadas del Cono Sur? ¿Cómo combinar correctamente la lucha política y militar? ¿Qué acciones armadas ayudan a la acumulación política de fuerzas y qué acciones la perjudican? ¿Cómo combinar adecuadamente los ritmos y los tiempos de las acciones militares a los ritmos y tiempos de la lucha política?

II. CHE: CONSECUENCIA DE UN PENSAMIENTO

1. LA LUCHA ELECTORAL Y SUS LIMITACIONES

‑Hay una tendencia a simplificar el pensamiento del Che. Con frecuencia se cree que defendió la lucha armada como el único método. En cambio, en un proverbial trabajo el Che planteó la lucha armada como un método. ¿No crees que el reduccionismo, como empobrecimiento teórico, mutila la aportación del Che?

133. ‑Mira, pienso que no se debe identificar lucha armada con guerra de guerrillas o método guerrillero. Cuando el Che escribe su artículo: Guerra de guerrillas: un método, parte afirmando que la lucha armada irregular contra enemigos de mayor potencial bélico, que no es otra cosa que la guerra de guerrillas, está siendo usada por las vanguardias en los países del Tercer Mundo para conquistar el poder en lucha contra la explotación feudal, colonial y neocolonial y que en Europa, ésta ha sido empleada como complemento de los ejércitos regulares. Además, señala cómo la recurrencia a este método de lucha armada forma parte de la historia de América Latina y pone el ejemplo concreto de Sandino.

134. El Che precisa que la guerra de guerrillas es un método para lograr un fin: la toma del poder. ¿Quiere con esto decir que es uno de los tantos métodos para la toma del poder o quiere enfatizar que lo que se busca no es la guerra de guerrillas en sí, sino la toma del poder? Si leemos con atención este trabajo del autor nos daremos cuenta que se trata de esta última interpretación. Veamos por qué.

135. En primer lugar, aclara que el parto violento o pacífico de la revolución, no depende de la voluntad de los revolucionarios, sino de la resistencia que opongan las fuerzas reaccionarias al nacimiento de la nueva sociedad que se engendra por las contradicciones que nacen dentro del viejo sistema.

136. El Che estimaba que la guerra era inevitable en una sociedad dividida en clases, pero estaba conciente de que la violencia o dictadura de las clases dominantes trata constantemente de ejercerse sin el uso de la fuerza, por eso consideraba tan importante obligarla a presentarse sin disfraz, es decir, en su verdadero aspecto de dictadura violenta de las clases reaccionarias. Muchas veces quienes luchan dentro de la institucionalidad burguesa, en lugar de aprovechar esa legalidad para producir la ruptura institucional y desenmascarar lo que está detrás de ella, se limitan a actuar dentro de los límites de la legalidad burguesa procurando más bien dar fe de buena conducta para conservar los beneficios de la legalidad, abandonando así de hecho toda estrategia de poder.

‑Ya que estás entrando en este terreno déjame interrumpirte y preguntarte acerca de la vigencia del pensamiento del Che cuando muchas voces de izquierda abogan por vías pacíficas y democrático‑burguesas para la toma del poder. ¿Hay un espacio real en América Latina de hoy para el acceso al poder de los sectores populares por medio de las urnas o deberá haber muchas muertes como pensaba el Che?

137. ‑Nuevamente aquí, para aclarar las cosas, hay que diferenciar entre gobierno y poder. Una cosa es llegar al gobierno por vía pacífica y otra es tomar el poder.

138. A fines de 1962, el Che aclaraba que por tránsito pacífico al socialismo, es decir, tránsito sin uso de la lucha armada, no podía entenderse sólo el logro del poder formal ‑o lo que nosotros llamaríamos gobierno‑ sino la instauración del poder socialista con todos sus atributos.

139. El Che no descartaba que, en determinadas condiciones o situaciones especiales de crisis, los regímenes burgueses se viesen obligados a ceder el gobierno a las fuerzas populares, que los cambios sociales pudiesen iniciarse por vía electoral, aunque esta posibilidad le parecía muy remota. Pero estaba convencido de que un gobierno elegido por amplia votación popular, que iniciase transformaciones sociales profundas, entraría de inmediato en conflicto con las clases desplazadas del poder y, por lo tanto, con el ejército, instrumento de su opresión de clase. Algo más de diez años después de escritas estas palabras ocurría en Chile exactamente lo anunciado por el revolucionario argentino.

140. Pero, además, tenía la absoluta certeza, apoyada por la experiencia de la revolución cubana, de que, tarde o temprano, los movimientos revolucionarios se verían enfrentados a la intervención imperialista en apoyo a las clases reaccionarias, y que, en el caso de triunfar la revolución, los Estados Unidos no reconocerían al nuevo poder y harían todo lo posible por revertir el proceso revolucionario. El movimiento revolucionario salvadoreño y la revolución sandinista corroboraron ampliamente estas predicciones. De todo lo expuesto hasta aquí se deduce que en nuestro continente el socialismo sólo podrá construirse a través del empleo de la violencia revolucionaria como respuesta a la violencia reaccionaria, siendo entonces la vía armada la única vía para transitar realmente a la nueva sociedad.

141. Hasta aquí el primer paso en el desarrollo de las reflexiones del Che que yo comparto plenamente. En nuestro continente, o más precisamente subcontinente, donde las clases reaccionarias, que nunca abandonarán voluntariamente el poder, cuentan con el apoyo de la mayor potencia imperialista mundial para mantener sus privilegios, la lucha por conquistar y mantener el poder, deberá enfrentarse con las armas a las armas enemigas que se opondrán a todo cambio revolucionario. Entonces, sin lucha armada podrá, en el mejor de los casos, haber gobierno por algún tiempo, pero no habrá poder popular que se consolide.

‑¿Significa esto que el Che descarta la lucha electoral como una forma de lucha que la izquierda pueda emplear?

142. ‑No, de ninguna manera. Por el contrario, el Che estimaba que antes de decidirse a iniciar la revolución armada había que utilizar hasta el último minuto la posibilidad de la lucha legal, insistiendo que el error era ilusionarse con ella y someterse a las reglas de juego del estado burgués. Criticaba duramente a las fuerzas progresistas de América Latina que, para lograr el permiso de entrar en ese peligroso juego, se sometían a sus exigencias, esforzándose por demostrar que eran buenas, no peligrosas, que no se les ocurriría asaltar cuarteles, ni trenes, ni destruir puentes, ni ajusticiar esbirros y torturadores, ni alzarse en las montañas.

143. Quizá sea importante aclarar que el Che tanto como Fidel, no justificaban la violencia por la violencia. Ambos, en este sentido, se inspiraban en Martí quien decía que tan criminal era quien promovía en un país una guerra que se pudiera evitar como aquél que dejase de promover la guerra inevitable.

144. Fidel ya había puesto en práctica estas enseñanzas martianas, recurriendo a la lucha armada como último recurso sólo cuando Batista cancela la legalidad vigente con el golpe de estado de l952. Y luego del asalto al cuartel Moncada, desde la prisión escribía que ellos no eran perturbadores de oficio, ni ciegos partidarios de la violencia si la patria mejor que anhelaban podía realizarse con las armas de la razón y la inteligencia. Entonces manifiesta su convicción de que ningún pueblo seguiría al grupo de aventureros que pretendiese sumir al país en una contienda civil allí donde la injusticia no predominase y las vías pacíficas y legales permitiesen la expresión de la voluntad ciudadana.

145. Por eso, cuando Batista para mejorar su imagen después de las fraudulentas elecciones de 1954 que lo transformaron en presidente “constitucional”, plantea la idea de ir a elecciones parciales para el congreso dentro de dos años y a generales dentro de cuatro, el dirigente cubano, que en ese momento salía de la cárcel, no responde levantando la bandera de la lucha armada, sino manifestando que los moncadistas están por una solución democrática, por un llamado a elecciones generales inmediatas y que el único que se ha opuesto a las soluciones pacíficas es el régimen.

146. En ese clima que había despertado esperanzas de soluciones pacíficas en la masa más atrasada del pueblo, lo más importante era demostrar que eso no era posible. La opinión pública debía comprobar que si el país se veía forzado a la violencia revolucionaria no era culpa de los revolucionarios, sino del régimen. De ahí que Fidel planteara estar dispuesto a aceptar una solución pacífica, pero mediante determinadas condiciones, condiciones que sabía no serían aceptadas. Y sólo cuando éstas no fueron aceptadas, reinició los preparativos de lucha armada. Esa era una forma de desenmascarar los planteamientos seudodemocráticos del dictador.

147. El Che, por su parte, consideraba que existían determinadas condiciones mínimas sin las cuales era imposible establecer y consolidar un foco guerrillero. Estimaba que el brote guerrillero no podía producirse allí donde no se hubieren agotado las posibilidades de lucha cívica, es decir, allí donde un gobierno hubiera alcanzado el poder por alguna forma de consulta popular, fraudulenta o no, y mantuviera al menos una apariencia de legalidad constitucional. Según él, era necesario demostrar ante el pueblo la imposibilidad de mantener la lucha por las reivindicaciones sociales dentro del plano de la contienda cívica. La paz sería rota por las autoridades establecidas cuando el descontento popular fuera tomando formas y proyecciones cada vez más afirmativas.

148. Pero también advertía, anticipándose a lo que ocurriría luego en El Salvador, que no había que dejarse engañar cuando una vez iniciada la guerra popular, las fuerzas burguesas, viendo que la violencia extrema no favorecía sus intereses, pudiesen buscar un gobierno de fachada más democrática. Los espacios que así pudiesen abrirse no debían hacer olvidar el objetivo estratégico: la conquista del poder.

2. LA GUERRA DE GUERRILLAS: NO UN SIMPLE METODO SINO LA VIA PRIVILEGIADA

‑Te interrumpí en tu desarrollo acerca del pensamiento del Che. Me decías que en un primer paso demostraba que no había posibilidad de tránsito pacífico al socialismo...

149. ‑Después de demostrar que es la reacción la que impone la lucha armada a las fuerzas revolucionarias, se plantea la interrogante de cuál es, entonces, la forma o método de lucha más eficaz para lograr la conquista del poder y la defensa de éste una vez conquistado. Aquí viene el segundo paso en el desarrollo de su pensamiento: la guerra de guerrillas pasa, de ser considerada un simple método de lucha, a ser estimada la vía privilegiada para lograr ese objetivo.

150. ¿En qué se basa para defender esta tesis? Su fundamentación es que a un ejército opresor de las características de los ejércitos profesionales de América Latina, sólo se le puede derrotar si las fuerzas revolucionarias logran formar un ejército popular. Pero como éste no nace milagrosamente de un día para otro sino que tiene que armarse con el arsenal que le brinda el ejército enemigo, y empezar la lucha con una correlación militar de fuerzas muy desfavorable, sólo el núcleo guerrillero rural, puede lograr estas metas por su gran movilidad, maniobrabilidad y capacidad de desconcentrar y reconcentrar fuerzas, según lo exijan las circunstancias, permitiendo, en un comienzo, resistir el ataque de fuerzas superiores, y en la medida que se avanza en el reclutamiento popular y en la obtención de recursos técnicos, propinar golpes cada vez más contundentes al enemigo hasta conseguir finalmente derrotarlo. Y todo ello cumpliendo con un requisito que el Che consideraba de mucha importancia: la posibilidad de garantizar la seguridad y permanencia del mando, objetivo mucho más difícil de lograrse si éste se mantiene en las zonas urbanas donde el aparato represivo es mucho más fuerte.

151. El Che consideraba aconsejable la lucha guerrillera rural no sólo en los países en los que existía una gran masa campesina sometida todavía a relaciones de explotación precapitalistas, base natural de la guerrilla rural, sino también en aquellos países de desarrollo económico atrasado, pero con grandes concentraciones urbanas, aunque, con la honestidad de siempre, no se atrevía a afirmar categóricamente que toda rebelión popular con base guerrillera dentro de la ciudad estuviera destinada al fracaso. Estimaba, sin embargo, que un núcleo guerrillero asentado en una montaña cualquiera en la que existiera un terreno favorable y bases sociales para la lucha, si aplicaba consecuentemente la estrategia y la táctica de esta forma de lucha, tenía más probabilidades de éxito que si concentraba exclusivamente la lucha en la ciudad, donde era mucho más fácil eliminar a los jefes de la revolución. Podía imaginar todo tipo de maniobras armadas en la ciudad, valoraba como especialmente eficaz la guerrilla suburbana, pero insistía en la importancia de que el núcleo dirigente se mantuviera en un terreno favorable a la lucha guerrillera rural, ya que así, si el enemigo lograba aniquilar al movimiento urbano, el poder político revolucionario permanecía incólume, no fuera de la guerra ni en otro país, sino dentro de su pueblo y luchando.

3. EL ANTIFOQUISMO DEL CHE

‑Mucho se ha criticado el “foquismo” de la década del sesenta, atribuyéndose al Che y a la revolución cubana su paternidad, ¿crees tú que es correcta esa afirmación?

152. ‑Quizá lo primero que habría que aclarar es que por “foquismo” se entiende la absolutización del papel del pequeño núcleo de combatientes situado en zonas montañosas rurales, que, por su sola presencia, representaría la llama que automáticamente encendería la pradera. Pienso que una de las deformaciones más grandes que ha sufrido la concepción de la guerra de guerrillas que practicara la revolución cubana y desarrollara teóricamente el Che, es el haberla concebido como algo opuesto e independiente de la movilización de las masas, olvidando que expresamente el comandante guerrillero afirmaba que la guerra de guerrillas es una guerra del pueblo, es una lucha de masas. El Che pronosticaba un desastre inevitable a aquellos que pretendieran realizar ese tipo de guerra sin apoyo de la población. Nunca concibió la lucha como puramente militar, sino como político‑militar. La guerrilla ‑decía el Che‑ es la avanzada numéricamente inferior de la gran mayoría del pueblo que no tiene armas, pero que expresa en su vanguardia la voluntad de triunfo.

4. SOÑADOR CON LOS PIES EN LA TIERRA

‑Se ha criticado el voluntarismo del Che, que en sus proyectos no contaba con las condiciones objetivas, que otorgaba un papel central a los factores subjetivos. ¿Qué opinas tú al respecto?

153. ‑Lo primero que habría que decir es que sin sueños y utopías no habría revolucionarios y que muchas veces los hombres se detienen, porque consideran insuperables obstáculos que son superables. La propia historia de la revolución cubana demuestra que obstáculos que parecían invencibles tenían solución.

154. El Che era sin duda un soñador, en el buen sentido de la palabra, pero eso no significa que fuera un voluntarista. Como marxista sabía que la voluntad, el deseo, las intenciones de los hombres no son todopoderosas, que en sus proyectos es necesario que se tenga en cuenta el marco de las condiciones objetivas. No hay que confundir voluntarismo con tenacidad.

155. Creo que sería interesante analizar cómo veía el Che la intervención del factor subjetivo antes y después del triunfo de la revolución.

156. Empecemos por lo primero. Es cierto que el Che escribió: “No siempre hay que esperar que se den todas las condiciones de la revolución: el foco insurreccional puede crearlas.” y que esta afirmación estaba muy ligada a otra: “Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército”. Ambas eran afirmaciones que se deducían de la práctica de la revolución cubana y que el Che consideraba como aportes de ésta al movimiento revolucionario. Le sirvieron para combatir tanto la actitud quietista de revolucionarios y seudorevolucionarios, que escudan su inactividad bajo el pretexto de que nada se puede hacer contra los ejércitos profesionales actuales, como la de aquellos que se quedan eternamente esperando que por arte de magia se den las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución, sin preocuparse de acelerarlas.

157. Pero el Che sabía perfectamente que la historia de las sociedades no es fruto exclusivo de la voluntad de los hombres y por eso no habla de que el foco pueda crear todas las condiciones de la revolución. Si leemos bien su afirmación veremos que dice, y luego explica, que no se necesita que estén dadas “todas” las condiciones de la revolución para iniciar la lucha armada, que el foco guerrillero puede crear aquéllas que faltan siempre que existan determinadas condiciones mínimas que hagan factible el establecimiento y consolidación del primer foco; entre ellas señala que la paz haya sido rota por las fuerzas opresoras para frenar las expresiones de creciente descontento del movimiento popular.

158. En otro texto dice que las condiciones objetivas de la lucha están dadas por el hambre del pueblo (producto de la crisis estructural del capitalismo dependiente que origina bajos salarios, desempleo y subempleo), la reacción frente a esa hambre, el terror desatado para aplazar la reacción popular y la ola de odio que esa reacción crea, pero que faltaban las condiciones subjetivas de las cuales la más importante es la conciencia de la posibilidad de la victoria por la vía violenta frente al poder del imperio y sus aliados internos.

159. Y cuando analiza por qué en el momento del desembarco del Granma no ocurrió el levantamiento popular que se esperaba, sostiene que, además de las diversas circunstancias anómalas que acompañaron a dicha gesta, en ese momento existía en el pueblo conciencia de la necesidad de un cambio, pero faltaba todavía la certeza de su posibilidad. El papel de la lucha armada y, en concreto, de la lucha guerrillera, fue precisamente ir creando esa certeza. A través de sus éxitos sucesivos contra el ejército enemigo fue demostrando que sí era posible destruir al ejército batistiano, abriendo así el acceso del pueblo al poder.

160. El papel de la vanguardia según el Che, es ir creando ‑yo creo que la palabra más exacta es ir haciendo madurar o impulsar como dice Fidel‑ las condiciones necesarias para la toma del poder y no convertirse en mera espectadora de la ola revolucionaria.

161. Fidel explica más esto cuando aclara que ellos no pensaban tomar el poder con 10, 12 ó 100 hombres, sino que pensaban ir creando con las acciones guerrilleras las condiciones de la lucha revolucionaria de masas para conquistar el poder. Que ellos idearon cómo aprovechar las condiciones objetivas existentes en el país y, en primer lugar, la situación de los campesinos. No se les hubiera ocurrido jamás iniciar una lucha guerrillera en el campo en un país donde no existieran latifundistas, en un país donde los campesinos fueran dueños de la tierra, en un país donde existiera pleno empleo para la población.

162. Según el máximo dirigente de la revolución cubana, el Movimiento 26 de Julio se lanzó a la lucha partiendo de una serie de supuestos, entre ellos: el régimen de explotación existente en el país y la convicción de que el pueblo estaba deseoso de un cambio revolucionario aunque no lo estuviera muy concientemente todavía. Fue el asalto al Moncada y la propaganda que se hizo luego del programa enarbolado por los moncadistas lo que fue haciendo que el pueblo adquiriera conciencia de la necesidad de los cambios y luego, después del desembarco del Granma, fueron los avances de la lucha guerrillera los que dieron a las masas la certeza de la victoria. El accionar de la vanguardia fue entonces el factor determinante en la creación no sólo de las condiciones subjetivas de la revolución, sino que también contribuyó a hacer madurar las condiciones objetivas y, en concreto, una condición objetiva básica: la crisis de los de arriba. El régimen empieza a tambalear cuando su espina dorsal, el ejército batistiano no es capaz de frenar el avance incontenible del Ejército Rebelde.

163. En síntesis, el accionar de la vanguardia, como factor subjetivo, adquiere en la revolución cubana, y en las reflexiones que el Che hace de su práctica, un papel más relevante que en las revoluciones anteriores. No sólo impulsa un cambio cualitativo en el accionar de las clases revolucionarias, sino que interviene también en la aceleración de la crisis nacional al poner en crisis al estado burgués.

164. Estas tesis, que yo comparto plenamente, han sido ratificadas por la revolución sandinista.

5. LOS FACTORES MORALES EN LA CONSTRUCCION DEL SOCIALISMO

‑Tú me has hablado hasta aquí del papel del factor subjetivo antes del triunfo de la revolución, háblame ahora del papel que atribuía el Che al factor subjetivo en la construcción del socialismo.

165. ‑Antes de desarrollar este punto me parece importante recordar que el Che reconocía que no existía un tratamiento sistemático de este período, cuya economía política no se había desarrollado. Sostenía que en cuanto a su conocimiento se estaba todavía en pañales y que era preciso dedicarse a estudiar todas las características primordiales de la transición antes de elaborar una teoría económica y política de mayor alcance.

166. El médico argentino se dedicó con verdadera pasión a estudiar economía y a tratar de buscar un camino para la transición al socialismo en Cuba, que tuviera como eje central el desarrollo de las características morales del hombre de la futura sociedad. Yo te diría que es en la reflexión acerca de los problemas de la transición donde la elaboración teórica del Che es la más fecunda y creadora y, al mismo tiempo, la más desconocida. Sus obras militares han recorrido el mundo, no así sus obras dedicadas a los problemas de la construcción de la nueva sociedad. Yo misma te confieso no haber hecho un estudio riguroso de esta problemática que considero de importancia estratégica en el mundo actual, y, por lo mismo, no tengo todavía una opinión formada acerca del sistema presupuestario de financiamiento que propuso y llevó a la práctica el Che en algunos sectores estratégicos de la economía cubana, y que, más que un simple modelo económico, era un esquema global de construcción del socialismo.

167. Sé que el embrión de este sistema surgió cuando fue necesario crear un fondo centralizado que permitiera financiar la zafra azucarera de 196l. Sé también que constituyó un gran esfuerzo por establecer la planificación centralizada, por elaborar un sistema de estadística económica y de contabilidad estructurada hasta la base, por utilizar en forma lo más racional posible el escaso personal calificado que existía en Cuba y de las técnicas más modernas de control y administración que habían sido utilizadas hasta entonces por los monopolios yanquis. Conozco que hacía énfasis especial en el control de los costos y que las unidades productivas con tecnología común eran organizadas en grandes empresas consolidadas que suponían un control administrativo muy estricto. Sé que se ha criticado el sistema por un exceso de centralismo que generaría burocratismo y por el escaso uso de las palancas económicas, las relaciones mercantiles y los estímulos materiales. Por último, sé que coexistió en Cuba con lo que se llamó el sistema de cálculo económico, que existieron discusiones en relación con la valoración de ambos sistemas, pero que nunca se llegó a un acuerdo y que, por último, terminó por dejar de emplearse sin que se llegara a hacer un balance de sus pro y de sus contras.

168. No cabe duda que hoy, con el actual proceso de rectificación en Cuba y el alcance cada vez mayor que tiene la perestroika soviética, debemos estudiar tanto el pensamiento teórico del Che acerca de la transición como su implementación práctica, para que nuestras opiniones puedan tener el rigor requerido. Para ello se requiere, no sólo tener una buena formación económica, sino conocer, a la vez, qué esquemas teóricos de construcción del socialismo se manejaban en aquella época y cuáles eran sus resultados prácticos. No fue, evidentemente, por un mero capricho que el Che se esforzó por buscar rutas nuevas para transitar hacia el comunismo.

169. Por ahora, me limito aquí a exponerte sólo aquellos aspectos que se refieren al papel que atribuía al factor subjetivo en la construcción del socialismo.

170. Es en este asunto donde el Che otorgaba al factor subjetivo o, en otras palabras, al papel de la conciencia, el lugar más preponderante. Pensaba que existiendo el socialismo ya en una gran cantidad de países y habiéndose expandido las ideas socialistas por todo el mundo, no podía esperarse que la conciencia socialista madurara como efecto o reflejo de las nuevas condiciones de trabajo, sino que ésta podía adelantarse al desarrollo de las fuerzas productivas.

171. El Che estaba convencido de que el instrumento movilizador por excelencia de las masas debía ser de índole moral. De ahí el gran valor que atribuía al trabajo voluntario, considerándolo una parte de la vida que se entrega a la sociedad sin esperar nada, sin retribución de ningún tipo. Su importancia no se refleja en la parte directamente económica que pueda representar para la empresa o el estado, sino en la conciencia que se adquiere frente al trabajo y en el estímulo y ejemplo que significa para el resto de los trabajadores.

172. Reconocía, sin embargo, que los estímulos materiales eran necesarios para movilizar a las masas de trabajadores. Si bien el deber social debía ser, según él, el punto fundamental en el que se apoyara todo el esfuerzo del trabajo del obrero, consideraba necesario aplicar estímulos o desestímulos materiales de tipo individual o colectivo si el trabajador o la unidad de producción cumplía o no con ese deber social, poniendo énfasis en el estímulo material de naturaleza social. Temía, no obstante, que el estímulo material entrase en una contradicción con el desarrollo de la conciencia y que, de palanca para la producción, pudiese convertirse en algo que llevase a los individuos o colectivos de trabajadores a luchar desesperadamente unos contra otros para asegurar determinadas condiciones de producción y distribución que los colocara en condiciones privilegiadas.

173. Estimaba que el desarrollo de la conciencia hacía más por la producción que el estímulo material, pero advertía, con la honradez que lo caracterizaba, que esta afirmación suya debía ser sancionada por la experiencia, y que si se demostraba que era un freno peligroso para el desarrollo de las fuerzas productivas habría que cortar por lo sano y volver a los caminos transitados.

174. Veía en el estudio y la calificación personal no sólo una necesidad básica de la revolución sino que, al mismo tiempo, una forma de evitar la existencia de una mano de obra sobrante o no empleada en toda su capacidad en las empresas. En lugar de pagarle un salario por no hacer nada o hacer menos de lo que le permite su capacidad, lo que tiene repercusiones morales muy negativas, consideraba preferible emplear ese dinero en pagarle al trabajador sus estudios siempre que éste asegurara un determinado rendimiento académico.

175. Ahora, en todo su esquema de tránsito al socialismo, el papel del factor subjetivo representado por el partido es decisivo. Es éste el que tiene que ponerse a la cabeza del estado proletario y guiar con sus actos, con su ejemplo, con su sacrificio, con la profundidad de su pensamiento y con la audacia de sus actos, cada uno de los momentos de la revolución.

176. Y para que el partido pudiera responder a estas altas exigencias del período, debía ser, según el Che, un organismo de cuadros estrictamente seleccionados a la vez que estrechamente ligados a las masas. ¿Cómo lograr a la vez selectividad y ligazón con las masas? Teniendo en cuenta la opinión de éstas en el primer escalón de selección de los militantes. La masas debían pronunciarse en cada centro de trabajo acerca de quiénes debían ser los trabajadores ejemplares propuestos como miembros del partido.

177. Su conducción no podía ser la de una orden mecánica y burocrática, la del control estrecho y sectario, la del mandar hacer, la del consejo que debe seguirse porque así se ha expresado verbalmente sin que esté avalado por el ejemplo personal de quien imparte el consejo.

178. Veía en el partido el gran motor interno de la unidad de producción. Y en consecuencia atribuía una gran importancia al ejemplo que sus militantes debían dar en su actitud frente al trabajo, en su capacitación y su participación en los asuntos económicos de su centro de trabajo.

179. No concebía que los miembros del partido, de los sindicatos y de las diferentes organizaciones de masas dirigieran, orientaran y tomaran decisiones sin estar integrados al trabajo. Quien aspire a ser dirigente, decía, debe exponerse al veredicto de las masas, tener confianza de que ha sido dirigente porque es el mejor entre los buenos, por su trabajo, por su espíritu de sacrificio, su constante actitud de vanguardia en todas las luchas que los trabajadores deben realizar a diario para construir la nueva sociedad.

180. No estimaba positivo que se premiara con bienes materiales a los que habían demostrado tener mayor conciencia y mayor espíritu de sacrificio. Reconocía que el estímulo material era necesario como un rezago del pasado, pero por eso mismo planteaba que el partido como vanguardia debía levantar justamente la bandera opuesta, la del interés moral, la del estímulo moral, la de la conciencia del deber cumplido.

181. Y por último, el Che consideraba que el militante revolucionario debía ser el más completo de los seres humanos, pero siempre, por sobre todas las cosas, un ser humano que vive y vibra en contacto con las masas; un orientador que plasma en directivas concretas los deseos a veces ocultos de la masa; un trabajador incansable que entrega sus horas de descanso, su tranquilidad personal, su familia o su vida a la revolución, pero que nunca es ajeno al calor del contacto humano.

182. Estoy convencida de que el Che tenía razón cuando sostenía que en el socialismo el hombre debía transformarse conjuntamente con la producción que avanza y que no se enfocarían correctamente las cosas si este sistema fuese considerado sólo como productor de artículos, de materias primas y no, a la vez, como productor de hombres. Por eso sostuvo insistentemente que simultáneamente con construir la base material del comunismo, había que esculpir al hombre nuevo. Comparto su planteamiento de que es muy importante acentuar la participación conciente, individual y colectiva, de los trabajadores en todos los mecanismos de dirección y producción de sus empresas. Creo, como él, que la revolución no puede traducirse en una acción estandarizadora de la voluntad colectiva, sino en una acción liberadora de la capacidad individual del hombre y que, a medida que ésta se desarrolle, permitirá cada vez más una convergencia del interés individual y del interés colectivo.

183. ¿Cómo lograr esto más eficazmente me parece que es el gran tema del debate actual en la construcción del socialismo. ¿Cómo lograr que el trabajador se sienta responsable de su trabajo frente a la sociedad? ¿Cómo lograr que se sienta participante activo del trabajo colectivo, que sienta la empresa donde trabaja como suya, que se enamore de su fábrica, que se sienta estimulado a ser cada vez más eficiente y más creador? ¿Cómo a la vez sancionar a aquellos trabajadores que, al tener asegurado su puesto de trabajo y su salario trabajan mucho menos de lo que pueden y deben, producen con baja calidad, faltan al trabajo sin motivo justificado? Porque no me cabe duda que lo que más puede corromper al hombre en el socialismo es que gane indebidamente por un trabajo que no ha hecho o que ha hecho mal, creándose así el hábito de recibir un salario por un trabajo que no se ha realizado. Si se combate el parasitismo de las clases que en el capitalismo vivían de sus rentas y se sostiene que en el socialismo existe la obligación de que todos trabajen, también es necesario que surjan mecanismos que combatan el parasitismo de los administradores y de los propios trabajadores. Recibir dinero por un trabajo que no se ha hecho es robarle a la sociedad.

6. CHE Y FIDEL: UNA CONFLUENCIA PROVIDENCIAL

‑La confluencia histórica del Che y Fidel ¿no crees que fue algo providencial para América Latina, aunque tuviera un desenlace en cierto sentido dramático?

184. ‑Sin duda que la confluencia del Che y Fidel fue algo provindencial para nuestro continente y para todo el Tercer Mundo. Con ellos se inicia la aplicación exitosa de la teoría revolucionaria a las condiciones concretas de América Latina. Desde el triunfo del Ejército Rebelde se le habla a nuestros pueblos de la revolución en “español”, es decir, en su propia lengua.

185. Pero es necesario advertir que el Che reconoció siempre en Fidel “esa fuerza telúrica”, como lo llamaba a su maestro y guía. Veía en él a un hombre de tan enorme personalidad que donde estuviese se transformaba en el gran conductor. Admiraba su audacia, fuerza y valor, su inmensa fe en el futuro y su capacidad de prevenir y anticiparse a los hechos. Lo atraía especialmente su amor infinito por el pueblo y el esfuerzo constante por auscultar su voluntad. Lo consideraba una de las más altas figuras en la historia de América.

186. Pienso que hubo una gran coincidencia de pensamiento entre el Che y Fidel y que, de alguna manera, el primero teorizó sobre la práctica y los planteamientos políticos realizados por el segundo, aunque estoy convencida que el Che no conoció en sus inicios el pensamiento más profundo de Fidel, en cuanto a los objetivos últimos que perseguía y a la estrategia política que elaboró para conseguirlos. Pasaron varios años después del triunfo de la revolución antes que Fidel explicitara su pensamiento, el cual había mantenido oculto aplicando el sabio consejo de Martí acerca de la necesidad de actuar en silencio cuando las circunstancias así lo requerían. Te podrá sorprender esta afirmación, pero no es gratuita. Hay que recordar que hasta fines del 57, a pesar de haber convivido con él en México y luego durante un tiempo en la Sierra Maestra, el Che consideraba a Fidel como un auténtico líder de la burguesía de izquierda y pensaba que la lucha emprendida por el Ejército Rebelde no iría más allá de la liberación del país.

‑¿En qué te basas para decir esto?

187. ‑En la carta que dirigiera a René Ramos Latour, dirigente urbano del Movimiento 26 de Julio, en diciembre de 1957, donde expone estas ideas y en la carta de despedida a Fidel cuando parte hacia Bolivia. Si recuerdas bien, allí dice que su única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en Fidel desde los primeros momentos de la Sierra Maestra.

188. Por otra parte, así como el Che pudo dar los primeros pasos en un intento de sistematización teórica de la práctica y el pensamiento político de Fidel ‑con el cual, como te decía, hay una gran coincidencia‑, por su parte Fidel vio a través del Che convertidos en práctica política y militar sus sueños internacionalistas que no pudo materializar por ser incompatibles con su responsabilidad de jefe de estado. Recordemos que Fidel poco después del triunfo de la revolución planteó que la cordillera de los Andes sería la Sierra Maestra de América Latina.

189. Por eso no me parece correcto hablar, como algunos lo hacen, de la “era del guevarismo” iniciada con la gesta heroica del Che en Bolivia. Si yo hablara de era hablaría de la era iniciada por el triunfo de la revolución cubana.

7. PREPARAR EL RELEVO DE LOS DIRIGENTES HISTORICOS

‑Nicaragua es un país donde la inmensa mayoría de la población es muy joven, creo que sería interesante que nos contaras qué esperaba el Che del joven militante revolucionario.

190. ‑El Che sentía un gran aprecio por la juventud, la veía como la arcilla fundamental de la obra de la revolución. En ella depositaba su esperanza y consideraba que era necesario prepararla para que se convirtiera en el relevo de los dirigentes históricos de la revolución.

191. Pero ¿cuáles son las características que, según él, debe tener un joven militante revolucionario? Este debe tener una gran sensibilidad ante todos los problemas, pero sobre todo ante la injusticia; un espíritu inconforme cada vez que surja algo que está mal, lo haya hecho quien lo haya hecho. Discutir y pedir aclaración de todo lo que no esté claro, declararle la guerra a todos los tipos de formalismo, estar abierto a recibir las nuevas experiencias y saber adecuarlas a la situación concreta de su país, preocuparse por ir cambiando la realidad, por ir mejorándola; estar siempre atento a los problemas de todos los que lo rodean, luchar por tener un comportamiento ejemplar.

192. El Che veía al joven militante revolucionario como esencialmente humano, tan humano que se acercara a lo mejor de lo humano, por medio del trabajo, del estudio y de la solidaridad con su pueblo y con todos los pueblos del planeta, hasta el punto de sentirse angustiado cuando se asesina a un hombre en cualquier rincón del mundo y entusiasmado cuando en algún lugar rincón de la tierra se alza una bandera de libertad.

8. PLENA CONSECUENCIA ENTRE TEORIA Y PRACTICA

‑El Che guerrillero es quizá la imagen más conocida universalmente. Sin embargo, me parece que el Che representa una personalidad con una proyección multilateral y que todo él simboliza el papel del hombre que reivindica la utopía comunista. ¿Qué piensas tú al respecto?

193. ‑Efectivamente, creo que la imagen del Che guerrillero es la más conocida a nivel mundial, pero yo, como tú, pienso que representa mucho más que eso. El fue la personificación más perfecta de ese hombre nuevo del que él hablara en sus escritos. Un hombre absolutamente consecuente con sus ideas, al que nunca interesó ni el mando ni los honores; con una actitud comunista frente a la vida, mostrándonos siempre con su ejemplo el camino a seguir.

194. Un hombre entregado al trabajo revolucionario, que pone su vida, es decir, todo su tiempo, al servicio de la causa por la que lucha. Que trabaja todo lo necesario, sin medir las horas, sin buscar remuneración. El Che, como te decía, no concebía que se premiara con bienes materiales la mayor conciencia y el mayor espíritu de sacrificio; por el contrario, sentía que había que pagar un precio por el derecho a decir que se estaba a la cabeza del pueblo, ese precio era el sacrificio. Y no buscaba otro premio que la certeza del deber cumplido y de haber contribuido de alguna manera a que la sociedad entera avance hacia ese hombre nuevo que él vislumbraba en el horizonte.

195. Era muy autoexigente consigo mismo. No aceptaba que un dirigente, por su calidad de tal, pudiese lograr algo más que el resto del pueblo. Cuentan quienes trabajaron muy cerca de él que el Che siempre rechazó todo privilegio. Por ejemplo, cuando había reuniones en el ministerio de Industria que se prolongaban durante las horas de comida, lo que allí se ofrecía a los dirigentes era la misma comida que se había preparado para los trabajadores. Y así como en la guerra estuvo siempre en la primera fila de combate, también estuvo en la primera fila en el trabajo voluntario del cual fue el máximo impulsor. Consideraba que el hecho de que dirigentes administrativos y técnicos realizacen un trabajo manual era una forma de ir prefigurando aquella meta del comunismo donde deberá desaparecer la diferencia entre ambos tipos de trabajo.

196. Veía con inquietud que los dirigentes, con el bien intencionado propósito de no distraer su mente con preocupaciones de tipo familiar para poder dedicar su vida a la revolución, pudieran caer en la debilidad de buscar soluciones materiales para que en sus hogares no faltara nada, estimando, con gran premonición, que la actitud de sobreprotección del dirigente hacia sus hijos podía representar un potencial germen de corrupción. Y, consecuentemente con ello sostenía, empezando por demostrarlo con su propio ejemplo, que los hijos de los dirigentes debían tener lo que tenían los hijos del hombre común y carecer de lo que estos carecían, y que sus familias debían comprenderlo y luchar por ello.

197. Como el hombre nuevo, por el que constantemente abogaba, fue un revolucionario movido por grandes sentimientos de amor, de sentido de la justicia y de la verdad, de espíritu apasionado y con una extraordinaria dosis de humanidad.

198. El Che encarnó en la forma más pura y desinteresada el espíritu internacionalista y murió siendo consecuente con su llamado a crear dos tres, muchos Vietnam. No vivió físicamente para compartir nuestra alegría por la liberación del primer Vietnam, ni pudo ver cómo en un segundo Vietnam las manos sandinistas empuñaron sus armas y lanzaron nuevos gritos de guerra y de victoria, pero vive en la conciencia de todo aspirante a revolucionario llamándonos a dar lo mejor de nosotros mismos por nuestros pueblos y por los pueblos del mundo.

III. CHE: VIGENCIA Y CONVOCATORIA

INTRODUCCION

199. Nuestras reflexiones hoy no van a ser una disertación académica, profunda, sobre todos los aspectos de la vida y la obra del Che, sino sobre algunas ideas acerca de aquellos planteamientos del Che que hoy continúan teniendo plena vigencia, y algunas reflexiones sobre las nuevas circunstancias que hoy existen en América Latina que hacen del nuestro un mundo diferente de aquél en que vivió el Che y que implican, por lo tanto, un desafío teórico y práctico para los revolucionarios. Nuevas circunstancias exigen nuevas respuestas.

200. No seríamos buenos herederos del Che si trasladáramos mecánicamente lo que éste pensó en la década del 60 a la década del 80. Seríamos lo contrario del Che, porque el Che era fundamentalmente antidogmático.

201. El encuentro de Ernesto Guevara y Fidel Castro puede considerarse como afortunado para lo que Martí llamara Nuestra América y para todo el Tercer Mundo. Con ellos se inicia la aplicación exitosa de la teoría revolucionaria a las condiciones concretas de Latinoamérica. El triunfo del Ejército Rebelde posibilitó a nuestros pueblos conocer por primera vez acerca de una revolución en “español”, poder conocerla en su propia lengua.

202. Sin duda alguna que existió una gran coincidencia de pensamiento entre el Che y Fidel. Le cupo al primero, de alguna manera, teorizar sobre la práctica y los planteamientos políticos realizados por el segundo. Todo esto le permitió, además, profundizar luego en la teoría de la transición al socialismo, fenómeno único registrado en un país como Cuba, pequeño y subdesarrollado, a sólo 90 millas de la más poderosa potencia imperial de todos los tiempos.

203. Si el Che pudo dar los primeros pasos en un intento de sistematización teórica de la práctica y el pensamiento político de Fidel; el dirigente cubano, a su vez, plasmó a través del Che sus sueños, convertidos en práctica política y militar internacionalista, que no pudo materializar él mismo por ser incompatibles con su responsabilidad de jefe de estado. Baste recordar que Fidel, poco después del triunfo de la revolución, vaticinó que la cordillera de Los Andes sería la Sierra Maestra de América Latina.

204. Por eso no me parece correcto hablar, como algunos lo hacen, de la “era del guevarismo” iniciada con la gesta heroica del Che en Bolivia. Con más propiedad debería hablarse de la era iniciada con el triunfo de la revolución cubana.

1. LO QUE PERDURA DEL PENSAMIENTO DEL CHE

205. Ahora pasemos a examinar aquellos planteamientos del Che que hoy conservan fresca su validez.

206. En primer lugar, permanece vigente su convicción de que la lucha por las transformaciones sociales, la lucha política revolucionaria en América Latina, tenía que ser una lucha que se planteara como objetivo la toma del poder. Y una vez definido el objetivo, había que buscar el método, la manera de llegar al poder en Latinoamérica de comienzos de la década del 60.

207. Tanto Fidel como el Che fueron impactados profundamente por los acontecimientos de 1954 en Guatemala, donde el gobierno progresista de Jacobo Arbenz, que intentaba poner en práctica transformaciones democrático‑burguesas profundas, como la reforma agraria, fue derrocado por los militares apoyados por el imperialismo.

208. Este hecho marca al Che, marca a Fidel, y reafirma en ellos la idea de que para hacer transformaciones profundas, para hacer una revolución en América Latina, hay que derrotar al ejército burgués.

209. Si no atenemos al tenor del gran hito revolucionario, ¿cómo derrotar ese ejército latinoamericano que es un ejército diferente al de la revolución rusa? El ejército zarista ‑y eso a veces se nos olvida‑ tenía las características propias de un ejército en guerra con otras potencias imperialistas. Un ejército con gran reclutamiento popular, fundamentalmente compuesto por campesinos, tropas desmoralizadas por recientes derrotas, sometidas a una guerra donde lo que estaba en juego eran los intereses de los burgueses imperialistas, que nada tenían que ver con los intereses de los pueblos que se jugaban la vida en esa guerra. Esta conciencia de ser carne de cañón de intereses ajenos, unido al cansancio, las ansias de paz, los problemas sociales y la crisis económica que existía en estos países, crea las condiciones dentro de un ejército con esas características para la insurrección victoriosa de octubre de 1917, porque entonces sólo podía darse un triunfo insurreccional si una parte del ejército se pasaba a las filas de la revolución. Fue así como se da el levantamiento armado que permite conformar los soviets de obreros, campesinos y soldados.

210. Los ejércitos latinoamericanos de la década del sesenta eran muy diferentes al ejército zarista, eran ejércitos profesionales con gran sentido de cuerpo y reclutamiento limitado. Había que buscar una fórmula para vencer a ejércitos de este tipo. No se podía elaborar una estrategia que descansara exclusiva y esencialmente en la división del ejército existente, porque la espera podía ser eterna ¿Qué hacer entonces? Era necesario crear un ejército popular capaz de enfrentarse exitosamente a ese ejército burgués. Pero, ¿cómo conformar ese ejército?, ¿se podía pensar en hacerlo en las ciudades? El Che opinaba que era muy difícil constituir un ejército guerrillero en las ciudades ya que éstas eran el eslabón fuerte del enemigo, porque allí están los principales destacamentos del ejército, del aparato represivo, de los aparatos de inteligencia, etc. Estimaba que en el campo se daban las mejores condiciones para hacerlo, dado que éste era un terreno más apto para enfrentarse al enemigo, porque permitía emplear la táctica guerrillera. Esta táctica, partiendo de la debilidad inicial del ejército popular, trata de dislocar a las fuerzas enemigas, para golpearlas por separado y así irlas desgastando. La insurrección, en cambio, pretende atacar los cuarteles y centros vitales del enemigo en forma directa.

211. El Che tenía en cuenta también algo que luego la práctica revolucionaria en el Cono Sur corroboró: lo difícil que es hacer esta guerra de guerrillas en las ciudades y el riesgo que corren en ellas los cuadros revolucionarios. El consideraba que era muy importante preservar a los dirigentes más valiosos para las futuras tareas de la revolución. Pensaba que la conformación del ejército en el campo permitía un resguardo mayor de los cuadros.

212. Es importante tener en cuenta que el Che escribe tratando de sacar conclusiones de la propia práctica de la revolución cubana. Nos parece necesario aclarar que ni estas reflexiones acerca de la guerra de guerrillas ni la experiencia de la revolución cubana tienen nada que ver con el llamado foquismo. Muchas veces lo que hemos conocido ha sido una deformación, una caricatura, del pensamiento de Guevara y, por desgracia, no sólo se conoció su pensamiento deformado de esta manera, sino que también se practicó así, equivocadamente, aunque, sin duda, con las más nobles intenciones. Muchos compañeros murieron en Latinoamérica levantando la bandera del Che, pero sin entender al Che.

213. Che Guevara nunca pensó en la posibilidad de construir un ejército popular separado de las masas. El pequeño grupo o foco inicial que se va a la zona campesina era concebido como un pequeño motor que debía echar a andar el gran motor de las masas populares. Estaba convencido que sólo éstas podían hacer la revolución. Nunca él pensó que el foco, el pequeño grupo, podía suplantar a las masas. De lo que se trataba era de hacer madurar, a partir de la formación del ejército guerrillero y de su accionar frente al enemigo, las condiciones subjetivas necesarias para conducir a la revolución. El pueblo debía hacer suyos no sólo la necesidad de derrotar al enemigo, sino la posibilidad real de lograrlo, y demostrar esto era la misión fundamental del ejército guerrillero a través del uso del método de la guerra de guerrillas.

214. El pensamiento central del Che en relación al tema abordado, se plasma en que el objetivo de todo movimiento revolucionario debe ser la lucha por el poder y que no hay lucha por el poder sin una estrategia militar de poder. En otras palabras, no hay estrategia de poder sin estrategia militar.

215. A nosotros suelen tacharnos de terroristas por hablar de estrategia militar, pero tenemos el derecho y el deber de desenmascarar estas críticas, porque quienes nos tachan de guerreristas también tienen una estrategia militar. Quiero aquí recordar las palabras de un compañero chileno con quien discutíamos sobre estos temas. El nos decía: todo partido político es por su misma definición, un partido que lucha por el poder y, por lo tanto, todo partido tiene una estrategia militar. La diferencia está en que la estrategia militar de los partidos de derecha es una estrategia que cuenta con el ejército constitucional, y ésa es la estrategia militar de ellos. Si la derecha tiene su propia estrategia militar, por qué no vamos a poder tenerla los revolucionarios, sobre todo después de que la historia ha demostrado que la derecha está dispuesta a usar cualquier método, aún el más aberrante, como lo demostró una vez más la intervención militar en Chile para impedir el desarrollo de un proceso democrático‑popular antimperialista dentro de los marcos de la democracia burguesa. Cuando este proceso fue captado como una amenaza por los sectores burgueses hasta entonces dominantes, éstos no vacilaron en recurrir a sus fuerzas de reserva estratégicas: los militares, pasando por encima de la constitución y las leyes que tanto decían defender. Si a nosotros nos respetaran las conquistas populares logradas por las vías legales, si pudiésemos llegar a las masas en igualdad de condiciones a través de los medios de comunicación: canales de televisión, prensa, radio, etc., no me cabe la menor duda de que preferiríamos transitar por los caminos democráticos. Es la derecha y no la izquierda la que cierra estos caminos, no sólo impidiendo que los dirigentes populares se comuniquen con el pueblo, sino además liquidándolos físicamente cuando los siente como una amenaza para sus intereses.

216. Entonces, la izquierda tiene derecho, justamente porque lucha por la democracia revolucionaria, por la verdadera democracia, por la participación popular, a tener una estrategia militar que la haga posible. (Aplausos prolongados)

217. Es necesario diferenciar este planteamiento central del Che, que hoy mantiene plena vigencia, de sus reflexiones acerca del método guerrillero rural como el más apropiado para lograr la toma del poder por las fuerzas revolucionarias. Este método no puede ser aplicado en forma mecánica, prueba de esto es Nicaragua, donde bajo otras condiciones, sufre modificaciones. A propósito de este país, me parece importante recordar algo que a veces se nos olvida, y esto es el largo camino que recorren los sandinistas hasta lograr el triunfo en 1979. Muchos de nosotros tomamos conciencia de lo que estaba sucediendo en Nicaragua sólo a partir de las acciones del 77 y 78, con ese salto cualitativo que hace el movimiento en esos dos años, y nos olvidamos que ese salto se da después de 15 años de un trabajo sacrificado y heroico de un pequeño grupo de revolucionarios que sufrió una gran sangría de cuadros. Yo creo que tenemos que tener en cuenta estas cosas, porque entre otras, uno ve mucho en América Latina una política muy inmediatista. Tenemos tantas ganas de transformar la sociedad que no somos capaces de hacer una planificación política a mediano plazo; estamos siempre amarrados a las coyunturas y el enemigo es el que muchas veces nos impone las reglas del juego y los plazos.

218. Yo decía que en el caso de Nicaragua, se modifica el método de la guerra de guerrillas rural, combinándolo esta vez con luchas insurreccionales en las ciudades. Han pasado 20 años desde el triunfo de la revolución cubana y la realidad se ha transformado. Ha habido una emigración del campo a la ciudad bastante grande, los barrios pobres alrededor de las principales ciudades crecen notablemente; la clase obrera es minoritaria y sus sectores más avanzados no están dispuestos a luchar en las fábricas donde son fáciles blancos de la represión y el desempleo, pero sí están dispuestos a hacerlo clandestinamente en los barrios donde se sienten más protegidos. El estudiantado universitario es actualmente el sector mejor organizado y crecientes sectores cristianos se inclinan por la revolución. Todo esto fue considerado por los sandinistas para elaborar su propia estrategia de lucha por el poder. Fue a partir de ese movimiento estudiantil universitario organizado que se trabajó en los barrios, y fue a partir de los barrios que se trabajó con la clase obrera, y luego de conformar los núcleos iniciales del ejército guerrillero en el campo, se concibe una táctica insurreccional urbana que es lo que permitió el salto cualitativo del movimiento revolucionario en los últimos dos años previos al triunfo.

219. Táctica insurreccional, que por lo demás, para conducir al triunfo debe diferenciarse de la táctica bolchevique. Una de las normas clásicas de la insurrección hasta entonces era la simultaneidad de las acciones en varias ciudades para dispersar la fuerza enemiga, pero ya el enemigo había aprendido de las experiencias revolucionarias, ¿qué hace entonces?. En lugar de dispersarse se concentra y va golpeando uno tras otro los centros sublevados. Los sandinistas aprenden a su vez y elaboran una estrategia político‑militar, que al mismo tiempo que busca producir levantamientos en las grandes ciudades ‑que no son el último paso para la toma del poder como lo fueron otras insurrecciones, sino una manera de fijar las fuerzas del enemigo en Managua y otras ciudades para evitar su desplazamiento al Frente Sur‑, concentra sus fuerzas militares con mayor poder de fuego en este frente, donde logra propinar serios golpes a la Guardia Nacional, que termina por huir en desbandada cuando Somoza se va del país.

220. Y si examinamos la lucha de los compañeros salvadoreños, encontraremos nuevas modificaciones y aportes al método guerrillero. Después de dos grandes fraudes electorales que burlan la voluntad popular que se ha pronunciado a favor de candidatos progresistas, el pueblo se da cuenta que no queda otro camino que la lucha armada y se enrola en forma masiva en las incipientes organizaciones político‑militares que crecen enormemente a fines de los años 70. Estas deciden comenzar la lucha armada con un intento insurreccional urbano en enero de 1981 y, al fracasar, se repliegan al campo. Durante todos estos años han venido desarrollando una lucha guerrillera en el campo, en un país en que todos los análisis llegaban a la conclusión de que era imposible el desarrollo de la lucha guerrillera rural, porque es un país pequeñísimo, densamente poblado, que se recorre en pocos días, y donde el ejército puede llegar en pocas horas al lugar donde están los guerrilleros. A pesar de todos estos factores adversos, el FMLN ha desarrollado tácticas tan flexibles y hábiles que todas las ofensivas enemigas que buscaban derrotarlo han fracasado y, por el contrario, avanza día a día, y la mejor demostración de este avance es la cada vez mayor intervención militar yanqui en el país. Además, el FMLN ha sabido combinar junto a la lucha guerrillera, la lucha de masas en las ciudades, la lucha diplomática y ha dado una gran importancia a la tarea de la solidaridad internacional.

221. El desafío que se le plantea, entonces, al movimiento revolucionario latinoamericano, es el de elaborar una estrategia político‑militar de conquista y defensa del poder, tomando en cuenta la situación en cada país. No se puede descartar a priori que pueda darse algún caso en que a través de un uso correcto de las elecciones se pueda llegar al gobierno, que no es lo mismo que llegar al poder. Lo importante es preparar al pueblo para defender sus conquistas por todos los medios que sean necesarios. Puede ocurrir también que una insurrección popular fracasada sea el primer paso en la conformación del ejército popular.

222. Lo que perdura del pensamiento guevariano en relación a este tema es la necesidad de que toda vanguardia revolucionaria luche por el poder y tenga una estrategia militar que conduzca a este objetivo. Eso es lo que se mantiene, el resto es un desafío para la vanguardia de cada país. No podemos copiar y trasladar mecánicamente las experiencias de Centroamérica y el Caribe al Cono Sur; hay realidades distintas, hay desafíos distintos que tenemos que ir enfrentando también de forma distinta.

223. Nos hemos extendido bastante en este primer aspecto. Por razones de tiempo, nos limitaremos meramente a enunciar los otros planteamientos del Che que hoy conservan real vigencia, entre ellos:

224. ‑Su clara percepción de que el imperialismo norteamericano es el enemigo estratégico de nuestros pueblos y, como consecuencia de ello, se impone la necesidad de desarrollar la más amplia unidad antimperialista.

225. ‑Su convicción de que no hay transformación social profunda en América Latina si no se construye una sociedad socialista, que para él era inconcebible sin una creciente participación de los trabajadores en la gestión del estado.

226. ‑La importancia que otorga al papel de las condiciones subjetivas, tanto antes como después del triunfo de la revolución, contra las tesis economicistas y espontaneístas que sostienen que hay que esperar que las condiciones objetivas maduren plenamente para recién actuar.

227. En nuestros países, a pesar de la existencia de condiciones objetivas propicias a la revolución hay factores que bloquean su desarrollo, tales como, la creciente sofisticación del aparato represivo, especialmente de los aparatos de inteligencia, y la efectividad cada vez mayor de la propaganda ideológica imperialista. Si el imperialismo sigue hoy día dominando en América Latina, no es sólo a través de sus instrumentos económicos y militares, sino que también lo hace en forma muy importante a través de sus instrumentos ideológicos. Fidel decía que un viejo orden social no se mantiene solamente por la fuerza de las armas, el poder del estado y la omnipotencia económica de sus clases privilegiadas se mantienen en grado muy alto, por las ideas reaccionarias y los prejuicios políticos que se inculcan a las masas.

228. Estos factores bloquean ‑como diría Kiva Maidanik‑ el desarrollo de la revolución y el accionar de la vanguardia está dirigido a desbloquearlo. En Cuba fueron las acciones de la guerrilla y su propaganda a través de Radio Rebelde, lo que permitió que el pueblo tomara conciencia de la posibilidad real de derrotar a Batista.

229. Y por último, algo que está en el centro de toda la elaboración teórica y práctica del Che: el problema del hombre. Todos sus esfuerzos de revolucionario estuvieron dirigidos a solucionar los problemas del hombre. Y por eso, cuando se plantea la construcción del socialismo, reflexiona acerca de cómo se puede ir transformando la sociedad para que, al mismo tiempo que se vayan realizando las transformaciones económicas, se vaya formando la conciencia colectiva, solidaria, de ese hombre nuevo que será el futuro de la sociedad.

2. LO NUEVO EXIGe RESPUESTAS NUEVAS

230. Examinemos ahora qué hay de nuevo hoy en América Latina que nos exige elaborar respuestas nuevas.

1) Ejércitos con mayor preparación contraguerrillera

231. En primer lugar, yo creo que los ejércitos latinoamericanos de hoy tienen una preparación contraguerrillera mucho mayor. El imperialismo que les da asesoría técnica, ha aprendido de los guerrilleros, de la lucha vietnamita, de la lucha de los compañeros cubanos, nicaragüenses, salvadoreños... Ha aprendido una serie de cosas. Ha aprendido, por ejemplo, que las guerras no se ganan sólo con correlaciones de fuerzas técnica y militarmente favorables, que es necesario también ganarse el corazón de las masas. En su estrategia de la guerra de baja intensidad tiene presente no sólo los elementos militares, sino también desarrolla planes que tienen como objetivo ganarse la simpatía de las masas populares.

232. Nos contaba un guerrillero colombiano cómo el ejército de su país para liquidar un frente guerrillero, al mismo tiempo que lo cercaba militarmente, hacía todo un trabajo con la población y le enseñaba a los soldados una serie de normas de urbanidad: vaya a la casa, pregunte por la señora, pregúntele como están los hijos, si tiene algún problema que necesite resolver. Se pretende ganar a la población con un tratamiento respetuoso, y además con programas sociales, llevando la educación, tratando de hacer la reforma agraria, etc.

233. Tenemos que analizar también cómo esta afectando a las fuerzas armadas el problema de la crisis económica de nuestros países. Ese es un fenómeno que tenemos que tener presente y que no podemos negar ni desconocer.

234. Dicen algunos compañeros de un país caribeño que los problemas de la crisis económica y las repercusiones de la perestroika están produciendo efectos dentro del ejército de ese país. Contaban que había oficiales que se expresaban muy mal de Reagan y decían no querer nada con él y que, en cambio, manifestaban gran interés por los planteamientos de Gorbachov.

235. Nosotros no sabemos ni podemos pronosticar qué pasará con las fuerzas armadas de América Latina, pero yo creo que tener una estrategia militar significa justamente tener en cuenta y analizar todos estos fenómenos. En toda estrategia militar debe existir el trabajo para construir el ejército propio y el trabajo dentro del ejército establecido. Este es un elemento también fundamental.

2) Transformaciones del Estado

236. Junto con esta transformación de los ejércitos que hoy están mucho más tecnificados y preparados para la lucha contraguerrillera y que cuentan con un impresionante aparato de inteligencia que todos sabemos cómo actúa ‑ahí está la dolorosa realidad de esos 30 mil jóvenes argentinos desaparecidos‑, se están produciendo transformaciones profundas en el estado en Latinoamérica. Las democracias posdictaduras en el Cono Sur no son las democracias burguesas representativas de antes. Hay un nuevo tipo de democracia a la que le queda muy poco de democrático, a la que le queda sólo la fachada de democracia, donde el aparato militar, el poder militar, está presente en una forma muy desarrollada. Tal vez esto no sea visible a primera vista, pero quienes deciden las políticas detrás de las bambalinas son, sin duda alguna, los militares.

237. Se trata de estados militarizados que además están perdiendo su característica de estados nacionales ya que cada vez más sus políticas y especialmente su política económica, se definen fuera de sus fronteras, en el FMI y el Banco Mundial.

238. Alguien decía en Buenos Aires, en el seminario sobre el pensamiento del Che que, por desgracia, se ha llegado a una realidad que es la siguiente: en función de la necesidad de mantener a toda costa estas frágiles democracias que suceden a las dictaduras, ahora el movimiento revolucionario está sujeto a un constante chantaje. Nos dicen: no luchen porque puede venir el golpe; no hagan movilizaciones de importancia, porque si las clases dominantes se sienten amenazadas volverá la dictadura militar. Este es un problema muy serio que de hecho puede interferir y bloquear las luchas por la conquista de una verdadera democracia, la única capaz de resolver los angustiosos problemas del país, de los pobres. Es fácil argumentar que se debe sostener la actual democracia a toda costa cuando se vive en el país de los ricos o en el de las capas medias.

3) El nuevo modelo de desarrollo capitalista

239. Otro elemento nuevo es el actual modelo de desarrollo capitalista. Como explicaba el compañero Vuskovic en Buenos Aires[3], ante la crisis actual de América Latina el imperialismo ha tenido que renunciar a un modelo de desarrollo que repercuta favorablemente sobre la sociedad global. Ya es imposible lograr un modelo que permita que el pueblo más pobre reciba las migajas del desarrollo. Ha tenido que implementar, en cambio, un modelo que logre desarrollar al menos a un sector del país, el sector privilegiado del país; ese sí tiene un desarrollo cada vez mayor e incrementa día a día sus niveles de vida gracias al aumento de la producción, al crecimiento de las exportaciones, como es el caso de Chile, donde hoy la exportación de frutas ha llegado a ser el rubro más importante, superando las exportaciones de cobre que hasta hace poco eran nuestra principal fuente de divisas, pero junto a este país de los ricos, existe el polo opuesto, el país de los pobres. Estos pobres que día a día sufren un deterioro creciente de sus condiciones de vida, que difícilmente encuentran un trabajo estable, que van transformándose aceleradamente en sectores marginales de la sociedad y que en la sociedad actual no tienen ninguna expectativa de mejorar su situación. Existe también un país intermedio entre estos dos, el país de las capas medias. Y nuestra visión de lo que ocurre en Chile depende mucho del país del que provenga la información. Una es la visión del Chile que nos dan los pobladores, especialmente de las poblaciones más combativas, y otra es la imagen que nos dan los que provienen del país de las capas medias.

240. Nuestras vanguardias tienen hoy un gran desafío: elaborar una estrategia revolucionaria capaz de conformar un bloque popular que englobe al país de los pobres y al país de las capas medias para que unidos enfrenten al país de los ricos, cuyos intereses están íntimamente ligados a la política imperial que basa su dominación justamente en esta política de disgregación nacional. Reconozco que la tarea no es fácil, pero hay que abocarse con urgencia a resolverla, porque de ella depende en gran medida nuestras posibilidades de victoria.

4) Creciente proceso de urbanización

241. Otro elemento que ha variado en el transcurso de estos 20 años es el campesinado, quizá sea este el elemento que más se ha transformado. Hay poquísimos países donde el campesinado todavía es una fuerza mayoritaria; en la mayor parte de ellos la población campesina ha disminuido enormemente. Por poner un solo ejemplo, cuando en la década del 60 surgen en Colombia los movimientos guerrilleros inspirados por la revolución cubana, existía allí un 70% de campesinado y un 30% de sector urbano. Algunos años después, los términos se habían invertido y las organizaciones guerrilleras durante mucho tiempo no lograron captar esta nueva realidad. Nos parece que quien alertó más sobre esta situación fue el M‑19.

242. Esta creciente urbanización y los cordones de miseria que rodean a las grandes ciudades que son su resultante, determinan la aparición de un nuevo sujeto social con gran disposición combativa, el poblador de los barrios populares que en muchos países ha estado en la primera línea de enfrentamiento al régimen. Esto no excluye que sea, al mismo tiempo, un sector muy permeable a la demagogia populista.

243. A veces no somos capaces de mirar estas cosas porque aplicamos en forma mecánica fórmulas que trasladamos de otras realidades como lo es la famosa fórmula de la alianza obrero‑campesina. Yo no estoy en contra de la alianza obrero‑campesina, lo que digo es que a veces la aplicamos sin hacer un análisis previo de la realidad en la que estamos situados. ¿Qué sentido tiene, por ejemplo, aplicar esta fórmula a la Argentina de hoy donde el campesinado es casi inexistente?

244. Lo que existe cada vez más en América Latina son grandes concentraciones urbanas, donde el problema del desempleo y subempleo es un fenómeno creciente y donde sectores de la clase obrera desplazados de sus centros de trabajo, tanto por la represión como por la trasnacionalización de la economía, con el consecuente avance del proceso tecnológico, pasan a formar parte de los cinturones de pobreza que rodean a las grandes ciudades.

245. Entonces, en los barrios se da un fenómeno muy interesante y es que en un mismo espacio físico se reúnen diversos sectores sociales: obreros que continúan trabajando en las fábricas, desempleados, campesinos recién emigrados del campo, capas medias pauperizadas. Ahí se da un conglomerado social que por supuesto, no tiene las condiciones de organicidad que tiene la clase obrera, pero que es un sector muy explosivo, porque el sistema imperante le niega toda esperanza de una vida mejor; saben que sus hijos no tienen ninguna posibilidad de ascenso social, que no tienen ninguna perspectiva. Sólo una transformación radical de la sociedad puede resolver las aspiraciones de estos sectores.

5) La participación de los cristianos en la revolución

246. Un elemento que constituye una realidad nueva, pero que el Che anticipó proféticamente es la creciente participación de los cristianos en la revolución. Guevara decía en aquel momento que si los cristianos se incorporaban a la revolución, la revolución sería invencible en América Latina. Esta idea resultó premonitoria, porque en aquel momento, cuando el Che hablaba, no se daba todavía el Concilio Vaticano II; no existía la reunión del CELAM de Medellín, no existía la Teología de la Liberación, no existían las comunidades de base; ni siquiera todavía aparecía el fenómeno de Camilo Torres y los sacerdotes rebeldes. Y hoy vemos que cada vez más cristianos se incorporan a la revolución, y lo que es significativo, cristianos que provienen precisamente del país de los pobres. El papel de los cristianos en la revolución nicaragüense fue significativo y Carlos Fonseca tuvo el mérito de descubrirlo y de plantear un proyecto revolucionario que permitiera su plena incorporación a la revolución. Todos conocen que hay varios ministros que son sacerdotes y que una serie de dirigentes sandinistas son cristianos. Para ellos no existe contradicción entre su fe y la utilización de instrumentos científicos en el análisis de la sociedad; no existe contradicción entre su fe y el marxismo, siempre que se trate del verdadero marxismo, es decir, de un marxismo antidogmático.

247. Yo entiendo muy bien esta situación por experiencia personal, porque fui católica, presidenta de la Acción Católica Universitaria de Chile, antes de ser marxista, y aunque en ese momento no existía la Teología de la Liberación, la formación cristiana que yo recibí, de un cristiano de la pobreza, no de ese cristiano de los ricos que se creen cristianos, porque van a la iglesia a rezar (Aplausos fuertes), me llevó a sentirme comprometida con el pueblo y si llegué a ser marxista fue motivada por esta forma de ser cristiana. Entonces no existía ese apoyo tan importante que es la Teología de la Liberación, esa lectura de la Biblia como la historia de un pueblo oprimido que lucha por su liberación y con el cual se pueden sentir identificadas las masas oprimidas de América Latina. Yo hago todo un desarrollo del papel de los cristianos en la revolución en mi libro Enemigos, Aliados, Frente Político[4], donde dedico todo un capítulo exclusivamente a este tema y trato de explicar, desde el punto de vista marxista, por qué creo que no hay una contradicción entre cristianismo y marxismo (Aplausos) con argumentos que no puedo desarrollar aquí por problemas de tiempo.

6) Nueva actitud de los partidos comunistas

248. Hay otra cosa que ha cambiado desde la época del Che hasta acá, y que me parece muy importante, y es la actitud de los partidos comunistas. Si el Che viviera hoy se asombraría de ver cómo estos partidos, que en su época se autoproclamaban la vanguardia de la clase obrera y de la revolución, hoy reconocen que son un destacamento revolucionario más y que, muchas veces, no han logrado vanguardizar los procesos revolucionarios de sus países. La revolución cubana demuestra que la revolución puede triunfar sin que un partido comunista encabece la lucha. Pero es sólo después del triunfo de la revolución sandinista cuando algunos partidos comunistas hacen sus primeras autocríticas públicas y reconocen que ya no son los únicos ni los más destacados depositarios de la revolución.

249. Quien hace las primeras reflexiones en este sentido es Schafick Handal, secretario general del PC Salvadoreño y hoy uno de los miembros de la comandancia general del FMLN. Entiendo que muchos de ustedes han leído una entrevista que yo le hice, donde aborda estos temas y reconoce que el Partido Comunista Salvadoreño no fue capaz de conducir a las masas cuando en 1977, éstas hicieron su viraje hacia la lucha armada y que esto explica el enorme crecimiento de las organizaciones político‑militares, porque éstas representaron una alternativa real para esas masas que ya entendían que por la vía electoral no había posibilidades de transformación social[5].

250. Schafick hace todo un análisis del por qué de todo este retraso y también aborda el análisis de las causas que explicarían el surgimiento de esas nuevas organizaciones políticas. Y es a partir de las reflexiones de este compañero después del triunfo sandinista, que varios partidos comunistas centroamericanos llegan a las mismas conclusiones, entre ellos, las dos fracciones del Partido Comunista de Guatemala y el Partido Comunista Hondureño. Esto se extiende luego a la mayor parte de los partidos comunistas del continente.

251. Pero no sólo se ha dado un proceso de maduración dentro de los partidos comunistas; lo mismo ha ocurrido dentro de la izquierda no comunista. Hoy son pocos los partidos o movimientos revolucionarios que se autodeclaran vanguardia. Ha llegado a ser algo aceptado por todos la necesidad de distinguir entre partido u organización política revolucionaria y vanguardia política. Cualquier grupo que quiera honestamente hacer la revolución, que se articule en torno a un programa y que sea consecuente con él, puede perfectamente autodenominarse organización política revolucionaria; pero nadie puede autoproclamarse vanguardia, porque vanguardia, como la palabra bien lo dice, significa ir delante y sólo se puede ir delante si hay alguien detrás que te sigue. Mientras no seamos capaces de conducir a las masas, no podemos autoproclamarnos vanguardia.

7) Mejores condiciones para la unidad de la izquierda

252. Yo creo que este es un importante paso en la maduración de las organizaciones revolucionarias y que constituye además, un paso fundamental en favor de la unidad de la izquierda. Estimo que hoy existen mejores condiciones que en la época del Che para emprender proyectos unitarios. Es evidente que este espíritu unitario tiene un desarrollo desigual en América Latina. En los procesos revolucionarios más maduros la necesidad de la unidad se siente más profundamente y hay mayores progresos en este sentido. Concretamente los compañeros salvadoreños lograron hace varios años conformar una organización unitaria para conducir la guerra donde están representadas las cinco organizaciones de izquierda, ésta es el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Está también la URNG en el caso de Guatemala y los compañeros colombianos, más recientemente, están desarrollando un proceso unitario muy importante. Ustedes saben que se ha formado la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar que agrupa a todos los movimientos guerrilleros, y que pretende lograr una coordinación de las acciones militares y avanzar a niveles superiores de unidad. El enemigo utilizó mucho la división del movimiento colombiano, porque allí las escisiones y los sectarismos eran tales que llevaron a cometer graves errores, olvidando y perdiendo de vista muchas veces al enemigo principal, lo cual desgastaba a las organizaciones y provocaba luchas intestinas que llegaron hasta la liquidación física de los adversarios políticos. Esto sirvió de pretexto durante años para que el enemigo, que llevaba adelante la guerra sucia contra el pueblo, liquidando cuadros políticos y de masas del movimiento revolucionario pudiese culpar de estos asesinatos a una u otra organización guerrillera. El enemigo asesinaba y decía por ejemplo, fue una acción de las FARC contra el EPL. Hoy día con la unidad, se le ha quitado al enemigo toda oportunidad de adjudicarle al movimiento revolucionario esas muertes, los resultados de esa guerra sucia...

253. Para lograr esa unidad, estos movimientos han debido abandonar posiciones sectarias, vanguardistas y hegemonistas. Han tenido que convencerse de que ningún grupo u organización revolucionaria por sí sola es capaz de hacer revolución y que, por lo tanto, es necesario conformar con el resto de las organizaciones una vanguardia colectiva ‑así la denominan algunos‑ para lograr la conducción unitaria del proceso; una vanguardia colectiva que respete el perfil propio de cada organización, ya que muchas veces, es ese perfil propio el que ha permitido a una determinada organización llegar con mayor facilidad que las otras a determinados sectores del pueblo.

254. Evidentemente que en algunos países donde el movimiento revolucionario ha sufrido reveses profundos, como en varios países del Cono Sur, es más difícil la conformación de esa unidad y hay problemas que todavía no han sido superados.

255. Se nos plantea que tenemos que reflexionar todavía más acerca del problema de la unidad. ¿Cómo evitar, por ejemplo, que el esfuerzo unitario se limite a una sumatoria de siglas? ¿Cuál es la homogeneidad mínima necesaria para empezar a construir un proceso unitario? Porque hay sumas que suman, hay sumas que multiplican, pero también hay sumas que restan. A veces hay grupos y organizaciones que tienen posiciones tan negativistas, tan derrotistas, tan críticas, que pretender a toda costa involucrarlas en el proceso unitario puede traducirse en un bloqueo de éste. Muchas veces cuando estudiamos el proceso unitario nicaragüense olvidamos que lo que allí se logró unir fueron las tendencias del frente sandinista, allí no se logró unir a toda la izquierda, grupos comunistas, maoístas y trotskistas quedaron fuera de la unidad. Quiero aclarar que no estoy planteando que grupos de estas orientaciones deban ser automáticamente marginados de la unidad, sino que tenemos que estudiar más los procesos unitarios exitosos y los que han fracasado para sacar enseñanzas más profundas de ellos.

256. Se trata entonces no de cualquier suma, sino de la unidad de organizaciones que realmente permitan conformar la vanguardia del proceso revolucionario.

8) Transformaciones en la URSS

257. Por último, otro aspecto nuevo en relación a la época en que el Che vivió son las transformaciones en la Unión Soviética. (Aplausos)

258. Nosotros sabemos que el Che, a pesar de ser un gran defensor del campo socialista y particularmente de la Unión Soviética, tenía una visión crítica, no idílica, de lo que allí ocurría. Y a mí personalmente, tengo que confesarlo, me resultaba muy difícil defender una serie de cosas que pasaban allí. Creo que muchos de nosotros nos quedamos en silencio por solidaridad y porque teníamos esperanzas de que aquello cambiara, que los errores o deficiencias del pasado fueran superados, pero tenemos que reconocer que no nos era fácil levantar la bandera de la democracia, sabiendo las profundas fallas que existían en la democracia de la Unión Soviética y en otros países socialistas.

259. Yo pienso que la perestroika puede tener repercusiones muy positivas para el movimiento revolucionario, pero al llegar a Argentina, ‑y me han dicho que esto ocurre en otros países de América Latina‑, me doy cuenta que es la derecha la que está levantando esta bandera para justificar sus privatizaciones. (Aplausos fuertes) Yo creo que eso refleja una gran debilidad de la izquierda. No hemos sido capaces de entender lo que está pasando en la Unión Soviética, hemos olvidado que la esencia del socialismo es la democracia popular, la participación de las masas. Hemos estado formados en una concepción del socialismo en la que socialismo equivale a estatismo, entonces como ahí hay cosas que se están desestatizando para entregar su gestión al colectivo de trabajadores, pensamos que se está retrocediendo, que se están alejando del socialismo, cuando lo que se pretende hacer, como dice el compañero Kiva en una entrevista que yo le hiciera recientemente[6], es tratar de avanzar más profundamente hacia el socialismo.

260. El imperialismo creyó, durante un tiempo, que se trataba de un proceso de reversión hacia el capitalismo e hizo gran campaña a favor de la perestroika. Decía: ¡miren, nos están dando la razón!, ¡están volviendo para atrás!, ¡están haciendo que el estado juegue un papel menos importante! Pero luego se fue dando cuenta que las transformaciones iban en otro sentido y que el socialismo empezaba a ser atractivo para las grandes masas del mundo occidental y empezó a preocuparse. Con la perestroika toda la propaganda anticomunista yanqui, su crítica al totalitarismo, a la falta de libertad de prensa, etc., etc., todo eso se derrumba y esto ya está teniendo repercusiones en el pueblo norteamericano.

261. Pienso que al mismo tiempo que debemos valorar los esfuerzos de transformación que se están produciendo dentro de la URSS, debemos tener claro que es un proceso que recién comienza, al que acechan muchos peligros, que implica grandes desafíos. Considero que debemos apoyar a las fuerzas que hoy luchan en la Unión Soviética por esas transformaciones, porque esa es una lucha, compañeros, esa no es una mera declaración verbal, eso no es verticalismo, porque si se quieren hacer transformaciones de verdad, éstas no se pueden hacer sino se hacen por abajo, si no se hacen con las masas y con el pueblo. (Ovación)

262. Y en la Unión Soviética hay fuerzas que no quieren profundizar el socialismo, que no quieren establecer una verdadera democracia popular, porque están interesadas en la mantención del sistema anterior, única forma de conservar sus privilegios. Esos sectores se oponen con gran fuerza a los cambios. Muchas veces hemos pedido la solidaridad de la Unión Soviética, hemos pedido que nos ayuden; hoy nosotros tenemos que apoyar a las fuerzas revolucionarias en la Unión Soviética. (Aplausos largos)

263. Y para terminar, para poder conversar un poco, porque a mí lo que más me gusta es poder conversar con ustedes, sólo quisiera recordarles que yo creo que el mejor homenaje al Che es vivir como él, convencidos que de nuestro esfuerzo depende el futuro de la revolución, y no de lo que hagan los otros, porque somos muy buenos para decir: Ah, no, los dirigentes no hicieron esto; el grupo de allá no hizo eso; este otro no hizo lo otro... ¡Qué no podría hacerse si cada uno de nosotros viviera convencido que de su propio compromiso personal depende el futuro de la revolución! (Aplausos cerrados)

3. RESPUESTAS A LAS PREGUNTAS DEL PUBLICO

1) Sobre socialismo y comunismo

264. En relación a la pregunta de por qué el Che hablaba de socialismo y no de comunismo, pienso que cuando hablaba de socialismo estaba entendiendo la sociedad del futuro. Muchas veces en el lenguaje político no se habla de comunismo, sino que se identifica la palabra socialismo con comunismo; por lo tanto, cuando el Che decía: estamos por el socialismo, estaba pensando: estamos por el comunismo. No se debe confundir ‑y ésa es una cosa importante que no hace la izquierda marxista muchas veces, aprovecho para decirlo aquí‑ el discurso científico, el discurso pedagógico y el discurso político. Creo que muchas veces lo que hacemos es trasladar el discurso científico o el lenguaje científico de interpretación de la realidad, al lenguaje político. En buenas cuentas, vamos a una población, a un barrio, donde no conocen nada de marxismo, donde el nivel de educación es bajo y vamos a hablarles con categorías marxistas como fuerzas productivas, relaciones de producción, superestructura e infraestructura... (Aplausos cerrados)

265. Quien nos enseñó mejor en la práctica esta diferencia fue Fidel Castro. El nos dio una extraordinaria lección de pedagogía marxista en los primeros años de la revolución. Condujo a su pueblo a la comprensión del marxismo y del socialismo sin hablar una sola palabra de marxismo. (Aplausos)

266. Y fíjense ustedes que quien dice esto es la persona que hizo un manual de marxismo. Y ¿qué ocurrió con mi libro? Muchos no entendieron que era un esfuerzo pedagógico para la comprensión de los clásicos, de los clásicos del marxismo, y pretendieron aplicar mecánicamente lo que allí se dice del marxismo a la realidad de su país y se llegó a la aberración de que conocían mi libro de memoria y no sabían, por ejemplo, cuánto ganaba un obrero en su país... ¡Esto es antimarxismo, compañeros! ¡Eso no tiene nada que ver con el marxismo! El marxismo es un instrumento de análisis de la realidad concreta. Si no conocemos la realidad de nuestro país, si no sabemos cómo viven nuestros obreros, qué pasa en los barrios, qué pasa con los estudiantes, qué pasa con el estado, qué pasa con el modelo de desarrollo capitalista, no podemos ser marxistas, porque el marxismo sólo tiene sentido si nos permite conocer la sociedad concreta. (Aplausos cerrados).

2) Sobre el humanismo en el Che y la crítica de Althusser a la consideración
del marxismo como humanismo.

267. Respecto a la segunda pregunta acerca del humanismo y a una polémica que hubo sobre este tema, voy a contestar muy brevemente, porque pienso que esa inquietud de la compañera es una inquietud sólo de un grupo de personas de las que aquí están reunidas, porque a lo mejor muchos de los aquí presentes ni siquiera saben quién es Althusser. Althusser fue mi profesor de marxismo y yo pienso que su aporte es fundamental para el estudio antidogmático del marxismo. El me enseñó a entender que el marxismo es una ciencia que si no se desarrolla, muere y que no puede, por lo tanto, existir un catecismo marxista. El decía que así como Tales tuvo el mérito de abrir al conocimiento científico el continente de la matemática y Galileo el de la física, Marx tuvo el mérito de abrir un nuevo continente al conocimiento científico, el continente de la historia. Marx fundó una nueva ciencia, la ciencia de la historia, que para ser tal debe dejar de ser un estudio de personajes o dinastías y pasar a ser un estudio de las formaciones sociales.

268. Ahora no cabe duda que Marx fue un humanista en el sentido de que sus reflexiones teóricas estaban motivadas por la necesidad de servir a los hombres, de permitirles comprender los mecanismos que sometían a la mayor parte de ellos a la explotación y la miseria, para que conociéndolos pudiesen eliminarlos y construir una sociedad donde no existiera la explotación del hombre por el hombre. Pero para servir al hombre real, Marx no necesita fabricar una teoría basada en una concepción del hombre; lo que debe hacer, por el contrario, es comprender las leyes que determinan la existencia real de los hombres que viven en las sociedades. Y para ello debe partir de nociones científicas que permitan comprender la forma en que funcionan y se desarrollan las distintas sociedades. Entre estos conceptos están los de modo de producción, fuerzas productivas y relaciones de producción, relaciones político‑jurídicas, ideológicas, etc.

269. Para servir al hombre Marx no debe partir, en lo que el conocimiento se refiere, de los conceptos de hombre, de naturaleza humana, de libertad, de conciencia, etc. Y en este sentido, teóricamente hablando, el marxismo no es un humanismo, pero, justamente, porque el marxismo no es teóricamente un humanismo, puede producir el conocimiento de las sociedades humanas, de las leyes de la lucha de clases y proporcionar los medios para suprimir, a través de la revolución, el modo de producción capitalista, es decir, los medios para suprimir los sufrimientos humanos producidos por este modo de producción, dominado actualmente por el imperialismo norteamericano: la explotación de clase, la guerra y todos sus horrores. Los partidos marxistas pueden hacer la revolución y liberar a los hombres de los horrores del imperialismo, y darles una existencia totalmente diferente, porque su acción se basa en la teoría de Marx, que como ciencia, no se apoya en los conceptos ideológicos del humanismo, sino en conceptos completamente diferentes. Los partidos marxistas pueden existir, hacer la revolución y liberar a los hombres de la explotación de clase y de la guerra, y asegurarles el bienestar socialista, debido justamente a que el marxismo ‑teóricamente hablando‑ no es un humanismo.

270. Ahora bien, qué dice Althusser: que hay humanismos y humanismos. Hay un humanismo burgués y hay un humanismo socialista y nosotros luchamos por este humanismo diferente al burgués, por el humanismo de la nueva sociedad, donde las categorías del humanismo burgués se van a dar de otra manera. La libertad del hombre en el socialismo no es la libertad del hombre en la sociedad burguesa, la democracia del hombre en el socialismo no es la democracia del hombre en la sociedad burguesa, etc. Yo creo que por ahí va la respuesta. (Aplausos)

3) Sobre la destrucción del estado burgués

271. La compañera pregunta cómo se toma el estado burgués por las fuerzas revolucionarias, cómo se destruye el estado burgués que está tan desarrollado, etc. Bueno, yo ya he dicho en mi charla que el desafío para la izquierda latinoamericana es buscar fórmulas para lograr este objetivo, que yo no puedo dar una receta, que eso depende de cada país.

272. El compañero preguntó: ¿qué pasa si nosotros vamos al socialismo, acaso no caeremos entonces en el imperialismo ruso? (Chiflan)

273. Yo digo que esa pregunta refleja justamente la influencia de la ideología burguesa... (Aplausos) Pero aunque refleja esa influencia, son dudas legítimas y tenemos que tener una respuesta; no podemos dialogar sólo entre quienes pensamos igual, tenemos que dialogar con los otros también. (Aplausos)

4) Relación entre unidad revolucionaria y unidad antimperialista

274. El compañero planteaba la relación entre unidad revolucionaria y unidad antimperialista... Yo creo que a lo que él se refiere es al concepto de frente político o bloque popular antimperialista y al problema de la conducción de ese bloque. Pienso que no podemos triunfar si no levantamos una estrategia para todos los sectores que tengan contradicción con el imperialismo. Eso a mí me parece que es básico. Tanto en Cuba como en Nicaragua los procesos revolucionarios triunfaron debido a sus conducciones políticas. El Movimiento 26 de Julio y el Frente Sandinista lograron constituir el más amplio frente o bloque popular contra el enemigo principal inmediato: las dictaduras de Batista y de Somoza. Pero ellos sabían que inmediatamente después de la derrota de la dictadura, el enfrentamiento iba a ser con el imperialismo. De ahí la importancia de construir un bloque o frente que aglutine al máximo de fuerzas antimperialistas en un sentido no sectario, con un programa que permita que las diversas fuerzas se integren a la lucha contra el imperialismo. Yo creo que ahí está la habilidad de la conducción política de esos procesos.

275. Por supuesto, no se trata de que deba darse una secuencia mecánica, primero la unidad de los revolucionarios y luego la constitución del frente. No siempre esto se ha dado históricamente así. En el caso cubano, la unidad de los revolucionarios se consiguió después del triunfo, a pesar de que fue una preocupación constante de Fidel. El dirigente cubano no consideró necesario sumar a todos para lanzar el desembarco del Granma, estaba convencido que cuando su estrategia probara ser la correcta se unirían a ellas las fuerzas con las cuales no se había llegado a acuerdo previo.



[1]. Che: vigencia y convocatoria (1989)
Este libro reúne tres trabajos, realizados entre 1987 y 1988: Vanguardia, unidad y alianzas, síntesis de uno de los temas del seminario: Crisis y alternativas revolucionarias en América, realizado en Managua y en el cual participaron reconocidos intelectuales y dirigentes revolucionarios de América Latina; Che: consecuencia de un pensamiento, producto de una entrevista del periodista español Iosu Perales a Marta Harnecker; Che: vigencia y convocatoria, charla dada por la autora en la provincia Argentina de Rosario, con motivo del sesenta aniversario del natalicio de Ernesto Che Guevara. Publicado en: Argentina como cuaderno 1989; El Salvador, Editorial Sistema Venceremos 1ª ed., 1989.

[2]. Esta entrevista apareció junto con otras en el libro Querido Che, Editorial Revolución, Madrid 1987.

2. Seminario “El pensamiento revolucionario del comandante Che Guevara”, 9‑11 junio, 1988.

[4]. Este libro ha sido publicado en otros países bajo el título de: Indígenas, cristianos, estudiantes en la revolución.

[5]. Esta entrevista está incluida como apéndice en el libro El Salvador: Partido Comunista y Guerra Revolucionaria, entrevista a Schafik Jorge Handal, por Marta Harnecker, Editorial Dialéctica, 1988.

[6]. Perestroika, La revolución de las esperanzas, entrevista a Kiva Maidanik, por Marta Harnecker, Dialéctica, Buenos Aires, 1988. En agosto de 1988 ya existen ediciones en 10 países de América Latina.

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